La catalogación y registro de la colección de libros que a su muerte dejó el poeta Francisco Brines en su residencia de l’Elca, en Oliva, será un arduo trabajo que costará al menos cuatro años, según cálculos de Isabel Calonge y Gloria Vallet, las dos documentalistas que desde el pasado mes de julio están realizando esta tarea, por encargo de la fundación creada para preservar su legado.
Francisco Brines falleció el 20 de mayo de 2021 a los 89 años, pero ya en vida el Premio Cervantes 2020 quiso que tras fallecer gran parte de su patrimonio se pusiera al servicio de la sociedad.
La de Brines está considerada una de las bibliotecas privadas más importantes de Europa, tanto a escala temática como por el valor de sus ejemplares. Está formada por 15.000 volúmenes. Estos se reparten por todas las estancias de la casa; fundamentalmente el estudio, su dormitorio, el ático, y otra gran sala en la planta baja.
Isabel y Gloria están trabajando por ahora en el estudio, donde hay sobre todo libros antiguos, considerados así a aquellos impresos antes del año 1800. Los están documentando con métodos científicos, con los estándares de la Biblioteca Nacional de España, con el fin de dotarlos de signatura e integrarlos en la Red Electrónica de Lectura Pública Valenciana y en el catálogo OPAC. En cinco meses han catalogado 2.000 volúmenes.
El proceso es lento porque Isabel y Gloria, además de hacer la ficha canónica, también están anotando, en campos específicos, otras cuestiones de interés, por ejemplo si el libro tiene anotaciones manuscritas, alguna dedicatoria, dibujos, o si está restaurado.
Las dos documentalistas acuden presencialmente a l’Elca algunos días y también completan el trabajo después desde sus respectivas casas. Cuentan con la ayuda de un informático, Víctor Zacarés.
Este inventario y catalogación, en una primera fase, durante un año, está financiada por el área de Cultura de la Diputación de València. La fundación confía en seguir contando con ayudas públicas para continuar con el trabajo.
Entre las joyas literarias halladas hasta ahora hay primeras ediciones desde los grandes escritores del Siglo de Oro español a la Generación del 27 y la del 50, esta última a la que pertenecía el propio Brines. Pero el poeta olivense era coleccionista de libros antiguos, muchos suministrados por su amigo Abelardo Linares, de la editorial madrileña Renacimiento. También tenía interés por obras del ilustrado olivense Gregori Mayans, por quien sentía una gran admiración, y de su sobrino, el político liberal y marino Gabriel Ciscar. Además, hay libros del siglo XIX firmados por autoras, cosa que era una rareza para la época, como Carolina Coronado o Gertrudis Gómez de Avellaneda.
Destacan un «Quijote» de 1605 o una primera edición del «Romancero Gitano» (1928), de Lorca. Hay ediciones del siglo XIX de Quevedo, Espronceda o Bécquer. El libro más antiguo data de 1520, una obra del humanista italiano Giovanni Gioviano.
Isabel y Gloria están creando un código especial para las autoras, cosa que permitirá recuperar todas estas obras en la base de datos gracias a este sesgo de género.
Como curiosidad, por deseo de la fundación, todos los libros, después de catalogarse, deben quedarse tal y como los dejó Brines, incluso, por ejemplo los que están a los pies de su cama, para que el lugar conserve esa esencia de «casa-museo».
Los libros no están ordenados por temática y Brines tampoco hizo un listado exhaustivo de ellos. «Lo único que se aproxima son fichas de cartulina en un mueble archivero, que nos sirve de base, pero no indica en qué lugar de la casa están», señala Gloria.
El objetivo es que esta colección sea declarada biblioteca privada de interés público, una figura recogida en la ley valenciana, y en el futuro l’Elca se convierta en un centro de estudios e investigación literaria, como deseaba el propio Brines. «Este es el comienzo ilusionante de una trayectoria que será ardua, pero imprescindible para cumplir con los principios de la fundación», señala la secretaria de la entidad, Rosa Mascarell.
L’Elca, el paraíso de la infancia de Brines a donde regresó desde Madrid, también está decorada con varias obras de arte. Por lo que respecta a las pinturas ya están catalogadas en su totalidad por un equipo de la UPV dirigido por Pilar Roig. Y las obras sobre papel, como dibujos, fotografías o acuarelas, lo están parcialmente, por un equipo de la Universitat Jaume I, con David Marqués al frente.