El consenso es unánime. El mundo necesita invertir más y más fondos contra la crisis climática, ya sea para descarbonizar las economías y cortar el grifo a los gases de efecto invernadero o para adaptar las ciudades y ecosistemas ante el impacto de los extremos climáticos. Este es el mandato al que se enfrenta ahora mismo la cumbre del clima de Bakú, en la que los negociadores están intentando cerrar el acuerdo más ambicioso hasta la fecha en financiación climática. En todas las discusiones, la premisa es la misma. Y es que los fondos públicos, por sí solos, no son suficientes para abordar el problema. Por eso, son cada vez más las voces que apelan a la búsqueda de «alternativas» como, por ejemplo, la creación de un impuesto a la aviación, al transporte marítimo o a las grandes fortunas del globo. ¿Pero cuánto sumaría esto a la lucha climática?
Hay decenas de informes que han intentado abordar esta cuestión y sus resultados varían en función de la letra pequeña con la que se aterrice exactamente esta medida. Un reciente análisis sobre estos «impuestos solidarios» para la acción climática (Global Solidarity Levies Task Force) calcula que un impuesto del 2% a las fortunas más grandes del globo, que englobaría a aproximadamente 3.000 millonarios, sumaría al menos 250.000 millones de dólares al año, el equivalente a un cuarto de los fondos a los que se aspira con el nuevo objetivo global de financiación climática. Si este impuesto del 2% también se extendiera a las personas con un patrimonio superior a los 100 millones, en total se estima que se podrían recaudar hasta 150 millones de dólares más para financiar la acción climática en el mundo.
Un impuesto del 2% a los 3.000 hombres más ricos del mundo sumaría 250.000 millones de dólares al año, un cuarto de lo que se necesitaría para el objetivo global de financiación climática
En la declaración emitida este martes, el G20 se ha mostrado favorable a la creación de un impuesto a las grandes fortunas para financiar la lucha climática, así como a aumentar movilizar «billones» para la causa. El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, también ha reclamado el despliegue de esta medida recordando, por ejemplo, que «los milmillonarios más ricos emiten más carbono en una hora y media que una persona promedio en toda su vida». En su discurso desde Bakú, Pedro Sánchez apeló a esta misma cuestión, mencionó la necesidad de «movilizar a las grandes fortunas» en la lucha climática y aplicar el principio de «quien contamina, paga». En los pasillos de la cumbre del clima, activistas y entidades ecologistas apuntan a la misma dirección y reclaman, con cada vez más fuerte, que los más ricos y contaminantes paguen por su huella ecológica.
Aviones y barcos
Entre las propuestas sobre la mesa también gana peso la creación de un impuesto específico para sectores especialmente contaminantes como la aviación o el transporte marítimo, que suman aproximadamente un 3% de las emisiones globales cada uno. Un análisis de la Fundación para los Estudios y las Investigaciones sobre el Desarrollo Internacional (Ferdi) estima que un impuesto de 0,1 dólares por litro de combustible a los vuelos generaría alrededor de 6.000 millones de dólares al año y una tasa de 0,33 dólares sumaría un total de 20.000 millones. El Consejo Internacional por el transporte limpio (ICCT), por su parte, calcula que un recargo por billete sumaría entre 58.000 y 164.000 dólares anuales.
Un impuesto a la aviación podría sumar hasta 20.000 dólares anuales, mientras que un gravamen a los barbos añadiría hasta 127.000 millones más
Un impuesto al transporte marítimo de entre 150 y 300 dólares por tonelada de dióxido de carbono emitida por trayecto podría recaudar hasta 127.000 millones de dólares al año, según un análisis del departamento de comercio y desarrollo de Naciones Unidas. El Banco Mundial, por su parte, calcula que un impuesto de este tipo a los barcos podría recaudar al menos 60.000 dólares al año. En ambos casos, se estima que el grueso de las recaudaciones para se daría en los próximos seis años, antes de 2030, y que en las siguientes décadas iría bajando en función de las medidas de descarbonización aplicadas en el sector.
Impuesto a la extracción de petróleo
También son cada vez más las voces que apoyan la creación de impuestos a la extracción de combustibles fósiles, las sustancias que están acelerando el aumento global de las temperaturas y la situación de caos climático en todo el mundo. La plataforma ‘Climate Damages Tax’ propone crear una tasa 5 dólares por cada tonelada de dióxido de carbono generada en la extracción de combustibles fósiles, lo que permitiría recaudar entre 675.000 millones de dólares en el marco del G7, 900.000 millones en los países de la OCDE y hasta 3,5 billones (con b) en el conjunto del mundo. El grupo ‘ActionAid’, por su parte, propone crear un impuesto del 50% sobre las ganancias extraordinarias de las 36 empresas más grandes de combustibles fósiles, recaudando así entre 212.000 y 382.000 millones de dólares.
Incluso teniendo en cuenta las estimaciones más conservadoras, la creación de impuestos a la aviación, el transporte marítimo y la extracción de combustibles fósiles recaudaría cientos de millones de dólares al año para la causa climática. Según argumentó la primera ministra de Barbados Mia Mottley en un discurso pronunciado en la cumbre del clima de Bakú, un gravamen a estos tres sectores por sí solos podría aportar hasta 350.000 millones de dólares al año a programas de mitigación, adaptación y reparación frente al cambio climático. «Estas políticas son necesarias para garantizar que todos, especialmente los sectores más contaminantes, contribuyan con la parte que les corresponde a lo que debería ser un esfuerzo global», ha defendido Mottley.
También se propone un impuesto a las criptomonedas, al plástico o a las transacciones financieras
También se barajan propuestas como, por ejemplo, un impuesto a las criptomonedas, una industria al alza con una enorme demanda energética y huella ecológica, que podría generar hasta 5.200 millones al año. O una tasa sobre la producción de los polímeros con los que se fabrica el plástico, que por sí sola podría recaudar más de 25.000 millones de dólares anuales. Un impuesto global del 0,1% sobre las transacciones financieras, por su parte, podría generar hasta 418.000 millones de dólares adicionales cada año. Todo ello, sumado, facilitaría el objetivo de un billón (con b) de dólares anuales para luchar contra la crisis climática en el mundo.
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