Se cumplen diez años del fallecimiento de Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, la duquesa de Alba. La mujer de los 16 nombres y los 40 títulos nobiliarios ha pasado a la historia como una de las figuras más importantes de nuestro país.

Pese a los grandes lujos de su infancia y al gran carisma de su madre, su hijo Cayetano Martínez de Irujo confiesa que su infancia no fue feliz. Según nos cuenta, él era el «niño mimado» hasta que nació Eugenia y vivir en un palacio no fue nada fácil.

«Nos dejaban jugar poco», asegura. Cayetano señala que a raíz de aquello, desarrolló un trauma que ha tardado 10 años en superar gracias a la terapia. En 2014 se internó durante seis semanas en un centro en Estados Unidos que le ayudó a procesar toda aquella soledad.

Hubo algo que, pese a las terapias, se enquistó en la mente de Cayetano: la muerte de su padre. La duquesa decidió ocultarle a sus hijos la leucemia que sufría y ellos no pudieron despedirse como quisieron: «Mi madre en eso se equivocó».

Sin embargo, pese a las tensiones y los traumas, su relación con Cayetana mejoró, hasta el punto de que le concedió el título de duque de Arjona. «Me siento el elegido de mi madre«, confiesa.

Durante sus últimos años, Cayetano ha mantenido vivo el recuerdo de su familia y de su madre, aunque la relación con sus hermanos no pasa por su mejor momento.

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