Suele decirse que las farmacias, hospitalarias y comunitarias, se enfrentan día a día al problema del desabastecimiento de medicamentos. Pero esto no es del todo cierto: es el paciente el que se enfrenta a esta realidad cada vez más común, y eso no solo puede suponer un problema muy importante en la adherencia al tratamiento, también supone una quiebra en la confianza del enfermo en el sistema sanitario.
Este fenómeno se ha intensificado en los últimos años debido a varios factores, incluyendo problemas de fabricación y distribución, y un aumento inesperado en la demanda de ciertos medicamentos en diferentes épocas del año, muchas veces como consecuencia del cambio climático, que desestacionaliza los periodos tradicionales de enfermedades como la gripe o provoca la aparición de vectores transmisores de enfermedades propias de otras latitudes en donde antes no existían.
Cuando escribo estas letras, hay 729 presentaciones de medicamentos con problemas de suministro activos y 983 presentaciones con problemas de suministro resueltos en los últimos seis meses. Con esto quiero decir que la situación es sensiblemente menos mala, que no mejor, de lo que era hace 12 meses.
Cuando me preguntan por desabastecimientos o problemas de suministro, siempre matizo los datos y los explico. La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios, la Aemps, da sus cifras diariamente, y hoy son 729 y 983. Se trata de presentaciones de medicamentos, no de principios activos. Esto es: podrán estar en falta algunas de las formas que conocemos de tomar paracetamol, pero sigue habiendo paracetamol en otras formas farmacéuticas a disposición de los pacientes. Y esta explicación vale también para los productos sanitarios (sondas, bolsas de orina y de coleostomía…).
En las farmacias comunitarias, el desabastecimiento se traduce en dificultades para los pacientes que necesitan medicamentos esenciales. Los farmacéuticos comunitarios deben estar constantemente informados sobre la disponibilidad de medicamentos a través de la Aemps, que publica regularmente actualizaciones sobre los problemas de suministro.
El actual sistema en Canarias complica la solución. Para empezar, al no contar con una comunicación directa institucionalizada entre los agentes de la Atención Primaria, prescriptor y dispensador, resulta complejo al profesional farmacéutico comunitario informar al médico o a la enfermera de los problemas de suministro de medicamentos concretos. Y como tampoco tenemos autorización -aunque contemos con capacitación para ello- para cambiar la presentación prescrita por otra del mismo principio activo, el paciente debe volver al centro de salud para solicitar el cambio, lo que supone un retraso en el inicio del tratamiento, la suspensión de este por un tiempo o la pérdida de adherencia a un tratamiento ya instaurado.
Por otra parte, debido a las condiciones de insularidad, doble insularidad y hasta triple insularidad que tenemos en nuestras maravillosas Islas Canarias, las cooperativas farmacéuticas y los distribuidores de medicamentos y productos sanitarios tienen aquí de forma normalizada un stock que cubre tres, cuatro semanas o incluso algo más, unos plazos mucho mayores de lo que se contempla en el territorio peninsular. Esto hace que los problemas de escasez en el suministro o desabastecimiento lleguen algo más tarde que al resto del país y permitan, con ese aviso previo, ir preparando alguna medida que pueda mitigar el problema. La contrapartida es que cuando se va restableciendo la normalidad en el suministro, también esta nos llega con retraso frente a las CC.AA. peninsulares, porque los envíos a Canarias se hacen mayoritariamente por barco, a lo que hay que sumar el tiempo que supone el paso por aduana.
En el ámbito hospitalario, el desabastecimiento puede tener consecuencias graves para los pacientes que requieren tratamientos específicos y continuos. Los servicios de farmacia hospitalaria deben coordinarse estrechamente con la Aemps y otros organismos para asegurar que los medicamentos críticos estén disponibles. En algunos casos, se recurre a la importación de medicamentos extranjeros o a la autorización de comercialización excepcional para cubrir las necesidades urgentes. En cualquiera de los casos, para los compañeros y compañeras que trabajan en este servicio supone un importante estrés, ya que de esas gestiones puede depender la calidad de vida de un paciente o algo más.
Como todos los problemas, el desabastecimiento tiene posibles soluciones, y lo que aún es más factible, hay alternativas de gestión que puede paliar sus consecuencias.
Por otro lado, las farmacias de Las Palmas, como las de toda España, tienen acceso a una plataforma elaborada por el Consejo General de Colegios Farmacéuticos, FarmaHelp, una herramienta digital que permite a su personal informar al paciente sobre la existencia, o no, en una botica cercana, del medicamento que busca en caso de carecer del mismo, evitando que el enfermo o su familiar tenga que hacer una peregrinación para localizarlo.
La comunicación directa desde las farmacias con los médicos de Atención Primaria en ambos sentidos es una medida que se aplica con éxito en otras comunidades autónomas, y no solo serviría para este tipo de problemas. Contraindicaciones e interacciones con otros medicamentos que consume el usuario, efectos secundarios, alternativas, etcétera, son cuestiones que podrían resolverse rápida y fácilmente.
Por otra parte, Europa en general y España en particular deben decidir si quieren seguir dependiendo de producciones externas de principios activos y materiales de acondicionamiento, especialmente de Asia, valorando si los ahorros de costes que supone la globalización en este campo justifican los riesgos para la salud de la ciudadanía europea.
Habrá que plantearse si cabe permitir la comercialización de medicamentos acondicionados para otros países o con especificaciones ligeramente distintas, siempre que los organismos de control para los medicamentos lo consideren seguros.
Por otra parte, el suministro limitado de unidades que se viene aplicando por la distribución farmacéutica en casos de escasez de determinados medicamentos para asegurar una distribución equitativa es un remedio, no una solución.
En definitiva, la escasez o el desabastecimiento de medicamentos es un desafío cada vez más presente que requiere la colaboración de todos los actores en la cadena de suministro para garantizar que ningún paciente vea interrumpido su tratamiento. Y la adopción de medidas estratégicas por parte de las administraciones europeas, centrales y autonómicas para dar soluciones y evitar consecuencias es algo urgente, aunque en el mejor de esos casos estas soluciones llegarían a medio plazo.
Loreto Gómez es Presidenta del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Las Palmas.
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