Por increíble que pueda parecer sigue habiendo gente que niega que el clima esté cambiando y que los humanos tenemos mucho que ver con ello. Afortunadamente, hay muchos otros que ven el problema, se preocupan y tratan de encontrarle una solución. Son los que estos días se reúnen en la COP 29 que se celebra en Bakú, que es un lugar bastante improbable porque Azerbaiyán nada en gas y petróleo que vende en Europa, su presidente Aliyev dice que el oro negro es un “regalo de Dios” y tiene planes para aumentar su producción en años venideros. Si se ha optado por Azerbaiyán es porque este año la organización de la cumbre correspondía a un país de Europa del Este y Rusia vetó a otros candidatos como Bulgaria, Eslovenia o Moldavia, y Azerbaiyán ‘compró’ su designación a cambio de la liberación de 32 prisioneros de guerra armenios.
Allí están ahora reunidos casi 200 países para ver cómo frenar el calentamiento global y así cumplir el objetivo fijado en París en 2015, de no sobrepasar a fin de siglo los dos grados de aumento sobre la temperatura existente antes de la era industrial. No es fácil, porque al paso que vamos casi llegaremos a los 3 grados y porque ya este año sobrepasamos el grado y medio según la Organización Meteorológica Mundial que, sin embargo, no lo reconocerá oficialmente hasta que años posteriores confirmen la tendencia. Un año solo no basta.
El objetivo de esta cumbre es lograr dinero para ayudar a los países más pobres a mitigar los problemas que les crea el calentamiento global y animarles a industrializarse con sistemas menos contaminantes que el carbón o el petróleo que hemos utilizado los que ya nos hemos desarrollado. Tampoco va a ser tarea fácil, pues ya en 2009 nos comprometimos a darles 100.000 millones de dólares anuales y la cifra solo se alcanzó el año pasado. Los países pobres dicen que eso es una miseria, que necesitan no menos de un billón (con b al año) y no parece que los ricos estén dispuestos a aflojar el bolsillo hasta ese extremo y menos cuando China se niega a abrir la bolsa y cuando acaba de llegar a la Casa Blanca un negacionista como Donald Trump, que dice que eso del calentamiento global es un engañabobos. Trump favorecerá la apertura de nuevos pozos de petróleo y disminuirá las ayudas a las energías menos contaminantes. Durante su primer mandato se retiró del Acuerdo de París y es probable que vuelva a hacerlo.
La presencia en Bakú de don Pedro Sánchez no ha logrado evitar que esta cumbre sea muy deslucida, porque no asisten los líderes de los principales países contaminantes, como China, Estados Unidos o la India, y tampoco lo hacen otros tan importantes como Brasil, Japón, Francia o Alemania, lo que garantiza que no se vayan a tomar decisiones importantes, a pesar de la creciente conciencia mundial de que se necesitan recortes drásticos en las emisiones de CO2 a la atmósfera. Europa hace los deberes pero un reto global de esta categoría requiere una respuesta global y nosotros, por mucho esfuerzo que hagamos, solo contaminamos el 9% y con ese porcentaje no podemos revertir una tendencia que requiere el esfuerzo conjunto de todo el planeta.
Las perspectivas no son buenas: por un lado, la presidencia de Trump no ayudará a rebajar las emisiones de gases de efecto invernadero, y por otro, los últimos desarrollos de la inteligencia artificial exigen mucha agua y muchísima electricidad que hay que producir con fuerte impacto sobre el mismo calentamiento global que, no hay que olvidarlo, también mata. Se calcula que el año pasado no menos de 300.000 personas murieron en el mundo por hambrunas, sequías extremas, inundaciones (Nigeria), incendios (California), huracanes y tornados (Cuba), etcétera, sin olvidar que la subida de las aguas de los océanos amenaza a estados insulares como las Islas Marshall. En lo que a nosotros respecta, la reciente DANA ha matado a 215 personas en un claro ejemplo de un fenómeno meteorológico extremo que tenderá a repetirse con un mar Mediterráneo dos grados más caliente de lo normal en esta época del año. Solo por eso vale la pena poner dinero encima de la mesa de Bakú, porque no hacerlo mata y, además, porque no hacer nada ahora nos saldrá muchísimo más caro a medio plazo.