Fue la mayor campaña contra el movimiento prodemocrático de la historia hongkonesa. Viejos políticos y legisladores, jóvenes activistas, académicos, periodistas, sindicalistas… Por decenas fueron detenidos en sus domicilios o puestos de trabajo en una mañana de enero de 2021. El desenlace ha llegado el martes con la sentencia sobre los ‘Hong Kong 47’, en alusión al número de acusados, condenados a penas que oscilan entre los cuatro y los diez años por «conspirar para cometer un acto de conversión». Más leves, en todo caso, que las cadenas perpetuas temidas por algunos.
Cientos de personas, familiares de los acusados en su mayoría, habían esperado durante la noche bajo una lluvia fina para asegurarse una silla en la sala. Las crónicas locales describen a algunos llorando tras escuchar el fallo. El único incidente consignado es la detención de una mujer en las puertas de la corte de Kowloon tras desplegar una pancarta de apoyo. Es un contraste mayúsculo con aquellas protestas masivas de 2019 que empujaron la excolonia hacia el precipicio.
El tribunal les ha condenado por participar en un plan para boicotear la acción política en las vísperas de las elecciones de 2020. Tomaron parte en unas primarias oficiosas con las que pretendían una suficiente presencia en el Legco o Parlamento para vetar toda acción gubernamental y llevarlo al bloqueo. Según argumentaron los acusados, es una práctica admitida en la miniconstitución hongkonesa, un asunto puramente político que no debería tener consecuencias legales.
Sabotaje y abuso de poder
Para la Fiscalía y el tribunal, en cambio, es un sabotaje y un abuso de poder. Aquella estrategia atemorizó al Gobierno isleño y acabó de convencer a China de que la democracia no era una buena idea. Poco después fue aprobada una reforma electoral con un filtrado de candidatos que blinda el Legco de elementos «antipatriotas».
El banquillo ha juntado a las más prominentes figuras de la escena política hongkonesa. Ha recibido cuatro años Joshua Wong, mediático activista veinteañero, que ya está cumpliendo en la cárcel varias condenas, y que gritó ‘I love Hong Kong’ tras escuchar el fallo. Benny Tai, veterano académico y fundador del Movimiento Ocupa Central en 2014, ha recibido diez años, la pena más larga dictada bajo la nueva Ley de Seguridad Nacional. A Tai le señala la sentencia como el arquitecto de aquel boicoteo político.
Gwyneth Ho, una experiodista que ganó fama filmando las protestas de 2019, ha sido condenada a siete años. Le han tocado seis años al exlegislador Leung Kwok-hung, un admirable y casi septuagenario activista de extrema izquierda, visible durante décadas en el escenario político local con su melena y camisetas del Che, primero peleando contra el colonialismo británico y después contra China.
«Otra ciudad china más»
El Parlamento de Pekín cocinó la Ley de Seguridad Nacional para embridar las protestas violentas tras comprobar la ineptitud de las autoridades isleñas. Castiga la secesión, la subversión, el terrorismo y la colusión con fuerzas extranjeras con penas que alcanzan la cadena perpetua. En diciembre ya había sustentado casi 300 detenciones, con 174 imputados y 112 condenados. Genera opiniones contrarias. Para Pekín y parte de la sociedad hongkonesa, funcionó: devolvió la paz y la estabilidad.
Para los gobiernos occidentales y la otra parte de la sociedad hongkonesa, laminó las libertades y selló su destino como «otra ciudad china más». La ley transformó el paisaje político. La oposición ha quedado descabezada, en el exilio o en la cárcel. También ese aspecto divide a la sociedad: para unos, ha finiquitado el debate y la pluralidad parlamentaria; para otros, ha engrasado su funcionamiento, ya sin el filibusterismo de los que frenaban cualquier medida, incluso las más necesarias y urgentes.
También fijó la ley unos procesos judiciales más cercanos a los del continente que a los de la tradición británica. Carecen de jurado, las fianzas concedidas son escasas, están dirigidos por magistrados elegidos por el Jefe Ejecutivo entre un grupo especial para asuntos de seguridad nacional y el porcentaje de condenas roza el 100%. Aquel viejo Hong Kong no está ni se le espera. Un antiguo ministro sugirió recientemente que se tolerara cierto margen para las protestas con el fin de que la ciudad mejorara su imagen global. John Lee, jefe ejecutivo de Hong Kong, desdeñó la propuesta por simplista. Para expresar las voces discordantes no están las protestas ni las asambleas callejeras sino los seminarios, aclaró.