En marzo de 2020, Nanda Santana logró poner nombre a la situación que atravesaba: violencia de género psicológica. Su doctora la derivó a la unidad de Salud Mental y, una vez allí, el psicólogo le dijo que era un caso de manual. «Ese momento fue revelador porque nadie había detectado lo que ocurría y yo estaba tan bloqueada y obsesionada con proteger a mis hijos que ni se me pasó por la cabeza, solo tenía claro que él me hacía daño a través de ellos porque no encajó bien mi petición de separarnos», confiesa.
Aunque el proceso no fuera sencillo –pues tuvo que pasar casi una década para que alguien llegara a ese «primer diagnóstico»–, gracias a la terapia logró reunir la fuerza para escribir Te haré la vida imposible, un libro sobre los malos tratos que sufrieron ella y sus hijos por parte de su expareja y padre de los niños.
A finales de 2012, su hijo de seis años le dice: «mamá, papá nos pega», en referencia a él y a sus dos hermanos. Además de las agresiones físicas, asegura que también los humillaba y les hablaba mal de ella. El comportamiento de uno de sus hijos cambió por completo y también afectó a su rendimiento académico porque comenzó a suspender. «Como madre, es muy duro ver que tus hijos no están bien», señala.
Cuando se viven episodios de violencia, según apunta, repercuten mucho en tu salud, tanto corporal como mental. «Todo esto impacta mucho en tu bienestar, yo estaba fatal, me sentía siempre agotada, con ansiedad, depresión y agotada, sentía que me caía», confiesa. Tras contarle esto a su doctora fue derivada al psicólogo que no solo puso nombre a lo que ocurría, sino que además la animó a escribir un libro con las vivencias que había recopilado a lo largo de los años. Santana es profesora de universidad, por lo que convirtió su relato en un ensayo tras años de investigación.
Santana recoge en ‘Te haré la vida imposible’ el maltrato que sufrió por parte de su expareja
Durante los años que sufrió malos tratos ni siquiera se hablaba de violencia vicaria. Esta forma de dañar a la mujer a través de sus hijos prácticamente comenzó a escucharse en Canarias y en el resto de España en 2021, con el caso de Anna y Olivia Zimmerman, dos pequeñas secuestradas y asesinadas por su padre en Tenerife. “Sin llegar a ese extremo, hay muchos menores que sufren violencia por parte de sus padres. A mis niños les robaron la infancia por odio a una mujer con la que un día tuvieron hijos. Los procesos de sanación no son cortos, pueden llevar años y como madre es muy duro ver que ellos no están bien”, denuncia Santana.
Secuelas invisibles
En esta línea, critica que hay muchas otras secuelas que «no suelen tenerse en cuenta, pero que son muy duras». Vivir una experiencia de este tipo, según señala, afecta a la retención de información o a la estabilidad emocional. «En el trabajo tienes que pedir muchos permisos para todos los procedimientos médicos y judiciales, a menudo te quedas en blanco o te olvidas de las cosas. Desde que me ocurrió, he pasado más tiempo en paro que trabajando», relata. Asimismo, añade que el sistema deja de atender a los hijos una vez cumplen la mayoría de edad.
En las presentaciones de su libro, muchas mujeres le compartían sus historias o se ponían en contacto con para agradecerle haber visibilizado «algo tan oculto». En ese momento, hablaba sobre violencia psicológica y sobre cómo utilizar a los hijos para hacer daño a las mujeres y la incluyeron en un chat con otras víctimas de este tipo de agresiones. «A su vez, yo añadí a otras mujeres y, desde ahí, hemos pasado todo 2023 hablando de asociarnos, pero estamos todas con procesos judiciales abiertos y mucha angustia de cómo proteger a nuestros niños y siempre lo dejábamos pasar», detalla.
«Desde que me ocurrió he pasado más tiempo en paro que trabajando»
Madres VIVA
Noviembre congrega el Día Mundial para la Prevención del Abuso Sexual Infantil, el Día Internacional de los Derechos de los Niños y el 25-N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Aprovechando estas tres fechas señaladas, el 1 de este mes, 36 mujeres que integraban el grupo de Whatsapp llamado No Más VVI (Violencia Vicaria e Institucional) dieron el paso y, a través de sus redes sociales, constituyeron el colectivo Madres VIVA. Un nombre que da la vuelta a las iniciales de los abusos a los que quieren hacer frente y que las define como Valientes, Insistentes –porque no van a parar hasta conseguir una infancia libre de violencia–, Veraces –porque quieren acabar con la desconfianza hacia la víctima– y Amorosas, pues el amor a sus hijos es lo que las mueve. «Lo que queremos es visibilizar la violencia que vivimos y que viven nuestros hijos, denunciarla y convertirnos en una voz autorizada de cara a las administraciones», destaca.
Con un logo creado por el caricaturista y diseñador Néstor Dámaso, reivindican formación específica en violencia de género, tanto para juristas como para todo tipo de profesionales. «Hay mucha violencia institucional, muchos profesionales que deben detectar lo que ocurre y no lo hacen, quizás por desconocimiento o porque no quieren. Varias madres en el colectivo comparten la custodia de sus hijos con sus agresores condenados o tienen un régimen de visitas establecido, vivir esto es muy fuerte y realmente estamos muertas en vida», alerta.
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