Neveras, lavadoras, camiones, trailers, microplásticos, medicamentos, aceites o pinturas son algunos de los residuos que, desde el 29 de octubre, puede encontrar un paseante en l’Albufera tras la dana. Una Albufera que se encontraba, ya antes de la catástrofe, en unas condiciones medioambientales delicadas en cuanto a la calidad y la cantidad de agua, entre otras cosas, y que ahora enfrenta una situación de “desastre ambiental”. En las imágenes, algunas zonas de marjal parecen un vertedero. En algunos puntos, la lámina de agua es ahora un fangar en el que hay barcas encalladas que antes flotaban. Los expertos aseguran que todavía no se han podido hacer mediciones ni análisis detallados que confirmen o alejen la posibilidad de contaminación de las aguas. También, que los ecosistemas tienden a reequilibrarse: ya se vio tras la pantanada de Tous. La situación, pues, es de “catástrofe” o “desastre” pero no irreversible: con inversión, l’Albufera podrá volver a su equilibrio. Pero su equilibrio anterior ya era precario y ahora está amenazado por los residuos industriales arrastrados por la riada, la posibilidad de que los fangos estén contaminados, la colmatación de los fondos, el impacto sobre las especies o las aguas residuales que pueden pasar a la laguna ante el colapso de algunas depuradoras.
“Es recuperable, es cuestión de invertir y reparar los daños, de forma que estamos hablando de un problema grave pero no de una situación desesperada, porque tiene solución”, apunta el presidente de la Junta Rectora del Parc Natural, Carles Sanchis Ibor. Sobre lo que más le preocupa, lo circunscribe a tres ámbitos. El primero es la entrada de residuos sólidos procedentes sobre todo de la zona industrial de Massanassa. “Habría que retirarlos pronto porque posiblemente tengan materiales peligrosos”, apunta. El segundo, los daños en infraestructuras y motas por el efecto arrastre del agua. El tercero, sobre todo, que algunas depuradoras “no están funcionando a pleno rendimiento y las aguas residuales urbanas podrían llegar al lago a través de los barrancos”.
El 29 de octubre, una parte del agua desbordada que circulaba a gran caudal y velocidad por el nuevo cauce del Túria desembocó directamente en las playas y otra, por el barranco del Poyo, a l’Albufera. La pista de Silla hizo de “frontera artificial” y el agua desbordó a ambos lados, tanto en la marjal de Massanassa como en la de Catarroja. El recorrido del agua lo reconstruye el técnico ambiental Javier Jiménez Romo, que trabaja en el Tancat de Milia y el Tancat de l’Illa y vive en l’Albufera. “Al lago llegó una cantidad de agua sucia tremenda, que también arrastró todo lo que ha desaparecido de las casas, de los comercios y del polígono: talleres mecánicos con todos sus hidrocarburos, medicamentos del almacén farmacéutico de la zona, sacos con bolitas de polipropileno repartidas por hectáreas de arrozal, botes de combustible…”, detalla. Define el alcance de los residuos a primera vista como “monstruoso”. “Es la agresión medioambiental más fuerte que ha sufrido l’Albufera por lo menos desde que es Parque Natural”, asegura. Todo ello en un entorno que ya vivía en condiciones de un equilibrio difícil: “Nos venían restos de medicamentos y microplásticos por las plantas depuradoras, pero ahora se nos descarga un polígono industrial en la marjal norte, en el lago y las playas”, lamenta. Por eso, cree que, aunque es pronto para decirlo, “cabe esperar que la eutrofización y la presencia de contaminantes haya empeorado”. En resumen, l’Albufera vive hoy en una situación de “catástrofe medioambiental”.
La amenaza de la colmatación
Una de las ramificaciones más importantes de esa “catástrofe medioambiental” es la amenaza de la colmatación del lago, es decir, la posibilidad de que los residuos se vayan sedimentando y llenen completamente el vaso. El informe de evaluación de la situación del Servicio Devesa-Albufera del Ayuntamiento de València indica que los sedimentos alcanzan en algunos puntos más de un metro de altura. Con esa cantidad de sedimentos, en periodos de menor nivel de agua en el lago (entre el 15 de enero y el 30 de octubre) el depósito de arena emergería incluso del agua.
“Antes de la dana ya teníamos en algunos puntos un metro y medio o dos de sedimentos, e imagino que todavía más ahora, porque esto es un hondo donde va a parar todo sedimento”, explica el profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Geodésica, Cartográfica y Topográfica de la Universitat Politècnica de València Luis Blanch, también miembro de la Comisión Científica del Parc Natural. “El día de la dana se produjo una aportación tremenda de sedimentos”, explica. Aunque al día siguiente se abrieron las compuertas al mar y se pudo desaguar parte de ese agua. Pero los sedimentos, explica, “están colmatando l’Albufera y con eso reduciendo la capacidad de embalse”. La solución sería dragar parte de los fondos, hacer, sobre todo, dragados parciales en las zonas donde haya más acumulación, pero, antes de eso, Blanch reclama un estudio batimétrico. La batimetría, o representación topográfica del suelo bajo el agua, es el eterno pendiente de l’Albufera: la última se hizo en 2004 y, desde entonces, no se ha actualizado, a pesar de que, según el experto, se debería hacer una “cada dos o tres años”.
Se muestra menos alarmado el catedrático en Ecología de la Universitat de València Eduardo Vicente, que cree que habrá que esperar, primero, a que los residuos sedimenten, porque el barro, arcilla y silicatos aún están en suspensión en el agua. “Como son insolubles, a la larga se depositarán y, si nos guiamos por lo que ocurrió tras la pantanada de Tous, esos residuos harán un pequeño delta delante del barranco del Poyo del que quedará un rastro de uno o dos milímetros y ya está”, considera. En cualquier caso, apunta que “primero tiene que sedimentar para poder medir los efectos”.
Neveras, coches o plásticos flotando
Eso en los fondos. En la superficie, el daño salta a la vista. “El barranco ha arrastrado todo a su alrededor y ha llevado consigo a l’Albufera un montón de residuos humanos, urbanos y de polígonos industriales”, explica Eva Tudela, portavoz de Acció Ecologista-Agró y miembro de la Junta Rectora del Parc Natural. Estos días ha visto pasar residuos de todo tipo: “Electrodomésticos, neveras, lavadoras, un trailer, contenedores de basura”. También muchos plásticos, que define como “pequeños, rotos, mezclados con cañas y con una extensión que da miedo”. Tudela asegura que está especialmente dañada la zona de desembocadura del barranco del Poyo, donde “te puedes encontrar incluso alguna furgoneta”. Pero no solo preocupa el despliegue de vehículos siniestrados, sino también el hecho de que los líquidos de esos vehículos -sobre todo, aceites- hayan acabado dispersos por el lago.
Acció Ecologista-Agró y SEO Birdlife gestionan, en l’Albufera el Tancat de la Pipa, una reserva natural donde habían conseguido unas condiciones de calidad de agua que permitían el crecimiento de vegetación submarina y la supervivencia de determinadas especies de aves en riesgo de desaparición. “El Tancat de la Pipa ahora no está haciendo su función de filtro verde, porque el agua no está entrando, circulando con una profundidad de 30 centímetros, acumulándose en las lagunas y después volviendo a l’Albufera, que es lo que hacía”, explica Tudela. El Tancat es ahora una laguna enorme donde no circula el agua. “Las aves están encantadas, como diciendo ‘cuánta agua’, porque ahora hay una extensión enorme de zonas inundadas”, asegura la portavoz de AE-Agró. “Eso es bueno pero la calidad de agua que ha entrado no hace que mejore la calidad del lago de l’Albufera en sí”, advierte.
Un ecosistema frágil
El delegado valenciano de la entidad que congestiona el Tancat, SEO BirdLife, Mario Giménez, cree que la recuperación del ecosistema “va para largo”. “La situación que tenemos en l’Albufera es de desastre ambiental, porque no hablamos de una entrada de agua con sedimentos a un humedal natural, donde esas entradas y salidas son parte de sus ciclos naturales, sino de un humedal altamente intervenido y de vertidos que han venido de zonas muy pobladas con todo tipo de residuos”, detalla.
Sobre el impacto en los ecosistemas, se centra en las aves acuáticas. De momento, explica, la parte sur de los arrozales no está afectada y las aves se concentran ahí, pero hay daños en la laguna de l’Albufera, el oeste y el norte. Por eso, la entidad pedirá que no hay acaza durante los meses de diciembre y enero, para no generar más presión sobre estas especies. Aun así, es consciente de que el efecto en las aves habría sido peor en época de nidificación porque en una época de migración o invernada como la que ahora arranca las aves tienen más movilidad. “Es más que probable que afecte a algunas especies; las que no encuentran aquí buenas condiciones se irán temporalmente a otros humedales y luego volverán”, asegura Giménez.
El catedrático en Ecología de la Universitat de València Eduardo Vicente cree que la situación no es tan crítica. “A nivel de la biodiversidad, no tenemos una bola de cristal, pero los ecosistemas tienen a volver a su normalidad”, asegura, aunque en el caso de l’Albufera, esa normalidad ya era precaria. Considera Vicente que “ni esto va a salvar l’Albufera ni la va a estropear, sino que el Parc Natural seguirá su camino, llegará a su equilibrio, sea el que sea”.
Aguas residuales
Pero otro problema amenaza el equilibrio de l’Albufera y lo hace desde las localidades cercanas, también castigadas por los efectos del agua. La inundación ha dejado inutilizadas varias depuradoras, además de algunas estaciones de bombeo del colector oeste. Las depuradoras colapsadas por el lodo están colmatadas y las aguas residuales pueden llegar, vía barrancos, a la laguna.
El catedrático de Ciencia Animal de la Universitat Politècnica de València y experto de la Comisión Científica del Parc Natural Miguel Jover cree que el problema con las aguas residuales es una consecuencia derivada del día 29, pero que la cantidad de agua que llegó el día de la dana no fue especialmente problemática. “Mucha agua se ha ido al mar, sobre todo en los primeros momentos, pero el peligro está en las que siguen llegando, en los vertidos de aguas urbanas por el colapso de las depuradoras”, detalla. Probablemente, añade, eso suponga un retroceso en la calidad de agua del lago, que había ido mejorando año a año.
Sobre el futuro inmediato, expertos y ecologistas coinciden. “No se puede gestionar el Parc Natural como siempre, con los mismos recursos que en situación de normalidad, sino de forma coordinada entre todas las administraciones”, defiende el técnico ambiental Javier Jiménez. Desde las organizaciones, Mario Giménez, de SEO Birdlife, cree que impera hacer “una buena evaluación, restaurar lo que se ha perdido pero también repensar lo que se puede mejorar”. Eva Tudela, por su parte, empezaría “por los barrancos, que son las arterias”. Pero sobre todo “por controlar las aguas residuales, por darse prisa en hacer que se retengan, que no lleguen más a l’Albufera” y “retirar los residuos como sea, con máquinas, a mano, como sea”.