Pasaban las tres de la tarde cuando Alberto Núñez Feijóo regresó a su escaño el miércoles pasado para escuchar los cinco minutos de réplica de la diputada Ester Muñoz en la comparecencia de Teresa Ribera sobre la gestión de la DANA en Valencia. No siempre lo hace pero ese día quería estar. El PP llevaba días inmerso en una operación política de desgaste contra la ministra de Transición Ecológica, que en mitad del pleno ya supo que tenía luz verde para ser vicepresidenta de la Comisión Europea. Los conservadores aspiraban a que no fuera tan rápido.
Aún así, habían planteado ese debate como un asunto clave, conscientes de que en Europa estaban pendientes y, sobre todo, porque todo lo que allí se discutiera podrá tener repercusiones a futuro. También era la manera, explicaban en el PP, de poner encima de la mesa su relato de los hechos después de que la Generalitat haya asumido casi todo el coste político de una tragedia sin precedentes en la historia reciente de España -221 fallecidos-. El Ministerio, único competente en el aviso del riesgo de desbordamiento de ríos y barrancos, ha instalado la idea de que no tuvo responsabilidad.
Y la encargada para defender esa posición del PP y tratar de arrinconar a Ribera -una de las ministras más consolidadas de todo el Gobierno y que tiene la mayor capacitación técnica- fue la leonesa Ester Muñoz (39 años), que ha cumplido ahora un año como diputada nacional. Antes fue senadora y delegada territorial de la Junta de Castilla y León en su provincia, responsabilidad a la que ha aludido estos días al analizar cómo se gestionan las emergencias -en su caso, por ejemplo, los incendios- y reprochar al Gobierno central la falta de coordinación y el abandono hacia la Comunidad Valenciana en un momento, dijo en la tribuna, en la que tenían “la obligación legal” de tomar el mando.
Algunos diputados se sorprendieron en la elección de su bancada. Otros daban por hecho que el portavoz, Miguel Tellado, asumiría la comparecencia dada la relevancia del debate. Pero fue precisamente Tellado quien desde el principio propuso a Muñoz y la decisión fue avalada por Feijóo. El 30 de octubre -tras la noche de la trágica DANA y cuando todavía los muertos no alcanzaban oficialmente la cifra de 50- la diputada leonesa enfiló la Carrera de San Jerónimo con la cara desencajada. Las informaciones que le llegaban eran de una auténtica catástrofe. Fue la primera diputada -intervenía antes que Tellado- que en la sesión de control pidió suspender el pleno donde estaban controlando al Gobierno. “No tengo ninguna gana de preguntar por nada en un día como hoy”, le dijo a Yolanda Díaz.
Desde ese día ha estado en todas las reuniones importantes del PP sobre la DANA -incluida la que mantuvo Feijóo con los presidentes autonómicos y Carlos Mazón- y ha elaborado papeles para el líder del PP, estudiando la legislación a fondo, buscando antecedentes y repasando todos los protocolos que existen. Aunque no fuera de su competencia, decidió entrar en el tema a fondo. Y como se vio en el pleno del Congreso, conoce al detalle la cronología de las horas más negras de aquella jornada. También de las posteriores.
En estos días ha tenido apariciones en debates televisivos y ha defendido la posición del PP cuando otros no querían, mientras toda la presión se ceñía sobre Mazón y su Consell. La comparecencia del pasado miércoles sonaba como recompensa, pero en realidad era una prueba de fuego.
Desde que Feijóo amplió el comité de dirección y dio entrada a nuevos rostros -con la obsesión de que hubiera más mujeres- Ester Muñoz fue ganando peso en el partido. A menudo -y sin ostentar ninguna portavocía sobre el papel- intervenía en medios y daba ruedas de prensa. Su nombre está asociado al de las voces duras, como ha demostrado en algunas ocasiones subiendo mucho el tono contra el presidente del Gobierno y su esposa, Begoña Gómez, que ya estaba investigada en la justicia. Algunas le han llevado a cosechar fuertes críticas fuera y dentro del partido.
La comparación con el portavoz nacional, Borja Sémper, es habitual en el debate interno. Representan dos formas de comunicar la posición de los conservadores, y en los últimos tiempos el diputado por Madrid ha perdido influencia.
En el entorno de Feijóo reconocen que la comparecencia de Ribera era un punto de inflexión porque Muñoz debía encontrar un equilibrio entre la dureza que representa y la solvencia que exigía una intervención con dificultades técnicas que, además, buscaba evidenciar la responsabilidad fallida del Ministerio en la crisis.
El núcleo duro conservado salió satisfecho con el resultado y ahora reconocen que Muñoz se ha consolidado como una de las voces con autoridad y futuro dentro del partido. Algunos dirigentes creen que acabará ostentando una portavocía y otros dan por hecho que independientemente de lo que ponga en el organigrama, ganará presencia a todos los niveles.