Saben de sobra que los derbis son otro mundo. Partidos completamente distintos. No importa qué equipo esté más arriba en la clasificación, lleve más victorias, haya marcado/encajado más goles, tenga mejores sensaciones… porque en un derbi puede pasar absolutamente de todo.
Objetivos distintos y dinámicas opuestas, pero puntuar se antojaba extremamente necesario para ambos. El Girona quería apuntando a Europa y coger confianza de cara a la ‘final’ del miércoles ante el Sturm Graz; el Espanyol salir del descenso, inmerso en uno de los momentos más delicados de su historia. Solo ocho enfrentamientos, pero una rivalidad brutal.
UN REPASO EN MEDIA HORA
Pues olvídense de todo eso. Olvídense de que en los derbis se igualan las fuerzas, porque el Girona se cargó al RCD Espanyol en menos de media hora. Sí, cómo leen. Míchel le ganó la partida a Manolo en los banquillos. Un equipo coral, agresivo, implicado y tremendamente motivado pasó por encima de un Espanyol que si no estaba ya en la cuerda floja, ahora está en una situación límite, precaria.
A Míchel le venía de lujo este parón. Era oxígeno puro para su plantilla, para que los más fatigados tuvieran tiempo para recuperar y los lesionados salieran de la enfermería. Y llegaron las buenas noticias: Krejci, Francés, Iván Martín, Asprilla, Solís, Danjuma y Tsygankov ya estaban de vuelta.
De hecho, tanto el checo como el colombiano partieron de inicio en ese esquema tan impredecible (por la ubicación de los jugadores sobre el césped) de Míchel. Con balón, línea de tres centrales y Arnau ocuparía zonas interiores, tal y como venía haciendo últimamente. Extremos pegaditos a la línea de cal y, Miguel, el verso libre del técnico madrileño.
Aún no lo sabía, pero Montilivi sería testigo de un auténtico recital de los suyos. De un baño. La superioridad del Girona fue total en todas y cada una de las fases del juego. Y la efectividad de cara a portería fue inmejorable.
IMPARABLE BRYAN GIL
Bryan Gil estuvo desatado. Hizo lo que quiso por ‘su’ banda izquierda. No había quién le parara los pies. Y fue él quien empezó la fiesta en Montilivi. Ni cinco minutos habían transcurrido cuando Bryan batió a Joan Garcia con un disparo cruzado, directo a la base del palo. Salió muy bien el equipo de la presión ‘perica’, recibió Miovski, que cayó a banda izquierda, vio a Bryan cabalgar por el costado derecho y le filtró el balón.
El Girona se empezaba a gustar, circulando a placer ante una presión inexistente de un Espanyol que apenas tenía fuerzas para remar. Y, Miovski, que estaba especialmente activo, no tardó en poner el segundo.
DOBLETE DE MIOVSKI
Bryan, de nuevo protagonista, condujo hasta línea de fondo (sin oposición alguna), centró, hasta en dos ocasione, porque el rechace de Cabrera le volvió a caer, y el macedonio remató a placer.
Lo celebró con rabia, muchísima euforia. Tan solo cinco minutos después, volvería a deslizar sus rodillas en el césped de Montilivi. Esta vez, para culminar una acción que nació de una pared entre Bryan y Miguel.
Los de Manolo no conectaban más de cuatro pases seguidos. Se les veía vaguear por el césped, sin alma. Sin capacidad de respuesta. Y les cayó el cuarto, de Krejci, que remató un córner que peinó en primera instancia Van de Beek.
La ‘chicha’ se quedó en la primera mitad. Monólogo del Girona en la posesión, un par de ocasiones claras y poquito de un Espanyol que como mínimo logró ‘maquillar’ el resultado con un tiro desde la frontal de Puado.
Regresaron también Iván Martín, Danjuma y Tsygankov, además de Stuani, que gozó de varios minutos. Y Míchel premió a Selvi, que ingresó en el tramo final. Sin duda alguna, el Girona llega reforzado para afrontar la ‘final’ del miércoles.