Las luces y las sombras de la vida cotidiana se incrementan dramáticamente ante una catástrofe. Con su magistral capacidad para crear narrativas, Sigmund Freud expuso ante nuestras miradas el dualismo entre el Eros y el Thanatos, esa lucha continua entre dos fuerzas enfrentadas. Las pulsiones de vida, de autoconservación, frente a aquellas que nos arrastran hacia la agresividad y la destrucción.
Aún sin sobreponernos de los efectos de la dana en el sureste de España, observamos sobre el barro las huellas profundas de ambos impulsos. Somos observadores o partícipes del altruismo y la cooperación, como también de conductas opuestas como la difusión de información con propósito destructivo.
Frente a otras emergencias humanitarias en contextos lejanos, sentimos a los vecinos de Paiporta, de Letur o de Utiel más próximos a nuestra realidad e identidad colectiva. Y la investigación sobre comportamiento en emergencias y desastres nos enseña cómo las dinámicas de identidad operan con más fuerza que en circunstancias menos dramáticas.
La motivación de ayuda
La identidad compartida entre víctimas y espectadores frente al evento extremo refuerza la necesidad de cooperación y la capacidad para aunar esfuerzos de forma colectiva. Se activa la motivación prosocial por diversas vías, por caminos diferentes que nos llevan a la cooperación con el otro. Unas veces para proteger nuestros egos, siendo conscientes de la aprobación social de la colaboración, o bien como escudo ante el rechazo que podría provocar la inacción en un drama tan presente en la opinión pública.
También hay evidencias de motivos altruistas independientes, ajenos a valoraciones de costes y beneficios. En estos casos la empatía actúa como el catalizador del comportamiento, como una respuesta emocional ante situaciones ajenas. Un círculo de sentimientos como la compasión, la ternura o el aprecio se presentan interrelacionados, impulsándonos a reducir el malestar del otro, pero también nuestro propio malestar emocional.
La necesidad de comprender y la desinformación
Ante las emociones y la incertidumbre características de una catástrofe o una emergencia, las oleadas de impulsos altruistas conviven con los juicios morales y la búsqueda de respuestas. No solo sentimos el impulso para ayudar sin demora; también experimentamos la necesidad de comprender. Más aún al valorar que posibles errores humanos pudieron haber influido en la magnitud del desenlace.
La necesidad de encontrar una explicación convincente puede fomentar el consumo ágil de información, así como su difusión, como medio para reducir el malestar y la propia incertidumbre generada por la situación. Por ello, y como se ha evidenciado con la epidemia de la covid-19, en estas situaciones de crisis la irrupción de mensajes y noticias falsas se presenta especialmente dinámica.
Este tipo de información es intencionada, con un objetivo específico y elevada carga emocional, conteniendo con frecuencia algún elemento de verosimilitud para lograr cierta credibilidad y distribuyéndose con agilidad, en cadena, hasta lograr su repetición frecuente.
Incluso cuando algunos estudios apuntan a que los participantes pueden llegar a distinguir entre titulares verdaderos y falsos, esta capacidad para discernir no siempre inhibirá el acto de compartir, unas veces por necesidad de interacción social, en otros casos por entretenimiento o por búsqueda de estatus. También en ocasiones con intención positiva de informar a la comunidad, aunque sin una valoración previa.
El propio acto de compartir conlleva uno de los principales riesgos de los bulos, pues la continua repetición de un mensaje podrá alterar nuestra percepción sobre su veracidad por un efecto de familiaridad y de ilusión de la verdad. Estar expuesto a la información errónea puede aumentar la creencia posterior, y solo un pequeño grado de verosimilitud potencial es suficiente para que la repetición aumente este efecto paradójico.
Entre la cooperación y la información
La fusión de emoción e incertidumbre ante una catástrofe nos sitúa ante una dualidad: entre la necesidad de ayuda y de cooperación y la necesidad de información. En este sentido, se ha detectado que hay ocasiones en las que desde el propio altruismo se valora positivamente el acto de compartir información e informar a la comunidad, llegando a correr el riesgo de difundir noticias falsas.
Tomando como punto de partida esta dualidad, podemos plantear una propuesta intervención: incluir entre las conductas positivas de apoyo la difusión de información veraz junto con el bloqueo de mensajes falsos.
El altruismo puede expresarse a través de diferentes comportamientos, desde la recogida de bienes y la entrega de alimentos hasta el apoyo en el terreno, destacando la siempre prudente donación de fondos económicos a entidades de referencia. Pero también la adecuada difusión de información puede considerarse una conducta prosocial. Esto podría fomentar llamamientos a un voluntariado que podríamos denominar informativo o de comunicación. áreas de actuación. Por un lado, se implicaría en el reto de desincentivar la difusión de noticias falsas, así como en la colaboración con entidades que luchan contra la desinformación y la confrontación basada en el engaño.
De forma paralela, otra línea se volcaría en la organización y difusión de mensajes ágiles y objetivos procedentes de fuentes dotadas de credibilidad y fiabilidad para diferentes audiencias. Mensajes que deberían hablarnos no solo sobre la realidad de la crisis, sino también sobre las necesidades reales de la población afectada, un hecho fundamental para poder ejercer un altruismo responsable.