El 18 de febrero de este año el PSdeG-PSOE experimentó el mayor golpe electoral de su historia y entró en una crisis que, paradójicamente, no abrió la caja de los truenos interna, como tradicionalmente ha sucedido en una federación socialista que ha necesitado siempre cierta tensión en sus filas para sentirse viva. Aquel día obtuvo tan solo nueve diputados en un Parlamento gallego compuesto de 75 asientos, se dejó cinco tras el hasta entonces peor resultado de 2020 -empatado con 2016- y vio cómo el PP obtenía su quinta mayoría absoluta consecutiva y el BNG alcanzaba su récord con 25, convirtiéndose en la gran referencia de la oposición de izquierdas.
Los socialistas gallegos habían estado esperando cual hijo pródigo el regreso de José Ramón Gómez Besteiro, el líder al que varias causas judiciales que acabaron siendo archivadas apartaron de la política siete años justo cuando lideraba el partido y estaba a punto de ser candidato en 2016. Este retorno se vio también afectado por las comparaciones con Lionel Messi que algunos pesos pesados del PSdeG realizaron entre el lucense y el astro argentino.
Además de la fe en sus posibilidades, el partido sumaba la buena relación de Besteiro con el presidente del Gobierno y jefe socialista, Pedro Sánchez, y la ausencia de alternativa. Así lo confesó un alto cargo del partido en la romería socialista de septiembre del año pasado en Sigüeiro, cerca de Santiago, en la que el lucense ya se encontraba en boca de todos, pero permaneció “mudo” porque su designación como líder aún no se había cerrado a falta de las últimas imputaciones por ser archivadas. “Si bajase ahora mismo la Virgen y te dijese: elige a uno para ser candidato… Pues es el que hay”, contaba ese socialista aquel día.
Desde entonces, Besteiro carga con la losa del peor resultado en la historia de su formación y los problemas para lograr colocar su voz entre un duelo polarizado Alfonso Rueda-Ana Pontón, presidente de Xunta y PP y la líder del BNG, respectivamente. Los socialistas buscan su sitio, así como Besteiro prosigue tratando de hallar su tono. “Le falta rodaje, pero poco a poco emergerán sus virtudes”, sostiene un miembro del partido que impulsó su llegada al timón del partido.
Su liderazgo es incuestionable por varios motivos, el primero de los cuales se basa en la ausencia de un mirlo blanco que permita confiar en las ventajas de una alternativa, pero los grandes pesos pesados actuales en el socialismo gallego, que son los alcaldes y el poder local, tampoco se prodigan en alabanzas a Besteiro. Su poder es clave, pues gobiernan tres de las siete ciudades de la comunidad (Vigo, A Coruña y Lugo, tras perder Santiago y Ferrol en las últimas municipales) y las diputaciones de A Coruña y Lugo (perdieron Pontevedra).
Los socialistas gallegos mantienen un momento de incertidumbre, pensando en aguantar la legislatura para confiar en remontar posiciones en 2028 y decidir su hoja de ruta entonces. El PSdeG ha vivido siempre una relación simbiótica con Ferraz, hasta el punto de que rivales e incluso aliados siempre les cuelgan el sambenito peyorativo de “sucursal” del cuartel general.
El mantenimiento de Sánchez en Moncloa permitiría insuflar algo de aire en sus velas, pero también limita sus movimientos, pues los problemas del Gobierno acaban convirtiéndose en piedras que la Xunta le arroja, acostumbrada a ejercer de fiscalizadora de su oposición.
Un elemento, sin embargo, define el peso del PSdeG en Moncloa. Los descuentos en la Autopista del Atlántico (AP-9), la principal vía de comunicación gallega que conecta Vigo y A Coruña y todo el litoral atlántico, iban a aplicarse a principios de año, pero solo han recibido el visto bueno hace un mes. La gratuidad prometida por Besteiro en campaña electoral ha quedado enterrada, igual que el posible rescate de la concesión privada, a favor del cual ha votado el PSOE gallego. Tampoco se avala la cesión de la titularidad de la vía, que se apoya en Galicia y se bloquea en Madrid.
En este contexto de debilidad y con un Besteiro considerado “sanchista”, no se percibe ningún motivo que provoque algún tipo de crítica desde la federación gallega hacia la cúpula del partido ni en el congreso federal, ni después de él. Tampoco alzó la voz contra el cupo catalán, a pesar de que voces académicas apuntan que Galicia podría ser de las grandes damnificadas, ni cuando el Gobierno priorizó el AVE entre Madrid y Lisboa y no el enlace con Vigo.
La presencia gallega en la ejecutiva federal, de todos modos, será testimonial. Ahora cuenta con los alcaldes de Vigo, Abel Caballero, y A Coruña, Inés Rey, y con la secretaria de Estado de Migraciones. En cambio, al menos no habrá peleas por ocupar un asiento en Ferraz. De hecho, no existieron pugnas por figurar en las listas de representantes en la cumbre federal, síntoma de la ausencia de guerras internas en una federación socialistas como la gallega, habituada a pelear entre sí y establecer pactos y cuotas para mantener el equilibrio. Ahora mismo, Besteiro carece de oposición interna ante la titánica tarea de resucitar a un partido en su peor momento electoral.