Aunque su mandato ha sido cualquier cosa menos tranquilo, 2024 ha sido un año especialmente movido en lo político para Emmanuel Macron. Tras la victoria de la ultraderecha de Marine Le Pen en las elecciones europeas, el presidente de la República Francesa se sometió al plebiscito de unas legislativas de las que salió prácticamente pato cojo para los tres años que le quedan en el Elíseo. Sin una mayoría funcional con la que gobernar efectivamente, Macron ya comienza a preparar su posteridad, un asunto muy serio para todo mandatario francés.
Albaceas del orgullo revolucionario y de la ambición imperial napoleónica, también del patrimonio material e inmaterial dejado por la monarquía guillotinada, los presidentes de la república personifican de manera interina la grandeza francesa, y con frecuencia quieren dejar un símbolo tangible de su paso por la cabeza del Estado. Si Georges Pompidou apadrinó el revolucionario museo-máquina diseñado por Richard Rogers y Renzo Piano que lleva su nombre, Valéry Giscard d’ Estaing pilotó la transformación de la primera estación de ferrocarril moderna en el Museo de Orsay.
Jacques Chirac se conformó con auspiciar el Quay Branly, museo dedicado al arte y las civilizaciones antiguas no occidentales. Un legado discreto comparado con el de su predecesor, el faraón mayor, François Mitterrand. En sus catorce años como presidente, y con el bicentenario de la revolución como pretexto principal, Mitterrand dejó una enorme huella monumental, pirámide de cristal incluida. Sus proyectos, conocidos como los Grands Travaux, transformaron París: además del remodelado Louvre, se concibieron y construyeron obras icónicas como el Arco de la Defensa, la Ópera de la Bastilla o las nuevas sedes del Ministerio de Economía y Finanzas y la Biblioteca Nacional de Francia.
Coser la periferia
Difícilmente la Francia revuelta de hoy toleraría semejante despliegue de recursos. Consciente de ello, Macron ha apostado por un proyecto menos emblemático pero más coherente con el signo de los tiempos. Esta semana, el Elíseo ha abierto la convocatoria del concurso internacional Quartiers de Demain –Barrios del mañana– una iniciativa impulsada por el presidente francés en colaboración con varios ministerios y entidades, que pretende transformar los llamados barrios prioritarios para la política urbana (QPV por las siglas en francés de Quartiers prioritaires de la politique de la ville). Una fórmula eufemística para referirse a las banlieues o periferias, los barrios más pobres de Francia y de sus territorios de ultramar.
Los QPV comprenden 1.362 enclaves que acogen a más de 5,3 millones de personas y que presentan una combinación de problemas que se agravan entre sí: segregación, vulnerabilidad, acceso limitado a servicios y transportes, precariedad y aislamiento de los centros económicos, sociales y culturales. Como consecuencia de ello, estos barrios presentan altas tasas de fracaso educativo, pobreza estructural y violencia. Es allí donde prendió el yihadismo y donde han ido surgiendo las sucesivas olas de disturbios que alcanzaron el paroxismo –y el centro de París– en el verano de 2023.
El objetivo de Quartiers de Demain es aprovechar las potencialidades de estos barrios –la juventud demográfica, el dinamismo asociativo– para regenerarlos y transformarlos en lugares más habitables, sostenibles y cohesionados con su entorno, a través de soluciones basadas en la «excelencia arquitectónica, urbanística y paisajística». Para ello, se ha convocado un concurso internacional destinado a encontrar soluciones para diez enclaves seleccionados, que brindarán experiencias piloto susceptibles de ser extrapoladas a otros lugares.
Laboratorio de innovación urbana
Los barrios escogidos se encuentran en ciudades repartidas por toda Francia: Marsella, Sedán, Lodève, Le Mans, Colmar, Caen, Manosque, Pessac, Corbeil-Essonnes y Coulommiers. Las actuaciones contemplan la rehabilitación de bloques de viviendas y oficinas, la urbanización de descampados, la reurbanización de espacios públicos degradados, la restauración de espacios naturales o la creación y mejora de equipamientos.
Para cada lugar, tres equipos multidisciplinares diseñarán sus propuestas. En total, 30 proyectos que deberán ofrecer mejoras sostenibles del entorno y de la vida cotidiana de sus habitantes, y soluciones innovadoras en materia de adaptación al cambio climático, preservación de la biodiversidad y gestión sostenible de los recursos.
Tras la fase inicial, en la que se seleccionarán esos 30 proyectos y que concluirá en enero de 2025, una segunda fase, entre febrero y octubre del próximo año, pondrá en marcha el trabajo de diseño sobre el terreno en consulta con los vecinos, que dará lugar a la selección de un equipo por cada emplazamiento.
La experiencia de los diez proyectos ganadores se integrará en una reflexión nacional que permitirá la replicación de buenas prácticas en otros territorios. Como resultado del proceso se creará además un Taller Nacional de Barrios para la investigación, el debate y la difusión de conocimiento. Una suerte de laboratorio de innovación y experimentación arquitectónica y urbanística que permita ordenar y extrapolar los resultados obtenidos.
En 2017 Macron llegó a la presidencia con ambición desmedida, pero la compleja Francia se encargó de sujetar, en las urnas y en las calles, el afán visionario de su líder. Quartiers de Demain demuestra que el presidente francés ha asimilado, al menos en parte, la cura de humildad. Que el todo para el pueblo pero sin el pueblo no vale en el siglo XXI. Pero también que no ha perdido la esperanza de cambiar su país.