«Las industrias de productos básicos nocivos -como el alcohol, el tabaco y los ultraprocesados- participan en actividades políticas corporativas, utilizando diversas prácticas, incluidas tácticas intimidatorias, para frustrar, retrasar y diluir las regulaciones que amenazan sus negocios». Así de contudente es un estudio estudio de la Universidad de Bath (Reino Unido), que muestra que el método más común utilizado por las corporaciones o sus representantes es el desprestigio público.
El estudio, publicado en Health Promotion International , revela la amplia gama de tácticas utilizadas por las «industrias que dañan la salud» (HHIs, por sus siglas en inglés). Estas acciones están diseñadas para socavar y desacreditar a los defensores e investigadores que brindan evidencia a los responsables de las políticas que trabajan para mejorar la salud pública mediante regulaciones más estrictas.
Y eso cuando, como señalan los autores, las enfermedades no transmisibles son hoy la causa de casi tres cuartas partes de todas las muertes a nivel mundial. Algunas investigaciones anteriores, publicadas en The Lancet, ya revelaron que el tabaco, los combustibles fósiles, los alimentos ultraprocesados y el alcohol contribuyen todos juntas a al menos un tercio (puede que incluso dos) de todas las muertes en el mundo.
Cómo se realizó la investigación
Para llevar a cabo este trabajo, los investigadores de la Universidad de Bath colaboraron con investigadores de la Escuela de Salud Pública del Instituto Milken de la Universidad George Washington y del Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina de Francia (INSERM) para recopilar y revisar datos públicos e informes sobre tácticas de intimidación utilizadas por los sectores del tabaco, los alimentos ultraprocesados y el alcohol desde el año 2000.
Buscaron en seis importantes bases de datos de salud y ciencias sociales, incluidas PubMed y Web of Science, con palabras clave específicas como «industria del alcohol» o de «bebidas»; «intimidación», «amenaza» «ataque» o «interferencia»; y «abogado» o «investigador» para encontrar estudios que pudieran describir este tipo de tácticas.
«Encontramos tácticas intimidatorias hacia los defensores e investigadores de todos los sectores. La desacreditación pública, seguida de las amenazas y acciones legales , las quejas y las solicitudes de libertad de información fueron las más mencionadas y, a menudo, atribuidas a las HHI o a sus terceros», asegura Karen A. Evans-Reeves, del Departamento de Salud y del Grupo de Investigación sobre el Control del Tabaco de la Universidad de Bath, en un comunicado.
Aunque, en menor medida, el trabajo también recoge casos de soborno, amenzas físicas y violencia, vigilancia, robos y sobornos. «Nuestra esperanza es que poner de relieve estas tácticas altamente poco éticas pueda reducir su efecto paralizante en la mejora de la salud y ayudar a los investigadores y defensores de la salud a comprender cómo prevenirlas y responder», añade Evans-Reeves.
Lenguaje incendiario
Los autores del trabajo descubrieron que el descrédito público representa la mitad de las tácticas de intimidación utilizadas.
Activistas y académicos de la salud pública y fueron criticados públicamente en los medios tradicionales, en redes sociales y en espacios públicos como reuniones. Además, resaltan que el lenguaje que utilizan las corporaciones o sus aliados vinculados a la industria para desacreditar a los defensores e investigadores «es sorprendentemente incendiario».
«A menudo se les etiqueta de extremistas, de personas poco cualificadas o de un despilfarro del dinero de los contribuyentes. Se utilizan habitualmente términos como ‘extremistas’, ‘fascistas’, ‘nazis’, ‘fanáticos’ y ‘prohibicionistas’. A los críticos de la industria del alcohol se les tacha de ‘niñeros’, mientras que a los activistas en favor de la alimentación se les califica de ‘fascistas de la alimentación’ o la ‘gestapo gastronómica’. A los defensores de la lactancia materna se les ha llamado burlonamente ‘breastapo’ (en alusión a amamantar en inglés y a la gestapo), acusándolos de restringir las opciones de las madres. En todos los sectores, a los académicos también se les tacha de insultos con carga religiosa, como ‘yihadistas de la salud’ o ‘fundamentalistas religiosos'», añade la autora.
Tácticas para retrasar la causa
Catorce artículos (21,9%) analizaron casos en los que la industria y terceros amenazaron o iniciaron acciones legales contra investigadores y defensores de los sectores del tabaco y los ultraporcesados.
Evans-Reeves explica que difundir estas «percepciones sumamente engañosas puede obstaculizar la capacidad de los investigadores y los defensores de la causa para dar forma a las políticas, ya que estas tácticas pueden silenciar, retrasar o incluso frustrar temporalmente su trabajo».
Por ejemplo, en la década de 1990, en los Estados Unidos, las empresas tabacaleras y sus terceros emprendieron acciones legales para prevenir o retrasar la legislación de control del tabaco e iniciativas como campañas en los medios de comunicación. De manera similar, en la India, se informó que la industria tabacalera utilizó con frecuencia amenazas legales para retrasar la legislación de control del tabaco e intimidar a los defensores e investigadores.
Otras nueve fuentes del conjunto de datos (14,1%) incluyeron ejemplos de quejas de la industria a las autoridades sobre el trabajo de investigadores y defensores. Diez fuentes (15,6%) describieron casos en los que se les había vigilado. En el sector de los ultraprocesados, 2003 en Suiza una corporación contrató a una empresa para espiar a un grupo de defensa que estaba escribiendo un libro sobre sus prácticas corporativas. Los espías asistieron a reuniones, incluso a las que se celebraban en casas particulares. Una fuente llegó a sugerir que esa asistencia y las grabaciones encubiertas de reuniones de salud pública eran algo habitual.
En Colombia, un miembro de una organización de defensa de la salud pública fue seguido y supuestamente se pincharon ordenadores y teléfonos. Y así en otros tantos países.
Pero, a pesar de todo, la investigación concluyó que la mayoría de los autores continuaron con su trabajo incluso después de enfrentarse a la desacreditación pública.