Ánxel Lema vive en Sada (A Coruña), y su vida cambió radicalmente hace 17 años. Se dirigía en moto a la ciudad herculina a trabajar cuando invadió su carril un coche cuyo conductor se vio cegado por la luz del sol. No se acuerda de nada, porque estuvo un mes en coma, pero hay algo que hace que no se le olvide nunca aquel día: la pierna ortopédica que debe usar porque el impacto le seccionó la suya. “Estuve muy grave”, recalca.
Desde entonces, ha ido rehaciendo su vida. Fisioterapia, tratamientos y salir de casa, aunque el cuerpo pida un descanso Él tenía clara una cosa: aunque no pudo volver a trabajar, no iba a a quedar parado.
Su anterior labor era electricista, y la discapacidad sobrevenida hizo imposible que retomara su oficio. Pero, sin embargo, eso no fue sinónimo de resignación. “No puedo quedarme en casa. No, porque me gustaba hacer deporte y hago vela, hago canoa, gimnasio, o piscina…”, confiesa. Además de eso, “intento ayudar a la gente”. Eso sí, aclara, “sin ánimo de lucro”.
Una asociación para personas amputadas
Como él, unas 60 personas forman en Galicia la Asociación Gallega de Personas Amputadas (AGAPA) Participan en charlas en campañas de concienciación pero también prestan apoyo, con servicios como fisioterapia o asesoramiento sobre cuestiones como la ortopedia. Él, por ejemplo, lleva cinco prótesis distintas de pierna desde el accidente, y no son precisamente baratas.
“Intentamos que las ortopedias nos hagan mejores prótesis. Ahora estamos con poniendo prótesis electrónicas, que antes no nos ponían. A mayores, conseguimos que la Xunta de Galicia nos pagase el copago de las piernas electrónicas”, resume, porque “es calidad de vida”. Su pierma artificial, actualmente, es una de estas: “Tuve que comprar dos. Eso son dos coches de alta gama, ¿eh?”.
lo que no consiguió en 17 años
Aunque su vitalidad sea contagiosa, la vida de Ánxel no es un camino de rosas. Cada cierto tiempo tiene que renunciar a su pierna ortopédica porque un uso prolongado le genera problemas como llagas o heridas. Y, 17 años después del accidente, hay algo que no ha conseguido. Parece surrealista, pero en su ayuntamiento no le conceden la tarjeta de aparcamiento para poder estacionar en zonas reservadas a personas con movilidad reducida.
“Decían que estaba apto para el autobús”, recuerda. Los buses, recuerda, antes ni siquiera estaban “adaptados”. Aun así, hoy en día, recuerda que con su pierna ortopédica, el impacto de subir o bajar “siempre tira”. Eso, cuando son las épocas de poder ponerla. Por eso, confía en que lo llamen para rectificar, porque “reclamé el pasado febrero”.
Homicidios viales
Ánxel ha sido una de las personas que ha participado hace unos días en A Coruña en un simbólico en el minuto de silencio por las víctimas de siniestros viarios, frente a la delegación del Gobierno de Galicia. Un problema enorme de salud pública, reconocen desde la DGT, con cifras inasumibles: más de 80 personas han fallecido en las carreteras gallegas en lo que va de año. Casi la mitad pertenecen a colectivos vulnerables. Motoristas, por ejemplo, como él mismo.
Entre las propuestas para no resignarse, Stop Accidentes pone sobre la mesa una: que los legisladores suprimen el término de homicidio imprudente cuando se trata de un accidente de tráfico. Un conductor, “si comete un delito lo hace a sabiendas del daño que va a causar”, considera Jeanne Picard, vicepresidenta de la entidad.
“No es un homicidio imprudente matar con exceso de alcohol, velocidad, droga, etcétera, sin cumplir las normas. Es un homicidio vial”, ha abogado. Además, “pedimos juzgados especializados en el tráfico, porque una justicia lenta no es justicia”.
Desde la delegación del Gobierno en Galicia reiteran que intensificarán la vigilancia y las sanciones para expulsar a los delincuentes viales de las carreteras.