Sergio Sequero reside en la zona 0 de la zona 0 de la DANA que el fatídico 29 de octubre arrasó buena parte de la provincia de Valencia. Si Paiporta es posiblemente la población más afectada por la tragedia, la calle Maestro Serrano en la que reside y en la que tiene el bajo en el que guarda la mercancía que vende en los mercados fue una de las arterias del municipio que más destrozos acumula: “Está al lado del barranco y el agua ahí subió más de dos metros. Recuerdo cómo a las siete de la tarde la gente mayor ponía las típicas maderitas en la puerta para evitar que entrara agua en las plantas bajas y los que se quedaron ahí, si no tenían otro piso arriba ya no lo pueden contar. Cuando sonó la alarma el agua a mí ya me venía por el cuello y aún subió más”.
El balance de este vecino de Paiporta es desolador. “En la familia hemos perdido cinco coches, todos los que teníamos mis padres, mi pareja, mi hermana y yo. Una furgoneta me la quería ‘camperizar’ para irnos de viaje, pero mira, ya no nos queda nada. La mitad del género que teníamos también se fue con la riada, así como lo que teníamos en el bajo, desde sofás a televisiones”, recuerda. Sergio tenía asegurados los cinco vehículos y el bajo, pero es consciente de que “las pérdidas son enormes. Con que pueda coger un coche con todo lo que he perdido para ir a trabajar ya me doy por satisfecho. Por de pronto un perito me dijo que tenía que venir a ver los daños, pero por ahora nada. Espero que se porten bien porque no soy mentiroso y no voy a decir que tenía lo que no tenía, pero sé que algunos intentarán aprovecharse”.
El objetivo a corto plazo de Sergio es por tanto el de poco a poco recuperar la normalidad. “Después de tres semanas venir al mercado a vender ya es un paso grande”, admite. En su puesto ha colgado el siguiente cartel: “Bolsos afectados por la DANA”. Pues el género que está vendiendo es el que sobrevivió a la catástrofe: “Algunos clientes se han quejado porque han visto algo de barro que no hemos podido quitar del todo, pero en general las sensaciones están siendo muy buenas. La gente está respondiendo desde el primer día”.
Quien quiera ayudar a Sergio y a otros vendedores que se encuentran en su misma situación estos son los distintos mercados en los que acude a vender en Valencia:
- Lunes, en el Mercado Central (València)
- Martes, en la Calle Sagunto (València)
- Miércoles, en la Avenida del Cid (València)
- Jueves, en Torrefiel (València)
- Viernes, en Castellar: “Es el primer viernes que volverá a abrir después de la DANA porque también se vio muy afectado por la riada”, desvela Sergio.
- Sábado, en Benicalap (València)
Lo que más le ofende
Sergio está por tanto satisfecho por la reacción de buena parte de su clientela, aunque por surrealista que parezca ha tenido que aguantar algún comentario de mal gusto. “Acaba de pasar una señora que se ha reído del cartel que he puesto, me ha dicho como que ya tenía estos bolsos hace un mes, que no es para tanto. Que la gente se ría de esta desgracia me parece feísimo y es lo que más me ofende”, admite el comerciante, que prosigue con su alegato de esta forma: “No miento y pueden ver hasta las fotos de mi padre quitando el barro del bajo; hasta las barras metálicas tengo todavía manchadas de tierra y me tienen que traer porque no tengo coche. No tengo problema con que haya gente que no se lo cre, pero que no me digan que he estado tres semanas haciendo el tonto porque es muy duro».
Sergio, que lleva ya 15 años vendiendo en diferentes mercados, no olvidará nunca lo que pasó aquella fatídica tarde-noche y pide poco más que respeto y apoyo en estos momentos: “Mi padre ni puede hablar del tema todavía porque vio cómo la corriente se me llevaba. Yo no temí por mi vida hasta que tres o cuatro días más tarde, hablándolo con mi pareja, comprendí que podría haber muerto”. El comerciante pudo escapar del bajo junto a su padre, un vecino y su pareja gracias a que una claraboya conectaba con una terraza, pero otros no tuvieron tanta suerte: “El agua estaba muy fría, congelada. Nos pusimos mantas que nos dio un vecino y estuvimos hasta las tres de la madrugada porque el agua no bajaba. Desde arriba escuchamos gritos de la gente que no tuvo tanta suerte como nosotros”. Una traumática experiencia de la que intenta reponerse haciendo lo que le gusta, “vendiendo en el mercado. Aquí me distraigo y me despejo”.
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