- El alma marinera de Altea
- El encanto del casco antiguo
- Miradores que enamoran
- Arte y cultura en cada rincón
- Un entorno natural privilegiado
El pueblo pintoresco de Altea, en la provincia de Alicante, se despierta con el canto de las gaviotas y la delicada brisa marina. Este sitio, que antiguamente albergaba a pescadores y labradores, mantiene su carácter tradicional al tiempo que se establece como uno de los lugares más fascinantes de la Costa Blanca. Sus vías empedradas, viviendas blancas adornadas con flores y miradores que brindan vistas impresionantes convierten a Altea en un santuario para los entusiastas de la historia, la cultura y la naturaleza.
El alma marinera de Altea
La historia de Altea se encuentra fuertemente vinculada a su vínculo con el mar. En épocas antiguas, espacios como la Calle del Sol se impregnaban con el perfume del pescado fresco y de la «saladura», el método tradicional de preservación. Las cortinas de color negro en las puertas daban a entender la existencia de viviendas de pescadores en la zona marinera. Pese a que este ambiente ha cambiado, el puerto de Altea continúa siendo un emblema de su identidad. Las embarcaciones amarradas y las prácticas pesqueras evocan los tiempos en los que este pueblo dependía del mar.
El encanto del casco antiguo
Una de las joyas más preciadas de Altea es su antiguo casco, también llamado el barrio de El Fornet. Al ascender por la Calle Principal, se halla un laberinto de vías estrechas que se elevan y descienden, rodeadas por viviendas encaladas adornadas con geranios, jazmines y buganvillas. Este rincón parece trasladarte a otra era, donde el ritmo suave y el entorno tranquilo invitan a apreciar el momento actual.
La iglesia de Nuestra Señora del Consuelo está ubicada en el núcleo del casco antiguo, cuyo característico techo de vidrio azul se puede apreciar desde numerosos lugares del pueblo. Este templo, denominado «la cúpula del Mediterráneo», es un ícono de la arquitectura y la espiritualidad. Desde su plataforma, se pueden observar panorámicas que incluyen la bahía de Altea, las cimas de la Sierra de Bèrnia y paisajes emblemáticos como el Penyal d’Ifac.
Miradores que enamoran
Altea dispone de varios miradores que brindan postales memorables. Desde ventanas ubicadas de manera estratégica, es posible admirar la grandiosidad del Mediterráneo y las montañas aledañas, como la Sierra de Aitana y el Puig Campana. Cada esquina parece haber sido concebida para el disfrute visual, perfecta para tomar fotografías o simplemente disfrutar de la tranquilidad del sitio.
Arte y cultura en cada rincón
Altea no solo representa la naturaleza y la historia, sino que también es un centro cultural lleno de vida. Este poblado ha cautivado a artistas y creadores durante décadas, quienes hallan en sus paisajes y ambiente una fuente inagotable de inspiración. Las galerías de arte, talleres y pequeños estudios dispuestos por todo el casco antiguo son una evidencia de esto, donde se pueden encontrar piezas singulares que representan el espíritu mediterráneo.
Adicionalmente, Altea festeja múltiples celebraciones durante todo el año, tales como las festividades patronales en honor a San Blas y la Semana Santa, que fusionan costumbres religiosas con manifestaciones artísticas y culturales.
Un entorno natural privilegiado
La ubicación de Altea entre el mar y las montañas lo hace un lugar perfecto para los aficionados a la naturaleza. La bahía de Altea, caracterizada por su combinación de playas de arena y calas de piedra, brinda posibilidades para ejercitar deportes acuáticos, disfrutar del sol o descubrir su diversidad marina. En contraposición, los caminos de senderismo en la Sierra de Bèrnia o la Sierra Helada próxima ofrecen vistas asombrosas y la posibilidad de vincularse con la naturaleza.