La gran noticia del domingo, la autorización de Joe Biden a Ucrania para usar los misiles de largo alcance contra posiciones dentro de las fronteras rusas, resonó en los pasillos del Kremlin. Pero el eco no salió del corazón de Moscú, ya que las autoridades rusas, en el momento de escribir este artículo, no se habían pronunciado públicamente sobre la decisión del líder estadounidense. Anteriormente, ya advirtieron de que esta posibilidad significaría una escalada significativa en la guerra contra Ucrania y en el conflicto latente entre Occidente y Rusia.
La única reacción procedió de dos miembros del Consejo de la Federación, la Cámara alta del Parlamento ruso. El senador Andréi Klishas ha escrito en su cuenta de Telegram que la «escalada» decidida por Occidente «podría dejar en ruinas al Estado ucraniano por la mañana (lunes)». Por su parte, Vladímir Dzhabarov, vicepresidente de la Cámara, ha calificado a decisión como «un gran paso hacia el inicio de la Tercera Guerra Mundial».
Previamente, el presidente ruso Vladímir Putin ya había dicho en agosto que si Kiev obtenía permiso para utilizar misiles de largo alcance en territorio ruso significara “que los países de la OTAN, Estados Unidos y los países europeos están con guerra con Rusia”. Con anterioridad, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia Serguéi Lavrov había declarado en mayo que las armas estadounidenses ya se usan en ataques fuera de la zona de combate. Putin aseguró que los ataques en territorio ruso con armamento occidental son algo “muy cercano a la agresión directa”. En otra ocasión Putin señaló que estos ataques con equipo occidental solo son posibles gracias a la OTAN y “se valorarán como implicación directa de la alianza en el conflicto”.
Apoyo militar
Desde que empezó la guerra Occidente ha suministrado regularmente armamento a Kiev, desde munición y chalecos antibalas hasta misiles de largo alcance, vehículos blindados, tanques e incluso aviones de combate, algo que Rusia ha criticado abiertamente y ha definido como “escalada” por parte de Occidente, al que culpa de tener una guerra ‘proxy’ contra Moscú. Rusia por su parte ha buscado el apoyo de países afines, como Irán, que le ha vendido drones suicidas y Corea del Norte, con el que ha afianzado su relación e incluso le envió efectivos norcoreanos para apoyarle en el frente.
Aunque por ahora Rusia no confirmó que las tropas norcoreanas estuvieran en el frente, Moscú y Pionyang firmaron el pasado martes un acuerdo de cooperación militar, el Tratado de Asociación Estratégica, que contiene una cláusula sobre defensa conjunta. En la cumbre de los BRICS de Kazán del pasado mes de octubre, Putin comentó unas imágenes que supuestamente muestran el traslado de personal militar del país asiático a Rusia, y las calificó de “algo serio” y desvió la atención señalando que los militares de la OTAN llevan mucho tiempo participando directamente en la guerra de Ucrania.