En la fatídica tarde del 29 de octubre, igual que en la noche y madrugada del 29 al 30 de octubre, se vivieron multitud de gestos heroicos que han cambiado la vida de los valencianos y que van a marcar la historia de generaciones enteras y de miles de familias. En Picanya, se vivió uno de estos episodios cuando un vecino consiguió rescatar a una mujer en silla de ruedas que trataba de ponerse a salvo con ayuda de sus familiares, que a duras penas trataban de empujarla contracorriente para ponerla a salvo. En ese momento, la riada ya había alcanzado casi un metro por la calle y una sobrina de la mujer, iba gritando «¡Socorro, socorro!» porque temía por sus vidas. Este hombre Toni Amoraga se había refugiado junto a su esposa en una finca cercana a su casa, una vivienda de planta baja que a esas alturas ya se había inundado. Vio a estas 4 personas, que caminaban a contracorriente en dirección hacia el centro del pueblo y no dudó ni un segundo: «¡Hay que salvarlos!» se dijo.
«A mi hijo se le cayó un armario en la cabeza»
Una de las rescatadas es Marcy Salazar, vecina de Picanya que vive en la Plaza Mayor. Trabaja como empleada del hogar en esta localidad. Cuando la inundación del pueblo, en la tarde del día 29 se desencadenó con toda la violencia, recibió la llamada de su amiga y jefa Carmen Amoraga, vecina del pueblo y escritora, que la alertó del peligro.»Carmen me llamó y me dijo que saliéramos de mi casa porque nos íbamos a inundar. Yo no podía salir porque vivo con dos abuelos, entonces me era imposible dejarlos. Ella llamó a la policía pero nadie llegó. Llamé a un primo y les tocó tirar la puerta abajo«. Hasta que lograron salir a la calle vivieron «momentos muy angustiantes, muy fuertes». «Cuando conseguí salir -rememora- el agua nos llegó casi al cuello. Salimos de la casa como pudimos. Los muebles se nos caían en casa. Se fue la energía -la luz- y mi prima va en silla de ruedas. Era muy complicado salir con ellos. Mi tío tiene 87 años y sufre de alzhéimer. Entonces fue muy complicado sacarlo de la casa».
Además, explica: «Tengo un hijo de 20 años al que le cayó un armario encima y le hirió la cabeza. Fueron momentos muy fuertes. Ya salimos de la casa. Íbamos por la calle -con un metro de agua y una violenta riada-, y gritamos que nos abrieran a las fincas. Nadie nos quería abrir. Todos tenían miedo de que se llenaran de agua. Gracias a Dios, el hermano de Carmen Amoraga, él nos abrió una finca donde él también estaba refugiado y allí nos ayudó. Allí estuvimos hasta las 12 de la noche que el agua bajó un poco y pudimos salir. Fueron momentos muy angustiantes», repite visiblemente emocionada.
«¡Hay que abrir las puertas!»
El relato de Toni Amoraga, el hombre que ayudó a Marcy, a la que conoció esa noche, confirma todo lo apuntado. Ante el peligro de que estas personas perdieran la vida, no lo pensó: «Hay que abrir las puertas». «Si abrimos, podría entrar el agua», escuchó decir a uno de sus acompañantes. «Sí dije, abriremos, entrará el agua y también las personas, y no hubo más debate, abrimos las puertas y gracias a que los dos hombres que acompañaban a la mujer tiraban fuerte, pudimos resguardarlos», relata Toni. Así pasaron varias horas muy duras. «Fue la peor noche de mi vida» cuenta Toni. Aún tiene metido en el cuerpo el frío del agua y la fuerza que llevaba la riada. Cuando bajó un poco el nivel de la corriente ya de madrugada, otros familiares de esta mujer mayor la ayudaron a ella y a sus sobrinos, y se marcharon a un lugar seguro.
«He vuelto a creer en la raza humana»
Tras bajar el torrente, el propio Toni ya pudo volver a su casa. «Adecentamos un poco la vivienda y arreglamos la habitación, y pudimos dormir un par de horas. Y al día siguiente ya empezamos a limpiar y a limpiar». Este hombre es muy conocido en Picanya pues regenta una cantina muy concurrida y popular. Este bar familiar que ya regentaron sus padres no ha cobrado las consumiciones a los voluntarios que han acudido al pueblo a limpiar. Cuando se marcharon tres camiones de bomberos de Castilla y León, estos voluntarios profesionales se despidieron de la cantina haciendo brillar las luces y sonar las sirenas. Lo sabemos por su hermana Carmen Amoraga, la escritora valenciana y exdirectora general de la Generalitat, que lo ha descrito en su perfil oficial de una red social.
Al ser preguntado por el drama vivido en Picanya por las inundaciones, Toni no lo duda: «Me quedo con una lección de vida: he vuelto a creer en la raza humana, en el ser humano». «Me quedo -subraya- con la gran cantidad de personas de toda España que han venido a ayudarnos al pueblo, a sacar fango, gente que no nos conocía de nada». Gente como un héroe anónimo de Jaén, «que se cogió una retroexcavadora y un camión y se vino a Picanya a sacar barro». Cuando se marchó del pueblo, Toni le dijo que lo que había hecho es digno de admiración y le dio las gracias. El hombre le respondió: «Gracias a vosotros, porque todo esto me ha hecho ser mejor persona, me contestó, y yo me inflé a llorar», recuerda Toni. Desde el 11 de noviembre, este hostelero de Picanya ha vuelto a trabajar. El bar tenía casi un metro de agua y luego palmo y medio de barro. Todas las mesas estaban volcadas y todo estaba patas para arriba. Gracias al trabajo de Toni y su mujer, y a la ayuda de los voluntarios han vuelto a reabrir y tratan de recuperar la normalidad. Son un ejemplo de resiliencia, un nuevo ejemplo de lucha de Picanya y de todo el pueblo valenciano. Estas historias que pasarán de generación en generación en recuerdo de la riada de 2024.