«No está tan claro quién ayuda a quién. Ellos te dan mucho, te ayudan a situarte en la realidad y te enseñan los valores que importan. En resumen, te hacen mucho bien».
Merche Fernández y su marido Lisardo Calzón son un matrimonio que hace cuatro años dieron el paso de convertirse en familia de acogida de menores bajo tutela del Principado de Asturias. Fue de las mejores decisiones, dice, que tomaron en su vida, tanto por ellos como por sus dos hijos, Lucía, de 26 –y a punto de ser madre de su segundo hijo en el momento de realizar este reportaje–, y Pablo, de 16. «Fue mi hija quien nos animó, siempre le ha llamado la atención el voluntariado, la cooperación… Para Pablo, que le tocó pequeño, con 13 años, ha sido la mejor escuela de la vida, la mejor lección que le hemos dado para saber comportarse. La última acogida prácticamente ha sido como una segunda ‘nieta’, pues se crió junto a mi nieto Nico», apunta Fernández.
La familia es de Grado, aunque viven en Prahúa (Candamo). Por su casa han pasado tres niñas en todo este tiempo, dos de tres años y una de dos y medio. Dos de ellas estuvieron 7 meses y una, dos años y medio. Ésta última acabó siendo adoptada, mientras que las otras pudieron regresar con su familia biológica.
¿Cuesta separarse? «A ver, esa no es la cuestión. Hay que ser muy respetuoso. A nosotros nos gusta mantener el contacto y así es siempre y cuando su familia acepta. La recompensa es ver que se van, como yo digo, con una ‘mochila’ más ligera que cuando vienen», describe la madre de acogida.
El Principado está inmerso en una campaña para captar familias «de todo tipo» que colaboren. En 2023, en Asturias hubo 799 menores acogidos. «Es más fácil de lo que parece y siempre están ahí para apoyarte», dice Fernández en referencia a la Fundación Meniños y Cruz Roja, que colaboran con el Principado. El proceso es sencillo: apuntarse al programa e ir a un curso para ver si se es apto. «Hay muchas posibilidades y siempre buscan el perfil que se adapte a lo que puedes ofrecer. En casa ambos trabajamos, por tanto, debe ser un menor que ya vaya a la escuela. En Grado, el colegio Bernardo Gurdiel es de diez para conciliar».
Merche Fernández cree que «hay que perder el miedo» a ser familia de acogida si hay posibilidad. «Es más fácil de lo que parece y siempre hay una opción que se adapta. Yo invito a la gente a que, al menos, se informe. Cuando me preguntan por qué lo hacemos, mi marido y yo, ya con los hijos criados, yo digo que porque nos encanta y porque en la vida siempre hay ilusiones y expectativas por cumplir». No esconde, no obstante, la dureza que supone conocer la triste historia que hay detrás de muchos niños sin familia: «Hay grandes carencias afectivas y se nota. Siempre hay algún momento complicado. Es muy especial el día que llegan, con incertidumbre, pero también con gran ilusión por ver dónde van a vivir». La recompensa «es muy grande», sostiene.
En casa de la familia Calzón Fernández se han tomado ahora un descanso, pues la llegada de su nieta les tiene muy ocupados. A finales de septiembre se fue la última niña en acogida: «Pero yo creo no tardaremos mucho en recibir a alguien más si es necesario. Todos lo deseamos».