Se esperaba una sesión como poco intensa y, como suele ocurrir en la Carrera de San Jerónimo, no ha defraudado. El presidente del Gobierno ponía la cara en una jornada marcada por los coletazos que dejó la declaración de Víctor de Aldama y la maniobra de sálvese quién pueda de Juan Lobato. La DANA, a pesar de su relevancia, parecía carcomida por la actualidad, pero no. El fango se apoderó de todos los rincones del Congreso de los Diputados, con intervenciones incendiarias de Alberto Núñez Feijóo en connivencia con el “negacionista” de Santiago Abascal. Sánchez arrancó la sesión con su habitual tono institucional y riguroso, mutando paulatinamente a su versión más socarrona que, a su vez, ya abre la veda de la batalla política por la gestión de la DANA.
A eso de las 09:00 de la mañana, Pedro Sánchez subía a la tribuna. Lo hacía por primera vez desde el pasado 23 de octubre, para rendir cuentas sobre la gestión desplegada por su Gobierno en la catástrofe de una DANA “sin precedentes” en la historia de España. Una intervención inicial en la que capitalizó su facción más institucional, desgranando la concatenación de hechos para tumbar la “desinformación y los bulos” provenientes del flanco diestro y extremo diestro del tablero político; centralizando el debate en el negacionismo climático de Vox y por extensión a un Partido Popular que “ni tan siquiera menciona” esta emergencia.
Por ahí fueron los tiros al principio, aunque también al final. La diferencia sustancial fue el tono y lo que ello implica. El endurecimiento del discurso de Sánchez da pie a un nuevo episodio de tensión entre Gobierno y oposición, donde todos los resortes de Moncloa, incluyendo el presidente, señalarán a Carlos Mazón y al Partido Popular sin eufemismos. Prueba de ello es el compromiso del jefe del Ejecutivo a impulsar una comisión de investigación para depurar responsabilidades de lo que muchos en el Hemiciclo han catalogado de “gestión negligente”. Atribuida, por supuesto, al presidente de la Generalitat; aunque entre los socios de la coalición también pasan alguna que otra factura al presidente a repartir entre su gabinete.
A la caza de Feijóo…
Sánchez cimentó su estrategia inicial sobre el relato de los hechos, salpimentado con reproches a las críticas furibundas de la derecha, lo que le dio pie a anunciar un nuevo paquete de ayudas que elevará a 16.000 millones las palancas accionadas por el Gobierno para la reconstrucción de las zonas afectadas por el temporal. Sin embargo, constatado que una administración que niega los consensos científicos eleva el riesgo y tras el paso de las réplicas, Sánchez se quitó las ataduras del cargo que ostenta para ponerse las botas y bajar al fango; escenificando así un nuevo escenario en la porfía política subyacente a la tragedia.
Desde su escaño, Sánchez tomaba nota y escuchaba con una sorpresa artificial tanto a Feijóo como Abascal. El líder de la ultraderecha marcó distancia con el PP, mencionando tímidamente los problemas de Mazón en la gestión de la catástrofe, pero centralizando toda su línea discursiva sobre Moncloa, el presidente y, por supuesto, el consenso científico. “¡El fanatismo climático mata!”, vociferaba desde el atril el jefe de la extrema derecha parlamentaria, al que precedió un Feijóo abonado a la posverdad.
El líder de la oposición no sólo volvió a las andadas con el “manoseo” al manido ‘si necesitan más recursos, que los pidan’, sino que dio carácter de actualidad a la moción de censura de Requena que estaba prevista desde hacía meses. Sánchez se lo hizo saber, como también le recordaba que durante la crisis de la DANA, Génova ha hecho más caso a infoxicadores y bulólogos que a la Agencia Estatal de Meteorología. “Bulos sí, ciencia no”, abrochaba el jefe del Ejecutivo.
… y vía libre a por Mazón
Negacionistas climáticos al margen, Sánchez escenificó el principio de las hostilidades directas y a pecho descubierto con la Generalitat. Soliviantó a la bancada popular al adentrarse en el pantanoso terreno de las ayudas por la DANA, que, por cierto, tanto Feijóo como Abascal han calificado de “insuficientes”. A partir de ahí, el presidente del Gobierno ha destapado el tarro de las esencias, arremetiendo contra la política de recortes de las autonomías donde ambas fuerzas cogobernaban -hasta la ruptura unilateral de Vox por la migración-.
Dirigiéndose directamente a un Feijóo descolocado, afeaba a su adversario que tanto él como Mazón “tuvieran el cuajo” de cuestionar el despliegue de los paquetes de ayuda cuando “han despreciado al Estado del Bienestar”. “¿Se creen que los 16.000 millones vienen del cielo?”, ironizaba el presidente del Gobierno, blindando los servicios públicos frente a las “privatizaciones” habituales de la derecha. Unas políticas que han evitado que la Generalitat se embolsara 400 millones de euros.
Señaló la ayuda que brinda el Govern de Mazón, al tiempo que no dejaba pasar los contratos a dedo concedidos a dedo, por valor de 54,7 millones de euros, a empresas “involucradas en la financiación irregular del PP”. “Tienen ustedes un concepto muy patrimonialista del Estado”, esgrimía, provocando la exaltación del líder de la oposición, en cuya réplica desplegó una tímida defensa a Abascal después de que Sánchez le identificara como un “traidor a la patria”.