El calentamiento que sufre el planeta no solo se nota en la superficie terrestre, sino también en el mar. Las olas de calor marinas, por ejemplo, están devastando la vida en los océanos y en lugares como el Mediterráneo español están acelerando la aparición de DANAs con consecuencias catastróficas, como se ha visto en Valencia. Sin embargo, un nuevo método científico que acaba de descubrirse podría prever la formación de las olas de calor marinas con muchos meses de antelación.
Un grupo de científicos de la Universidad de Colorado (EEUU) han analizado estos fenómenos oceánicos extremos en un nuevo artículo publicado en Nature Geoscience. Los investigadores Samuel Mogen y Nicole Lovenduski explican en dicho artículo un método para predecir tanto las olas de calor marinas como la progresiva acidez de los océanos, un fenómeno que está matando los corales del planeta. El nuevo modelo es capaz de predecir estos fenómenos con hasta un año de antelación, con distintos grados de fiabilidad, dependiendo del lugar.
Aunque Mogen y sus colaboradores no son los primeros en desarrollar un modelo para predecir olas de calor marinas, sí son los primeros en pronosticar la acidificación de los océanos. Antes, esta investigación se ha visto obstaculizada por falta de datos: la acidez es mucho más difícil de medir que la temperatura. Mientras que los satélites pueden medir con precisión la temperatura de la superficie del mar desde el espacio, los niveles de acidez sólo pueden medirse recogiendo muestras físicas de agua.
Sin embargo, en los últimos años, los científicos han trabajado para introducir las mediciones obtenidas por barcos oceanográficos en los grandes modelos del sistema terrestre, como el que utilizó Mogen.
«Estamos llegando a un punto en que podemos utilizar estos datos para intentar comprender la evolución del carbono en el océano en un futuro a corto plazo», afirmó Mogen.
Entendiendo mejor la acidificación de los océanos
El carbono es clave para comprender la acidez de los océanos, especialmente en el siglo XXI. A medida que aumentan las emisiones globales, cada vez más dióxido de carbono se filtra en el agua de mar desde la atmósfera, haciéndola más ácida.
El modelo de Mogen predice, por primera vez, cómo podrían influir en este efecto los patrones climáticos a gran escala. Por ejemplo, los investigadores descubrieron que el calentamiento recurrente del Pacífico tropical central y oriental denominado El Niño parece provocar una acidificación generalizada de los océanos. Este efecto es especialmente pronunciado en el Pacífico oriental, frente a las costas de América.
Mogen y sus colaboradores utilizaron un mineral llamado aragonito como indicador indirecto de la acidificación oceánica. A medida que aumenta la acidez, disminuyen las concentraciones de aragonito. Y este cambio tiene un efecto directo en los organismos marinos. Los moluscos, como las almejas y los caracoles, así como los corales, dependen del aragonito para formar sus conchas y exoesqueletos. Sin ella, quedan desprotegidos. «Puede afectar al crecimiento de la concha, a la rapidez con que se disuelve y a su supervivencia en general», explica Mogen.
Ésta es sólo una de las innumerables formas en que la acidez del océano afecta a la vida marina. Todavía se están descubriendo muchas más.
Aplicaciones prácticas
«Si se pueden predecir estos fenómenos con antelación, se puede informar al gerente de una pesquería regional para que modifique sus prácticas, por ejemplo», explica Mogen. «Tal vez cambie la forma de capturar los peces para que el ecosistema pueda superar un acontecimiento extremo».
Mogen afirma que, a primera vista, las predicciones sobre las olas de calor parecen haberse ido cumpliendo. Sin embargo, se tardará un poco más en analizar los datos sobre la acidez. A medida que vayan llegando nuevos datos, los investigadores volverán a analizarlos y validarán el modelo. Finalmente, esperan proporcionar a los responsables de la toma de decisiones las mejores herramientas posibles para predecir los fenómenos oceánicos extremos y mitigar sus efectos.
Estudio de referencia: https://www.nature.com/articles/s41561-024-01593-0
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