Una dana, o Depresión Aislada en Niveles Altos, es un sistema de bajas presiones que se separa de la corriente en chorro, como una gota desprendiéndose de un grifo, pero a alturas superiores a 5.500 metros. Quedan totalmente sueltas y tienen un carácter autónomo, por lo que su evolución es más difícil de predecir que si queda aún ligada a la corriente, ya que su desplazamiento lo dictaminaría la vaguada.
Al quedar aislada, su evolución es menos predecible y depende de diversos factores. Si la dana se queda más estática y paraliza su desplazamiento, puede favorecer el desarrollo de lluvia intensa y prolongadas. También, un contraste mayor entre la superficie y las capas altas de la atmósfera puede favorecer el desarrollo de tormentas más intensas, así como un mar más cálido, provocando aguaceros que se autoalimentan por la humedad. Las montañas y las cordilleras también pueden modificar el flujo del aire y aumentar las precipitaciones en determinadas zonas, dando lugar a fenómenos como las lluvias torrenciales o las inundaciones.
Por norma general, las danas son más frecuentes y suelen ser más intensas durante los meses de finales de verano y principios de otoño, cuando las temperaturas del mar Mediterráneo son más altas. Este agua cálida proporciona una gran cantidad de humedad a la atmósfera, lo que alimenta las precipitaciones asociadas. En otras ocasiones y fuera de esta estación dejarán lluvias y tormentas, pero mucho menos intensas y duraderas. Durante la peor dana del siglo, el mar Mediterráneo estaba a unos 22 grados, días después la temperatura bajó a unos 20 grados.
Este tipo de situaciones meteorológicas suponen un reto para los meteorólogos. Aunque nos podemos aproximar a detallar qué puede pasar, estos sistemas son muy complejos. Un pequeño desplazamiento u movimiento del aire frío puede desencadenar consecuencias completamente diferentes.
Por tanto, las danas son fenómenos meteorológicos complejos y variables que requieren una vigilancia constante por parte de los meteorólogos. Aunque pueden ser impredecibles, conocer sus características y los riesgos asociados nos permite tomar las medidas necesarias para poder protegernos. Resulta fundamental adaptar nuestras infraestructuras y sistemas de alerta temprana para hacer frente a los desafíos que plantea este fenómeno meteorológico en un contexto que cada vez hace más eco al cambio climático.