Trump fue elegido en parte por promesas de evitar “guerras interminables” como las que costaron sangre y recursos estadounidenses en Afganistán e Irak, pero sin aportar ventajas estratégicas ni estabilidad civilizada. Sin embargo, como un jacksoniano, Trump también restauró la disuasión estadounidense mediante ataques punitivos contra ISIS y terroristas como Bagdadi y Soleimani, sin quedar atascado en costosas acciones de seguimiento. Durante las últimas cuatro administraciones, Putin permaneció dentro de sus fronteras únicamente durante los cuatro años de Trump. Al asumir el cargo, es probable que Trump aún enfrente algo mucho más desafiante al confrontar lo que se ha convertido en el mayor campo de muerte europeo desde la Segunda Guerra Mundial: el caldero en la frontera ucraniana, que probablemente ya ha costado entre 1 y 1.5 millones de muertos, heridos y desaparecidos, entre soldados y civiles ucranianos y rusos. No hay un final a la vista después de tres años de violencia en aumento. Sin embargo, hay crecientes preocupaciones de que ataques ucranianos estratégicamente lógicos y moralmente defendibles, pero geopolíticamente peligrosos, en el interior de Rusia puedan escalar y conducir a una guerra más amplia entre las potencias nucleares del mundo. Muchos en la derecha desean que Trump corte de inmediato toda ayuda a Ucrania, al considerar que se trata de una guerra imposible de ganar, incluso si esa cesación abrupta eliminara cualquier ventaja para forzar a Putin a negociar. Afirman que la guerra fue iniciada por una izquierda… Leer más
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