La economía constituye uno de los pilares fundamentales para el bienestar de cualquier familia. Disponer de recursos económicos adecuados que permitan llevar una vida plena es una aspiración universal. Aquellos más favorecidos que han heredado un patrimonio monetario considerable pueden, mediante una gestión responsable, asegurar una existencia confortable sin mayores preocupaciones financieras a lo largo de su vida.
Por otro lado, los refranes españoles, profundamente arraigados en la tradición popular, han sido transmitidos de generación en generación. Algunos, como los provenientes de Aragón, destacan por su particularidad regional. Estas expresiones, cargadas de sabiduría popular, suelen aludir a situaciones comunes y se emplean con frecuencia para advertir o aconsejar de manera indirecta sobre conductas que podrían evitarse.
La economía es algo que ha estado siempre presente. Y es que siempre ha habido clases y siempre las habrá. Por aquí vamos a recordar algunos refranes aragoneses en el libro ‘Refranes de Aragón’ de José Luis Aliaga que hablan sobre economía.
- Dichosos bienes que me sacan de mis males. Se dice que nunca pueden tener mejor aplicación las economías, los ahorros o los capitales que uno tiene cuando se emplean para salir de algún apuro o para conseguir la salud.
- Día de mucho, víspera de nada. Reprende a aquellas personas poco previsoras que todo lo gastan de una sola vez, sin tener en cuenta las necesidades de mañana. Es decirm expresa como a una abundancia mal administrada suele sobrevenir la escasez.
- El que no ahorra un misto cuando puede, no fuma cuando quiere. Además de su sentido literal, recrimina a los que malversan sus intereses sin tener en cuenta la falta que los encontrarán el día que no los rengan. Expresa la conveniencnia del ahorro en este caso y en general.
- Quien vende, acaba. Aconseja acudir a todos los recursos lícitos antes que apelar a la venta de una cosa porque, una vez salida de nuestras manos, será muy difícil poder recuperarla.
- Empeñar es enfermar, pero vender es morir. Nos advierte el gran cuidado que debemos poner para no hipotecar y vender nuestras fincas, porque en el primer caso es muy difícil poder llegar a pagar con puntualidad los intereses vencidos después de cubrir las necesidades más apremiantes y en el segundo casi imposible de rescatar lo que perdimos. Expresa cómo la pignoración, aun siendo un mal, permite recobrar lo vendido.