Ha transcurrido casi una década. De asaltar el cielo europeo, de cambiar la política europea para siempre, de acabar con la austeridad de Bruselas a hundirse en las encuestas griegas y a verse embarrada en una guerra interna a la que no se le ven fin.
En enero de 2015, un joven y popular Alexis Tsipras llegaba a la oficina de primer ministro griego para, como ejemplo de lo que tenía que llegar al viejo continente, cambiarlo todo en Europa. Este domingo, su partido, Syriza, elegirá nuevo líder en unas primarias que, esperan los dirigentes del partido, puedan terminar con el último año de cuchillos en la espalda, disputas internas, escisiones y conflictos internos aireados en público.
Los candidatos para el liderazgo del histórico partido izquierdista son cuatro: Sokratis Famellos, líder del grupo parlamentario de Syriza; Nikolas Farantouris, eurodiputado del partido; Apostolos Gletsos, diputado en el Parlamento griego y famoso actor heleno; y Pavlos Polakis, veterano miembro de Syriza y antiguo viceministro de Interior y Salud en los dos gobiernos de Tsipras.
Uno de ellos será el sucesor del hasta ahora el líder del partido, Stéfanos Kaselakis, que ganó otras primarias hace justo un año. Este antiguo banquero de Goldman Sachs, con un estilo personalista, poco dialogante y distante con las bases, ha sido duramente criticado por los históricos de Syriza, que veían al político de 36 años como un extraño, llegado de la nada —Kaselakis ha vivido la mayoría de su vida en Estados Unidos y habla mejor en inglés que en griego— y sin apenas ideología política.
Kaselakis, de hecho, fue expulsado de la dirección del partido en septiembre de este año en un congreso extraordinario del partido realizado para presentar una moción de censura al entonces dirigente de Syriza.
Según la prensa griega, Kaselakis quiso, en un primer momento, presentarse de nuevo a las primarias que tendrán lugar este domingo, pero el comité central de la formación no se lo permitió. En respuesta, el joven político ha formado un nuevo partido, que aún no tiene nombre.
«El congreso de septiembre fue una oportunidad perdida para el diálogo y la reconciliación dentro del partido. La brecha ideológica cada vez más grande dentro de la formación no era tan solo sobre el liderazgo de Kaselakis, sino sobre la pregunta fundamental de qué papel debe representar Syriza en la política griega contemporánea«, escribe Emilia Salvanu, profesora de la Universidad de Tesalia.
Una defunción política
Cuando sea fundada la nueva formación de Kaselakis, esta supondrá la tercera escisión de Syriza desde la existencia de la formación griega, fundada en 2012 como partido. Con Kaselakis, de hecho, se han marchado varios diputados en el Parlamento griego, lo que ha hecho que Syriza empate en diputados con el Pasok, de centroizquierda. Syriza ha perdido —por culpa de las dimisiones de parlamentarios del partido— la posición de liderazgo en la oposición. Es el Pasok quien lidera ahora las formaciones contrarias a la gobernante Nueva Democracia (ND), comandada por el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis.
Así lo atestiguan las encuestas: según la media de sondeos, Syriza se encuentra en torno al 5% de los votos —en las últimas elecciones consiguió el 20%—. Sería la quinta fuerza y se situaría a años luz de los dos partidos con más intención de voto: la conservadora ND, con el 30%; y el Pasok, con el 19%.
«Stéfanos Kaselakis, el hombre al que muchos vieron como el mesías —ha dicho esta semana Stelios Kuloglu, un antiguo diputado de Syriza—, será recordado como el enterrador que sepultó el cadáver del partido mientras lo que tenía que hacer era vigilar por su salud».
La guerra entre Kaselakis y Syriza, en la actualidad, es tal, que el partido ha reclamado este mes a su anterior líder que haga pública su declaración de bienes, y ha pedido a la fiscalía griega que investigue si Kaselakis tiene participaciones y capital invertido en compañías off shore en el extranjero.
«Muchos votantes de Syriza ahora se han quedado huérfanos —considera Salvanu—. Y la emergencia de nuevos partidos y movimientos en la izquierda griega no hace que fragmentar aún más la oposición a Nueva Democracia. Mientras tanto, Syriza parece haber perdido por completo su dominancia de su espacio político, y su nuevo liderazgo deberá enfrentarse al reto doble de reconstruir de nuevo un partido roto y lidiar con un rol en la política helena cada vez más secundario».