El lenguaje de Javier Milei amenaza con convertirse en una norma de una parte de la sociedad argentina. El presidente lanza sapos y culebras bajo cualquier circunstancia, pero tiene un especial encono con los profesionales de la palabra. Los periodistas se han convertido en una obsesión. Ellos son, en su mayoría, una legión de «mentirosos«, «calumniadores«, «injuriadores«, «extorsionadores«, «ladrones», «corruptos» y «ensobrados (que reciben dinero sucio)«. La verba del líder de la ultraderecha se supera día a día. Pero existe un trasfondo y una convicción: en este presente tecnológico, bajo el imperio de las redes sociales, X en particular, y el imperio de las fake news, los medios tradicionales no tienen para Milei razón de una centralidad política ni cultural, al menos mientras se mantenga en el poder y con niveles de popularidad más que aceptables pese a los rigores del ajuste y la recesión económica.

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