En marzo de 2022, un mes después de haber empezado la guerra en Ucrania, suena un teléfono en Madrid. El Ejército de Volodomir Zelenski busca por todos lados material para defenderse de la invasión rusa. De todo: fusiles, armamento, granadas, pistolas, comunicaciones… y también chalecos antibala para proteger a sus soldados. Recurren a todos sus contactos, hasta que a una empresa belga, con sede en Móstoles, llega la información de que los dueños -ahora fuera de la compañía- de SDLE, una sociedad de defensa española, tenía stock para vender.

La historia de estos chalecos, 2.850 de cuatro placas protectoras cada uno, es rocambolesca. Llevaban años almacenados en una nave de la capital, a la espera de conseguir comprador. Los fundadores de la empresa española, Aurelio y Manuel Estrella Río -que saltaron a los medios por una operación de la Policía-, los consiguieron en 2016 de la italiana MES, una potencia industrial en el mundo militar. Su dueño, Stefano Maccagnani se los dejó en depósito. Es decir, que nunca se los vendió. El trato era que cuando consiguiesen colocarlos en algún lugar del mundo, los españoles abonarían el precio acordado, 3,1 millones de euros.

Con la guerra en Ucrania, vieron su oportunidad. La empresa belga llamó a la española para interesarse por los chalecos. El Ministerio de Defensa del país necesitaba protecciones de nivel 4. Los entonces dueños de SDLE aseguraron tenerlos. Para corroborarlo, entregaron una certificación de la Dirección General de Armas y Explosivos (DAEX) de Venezuela. Según la documentación en poder de El Independiente, el organismo bolivariano dio por bueno el nivel cuatro de los chalecos. El docuemento fue expedido en julio de 2017 y tenía validez por un año.

La certificación está a nombre de la empresa Venproca. Este periódico se ha puesto en contacto con el entorno de Aurelio Estrella, que asegura que su empresa nunca hizo certificaciones, aunque sí que enviaron muestras a terceros y que eran ellos quienes las pedían hacían. También que el empresario «siempre fue muy claro» en cuanto a que su producto era de nivel 3, aunque en la factura que emitió a los belgas se refiere al producto como «chaleco antibalas nivel 4 full».

Venta desde una patrimonial

Finales de marzo de 2022. Los belgas contactan con Aurelio Estrella, que les ofrece los chalecos. El trato se cierra en poco más de tres millones de euros. El pack de cuatro placas salía a 842,4 euros, mientras que el chaleco a 234 cada uno. La venta, sin embargo, no se hizo desde SDLE, si no a través de una empresa patrimonial de Aurelio Estrella, Clars 2021 SL. En la actualidad todavía es de su propiedad. Este periódico tiene en su poder la factura de venta y una carta en la que confrimaba que los chalecos nivel cuatro eran suyos, aunque el sello a pie de página es el de una empresa de su hermano, Manuel Estrella, de nombre Estmir 2021 SL. La venta se cerró en poco más de 3 millones de euros.

Las empresas no autorizadas, como las que se usan para la compra y la venta de inmuebles, no pueden vender material de defensa ni de doble uso. Fuentes del entorno de Estrella aseguran que se hizo así por «recomendación de los abogados» que entonces tenían.

Sin embargo, un mes antes de vender el producto a los belgas, SDLE intentó que lo comprase el ejército de Zelenski directamente. En la oferta, en posesión de este periódico, la empresa española dice que las placas antibalas eran de nivel tres, pero al final del documento reseñaron el chaleco completo como rango cuatro. «Sugerían que con la tela que las portaba se incrementaba el nivel, pero era un material normal, no con un recubrimiento especial como pudiese ser el kevlar», asegura una fuente autorizada conocedora de primera mano de todo el proceso

El enfado ucraniano

El avance de la guerra en Ucrania, de la que ya cuentan más de 1.000 días, ha levantado casos de corrupción y pufos en la compra de armamento. En septiembre de 2023, Zelenski destituyó a su ministro de Defensa, Oleksi Reznikov, por este motivo. También entró en la cárcel también está un general, encargado de los contratos militares. En la investigación se incluyeron un motón de adquisiciones, entre los que estaban los chalecos que salieron de las naves del antiguo dueño de SDLE.

El ejército ucraniano necesitaba chalecos nivel 4, resistentes en combates con fusil y, sobre todo, contra las balas de los francotiradores rusos, los fusiles Dragunov. Pero lo que les había llegado era nivel 3 plus. Comprobaron el fabricante, la italiana MES, y se pusieron en contacto con el Ministerio de Defensa del país, que hizo lo propio con Maccagnani, el propietario.

El empresario no entendía que había pasado. Sus chalecos, que no había vendido si no que estaban en depósito en manos de SDLE, habían acabado en el frente ucraniano. Llamó entonces a la empresa belga para pedir explicaciones. Uno de sus responsables le enseñó toda la documentación que Aurelio Estrella le había entregado, incluyendo la carta donde decía que Clars, su empresa patrimonial, era la propietaria de los chalecos.

«Los ucranianos estaban muy enfadados por cómo se había hecho la operación», explica la fuente autorizada ya mencionada. Los chalecos no se podían vender por dos motivos: el primero es que no eran propiedad de Estrella Río, porque nunca pagó a MES, y el segundo es que para exportarlos necesitaban el visto bueno del Ministerio de Defensa italiano, como cualquier material militar.

MES llevó a Estrella Río ante el juzgado de Móstoles, donde está la sede de SDLE. En el proceso judicial consiguió que se le bloquearan las cuentas y recuperar su dinero. «En un principio reclamaron siete millones», señalan fuentes conocedoras de aquella situación. Finalmente la deuda se saldó con el dinero acordado en un principio, los 3,1 millones.

Pruebas al sur de Madrid

Antes de vender los chalecos a los belgas, los hermanos desplazaron a personal de SDLE hasta San Martín de la Vega, un pequeño municipio al sur de Madrid. Allí, en las instalaciones de la empresa Pbtrans, donde guardaban las placas de seguridad y más material militar, según confirman fuentes conocedoras. Recontaron el número de productos e hicieron inventario.

Tras la venta, los hermanos todavía tenían varios miles de chalecos. Intentaron darles salida. Para ello enviaron muestras a distintos países: Suecia, Alemania, Senegal o Libia, entre otros. Pero necesitaba la tela que soportase las placas. Entre mediados de 2022 y principios de 2023, mantuvieron reuniones y encuentros con un proveedor de material de defensa que responde a las siglas de R. M G. Esta persona, junto a un colaborador, realizaron pruebas de resistencia en una finca de Valladolid.

«Vieron que las placas no eran de la clasificación que SDLE certificaba por las muestras de los impactos. El trauma que dejaban los impactos era muy contundente con munición de guerra y totalmente inútiles frente a munición perforante», dice una tercera fuente, sabedora de estos testeos.

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