1. Puertas al pasado
  2. Tesoros góticos y monumentales
  3. La esencia del vino
  4. Naturaleza y paisaje

Cuando se aproxima a Laguardia, la capital de la Rioja Alavesa, la percepción y el pensamiento se llenan de imágenes y conceptos que evocan tradición y belleza: el vino, las colinas, las bodegas contemporáneas que surgen entre los viñedos, y el majestuoso contraste entre sus campanarios y la Sierra de Cantabria al final. No obstante, al llegar y abandonar el vehículo, esta encantadora localidad muestra una asombrosa transformación. Ingresar a Laguardia implica retroceder en el tiempo, inmerso en un panorama medieval que resuena con vida en cada piedra.

Puertas al pasado

Para entrar al casco histórico de Laguardia, es necesario atravesar sus puertas fortificadas, recuerdos de una época como villa amurallada. La puerta de Carnicerías es la más transitada, que une el animado siglo XXI con la Plaza Mayor, el núcleo central de la localidad. Una vez en el interior, el entorno sufre una transformación drástica: vías empedradas, construcciones de piedra y un ambiente que parece llevarte siglos atrás.

La planificación urbana mantiene su forma de almendra, concebida para simplificar la defensa durante periodos de conflicto. Explorar sus calles es adentrarse en espacios repletos de historia y encanto, donde cada rincón refleja una porción del patrimonio de este pueblo único.

Tesoros góticos y monumentales

El pórtico de Santa María de los Reyes, uno de los principales encantos de Laguardia, es una joya del gótico que se remonta al siglo XIV. Su mayor característica es que todavía mantiene su policromía original, un detalle sobresaliente atribuido al atrio añadido en el siglo XVI, que resguardó esta joya arquitectónica de los daños del tiempo y las condiciones climáticas adversas. Una visita guiada a este pórtico no solo brinda la oportunidad de apreciar su escultura de gran belleza, sino también de entender la importancia artística y religiosa de aquel período.

La torre abacial se eleva junto a Santa María, un majestuoso emblema de autoridad eclesiástica. Sin embargo, Laguardia no solo se distingue por su herencia religiosa. El hogar de Félix María Samaniego, reconocido escritor de cuentos originario de este pueblo, es otro sitio de relevancia histórica. En su memoria, se han ubicado alusiones a sus relatos en el pueblo, transformando su trabajo en una razón más para recorrer sus calles.

Por otro lado, Laguardia también acoge joyas arqueológicas como el estanque celtibérico de La Barbacana, una edificación del primer siglo antes de Cristo que impresiona por su ingeniería y utilidad en tiempos alejados. La iglesia de San Juan Bautista, con su estructura octogonal e impresionantes retablos, enriquece un conjunto de monumentos que cautivan a los turistas.

La esencia del vino

En Laguardia, el vino no solo constituye un producto, sino que también forma parte de la identidad de la localidad. Se percibe la tradición vinícola en cada esquina, desde las múltiples bodegas que circundan el pueblo hasta los calados subterráneos que se expanden bajo las viviendas del casco histórico. Estas antiguas galerías, inicialmente diseñadas para guardar vino, se han modificado para acoger visitantes, proporcionar catas y degustaciones, o servir pintxos con los mejores caldos de la zona.

Adicionalmente, Laguardia fusiona lo más destacado de la historia y la actualidad en sus bodegas contemporáneas, donde la tradición vitivinícola se fusiona con la innovación en la arquitectura. Algunas de estas bodegas, creadas por prestigiosos arquitectos, se han transformado en verdaderos lugares de interés en la región.

Naturaleza y paisaje

La localización de Laguardia, en una colina que se destaca sobre las cumbres de la Rioja Alavesa, la hace un sitio privilegiado para gozar de vistas impresionantes. Desde sus miradores, es posible observar los amplios terrenos de vid que se prolongan hasta el ocaso, con la Sierra de Cantabria sirviendo de escenario. Esta vinculación con el medio ambiente motiva a los turistas a explorar los alrededores, tanto a pie como en bicicleta, eligiendo senderos que fusionan paisaje, historia y enología.
 

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