Cada vez que Occidente da un paso adelante en el apoyo militar a Ucrania, Rusia responde elevando la retórica nuclear. Ocurrió el 27 de febrero de 2022, tres días después de que comenzara la invasión a gran escala. Vladímir Putin ordenó a su Estado Mayor poner en estado de “alerta máxima” el sistema de misiles nucleares rusos. Las fotos del encuentro y el mensaje se publicitaron al máximo. El Kremlin advertía así a los aliados de Kiev de que estaba dispuesto a todo por conquistar el país. Volvió a ocurrir el 13 de marzo de este año. El dirigente ruso dijo públicamente que Moscú «está preparado desde el punto de vista técnico» para una guerra nuclear.
Este martes, Putin ha ratificado un decreto con cambios a la doctrina nuclear de Moscú. Amplía el tipo de amenazas ante las cuales Rusia podría responder con este tipo de armamento. Se permite ahora su uso frente a armas hipersónicas no nucleares, drones y misiles balísticos y de crucero, siempre que supongan una amenaza para el territorio ruso. Incluso si los realizan países no nucleares, como Ucrania, pero que estén apoyados por una potencia nuclear.
“Desde que empezó la guerra, el Kremlin lanza de vez en cuando esta guerra psicológica destinada a atemorizar hablando de armamento nuclear”, observa en conversación con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA Mira Milosevich, investigadora principal del Real Instituto
Respuesta a la invasión de Kursk
El anuncio se ha hecho justo después de que se conociera que Estados Unidos va a permitir a Ucrania usar los misiles de largo alcance ATACMS para atacar a Rusia en su territorio, en determinadas circunstancias. Pero el cambio en la doctrina nuclear no es consecuencia directa de este movimiento de Washington. La modificación de la doctrina se lanzó hace dos meses, tras la invasión por sorpresa de Ucrania de parte de la región rusa de Kursk. “Por primera vez desde que existen armas nucleares, un Estado que no las posee invadió territorio de otro que sí las tiene. La disuasión nuclear rusa no funcionó”, apunta Milosevich. “Moscú no respondió como una potencia nuclear, y los halcones dentro de Rusia, los nacionalistas más radicales, empezaron a presionar a Putin para que cambiara esa doctrina nuclear”.
Moscú minimizó entonces en sus medios el problema de Kursk, a pesar de que suponía la primera invasión del país desde la II Guerra Mundial. Según el relato del Kremlin para consumo nacional, Ucrania está perdiendo la guerra y pretendía demostrar así a sus aliados que podía seguir dando batalla, a pesar de que la línea del frente en los territorios ocupados prácticamente no se movía y, si lo hacía, era a favor de Rusia.
La doctrina nuclear histórica de la Federación Rusa se basa en cuatro puntos que describen en qué circunstancias y cómo se usarían las armas nucleares. Tres consideran los escenarios en los que es atacada por otra potencia nuclear, como Estados Unidos. Moscú no dispararía primero, solo respondería. El cuarto punto, incluido ya desde el mismo nacimiento de la Federación, dice que se puede usar armamento nuclear si la misma existencia del Estado está en peligro y Rusia no dispone de armamento convencional suficiente para evitar ese riesgo. Desde este martes, se amplían los motivos por los que se puede responder con armas nucleares: se puede atacar a un país no nuclear respalado por otro que sí lo es.
Probablemente no las usará
La retórica nuclear rusa genera temor y miedo en la población occidental. Desde el anuncio, los propagandistas del Kremlin en cada país están amplificando el riesgo de guerra nuclear. Se han viralizado unas declaraciones de Putin en las que cita a Albert Einstein cuando dijo: “No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”. Las bolsas europeas han caído este martes con fuerza por el aumento de la tensión geopolítica con Rusia.
Sin embargo, lo más probable es que Putin no utilice ningún tipo de armas nucleares. Ni las de alta potencia, llamadas armas nucleares estratégicas, ni las tácticas, menos potentes y diseñadas para ser utilizadas en un campo de batalla contra objetivos militares.
“No creo que Rusia use ese armamento. Las armas nucleares tácticas en realidad no existen, porque su uso cambia el panorama estratégico de la guerra de forma inmediata. Stalin ya dijo que no entendía ‘por qué los políticos elogiaban tanto el armamento nuclear: sirve para intimidar a los de nervios débiles, pero no ganan las guerras’”, observa Milosevich. “Putin nos está recordando que es una potencia nuclear y que las usará si su Estado o su régimen peligran, por ejemplo si alguien desde fuera intenta derrocarlo”
Amenazas de escalada
Ucrania no está ganando claramente la guerra. Para muchos, de hecho, la está perdiendo. En dos meses llega Donald Trump a la Casa Blanca. El replicano aislacionista quiere terminar con la guerra, con condiciones muy favorables para Rusia. Que el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, con el que además no tiene buena sintonía, firme una paz que es casi una derrota: renunciar a los territorios ya ocupados y a entrar en la OTAN. ¿Qué incentivo tendría Putin, en este escenario, para escalar hacia lo nuclear justo ahora? Además, China, aliado necesario para garantizar su subsistencia económica, ha puesto como línea roja precisamente el uso de armas nucleares.
Muchas de las amenazas de Rusia en estos 1.000 días de guerra no se han cumplido. Moscú dijo que escalaría drásticamente el conflicto si Suecia y Finlandia se unían a la OTAN, incluso entrando en esos países. Han entrado y nada ha ocurrido. También si Occidente enviaba tanques al campo de batalla, y las Fuerzas Armadas ucranianas disponen ya de decenas de Leopard alemanes, Challenger británicos o Abrams estadounidenses sin que nada haya cambiado. Elevó el tono poco antes de que los países occidentales crearan una alianza para enviar aviones F-16. Los primeros ya combaten en el espacio aéreo ucraniano contra los rusos y la guerra sigue siendo una confrontación clásica, de desgaste. Tampoco ha cumplido con sus amenazas de represalias si era atacado en su territorio. Las Fuerzas Aéreas ucranianas han lanzado miles de drones y cohetes de fabricación nacional contra el corazón de Rusia, y han alcanzado Moscú en varias ocasiones.
No es que Rusia no escale nunca. El envío al frente de alrededor 10.000 soldados norcoreanos tras un acuerdo de Putin con Kim Kong Un, ha sido en sí una internacionalización peligrosa del conflicto. Pero, por el momento, la guerra sigue discurriendo en el campo de batalla, en la línea del frente, y con el uso de capacidades militares clásicas: mucha artillería, misiles y soldados que mueren en las trincheras.