Todo país tiene a su ‘Reina de las mañanas’, un título que se van pasando las señoras más poderosas de la televisión y que, hasta hace poco, ostentaba Ana Rosa Quintana, la que más se ha parecido en España a la figura de Oprah Winfrey, aunque con muchos matices.

No todo el mundo sabe que fue corresponsal en Nueva York para la Cadena COPE en los años ochenta. En aquellos tiempos estaba casada con Alfonso Rojo, actual director de Periodista Digital.

Pasó por varios informativos de distintas emisoras y el gran salto a la tele lo dio en los noventa, en Telecinco, con Veredicto, un espacio en el que se simulaban juicios.

En Antena 3 condujo Extra Rosa, un magacín que presentaba con Rosa Villacastín. Todo muy fino. Nada que ver con la el “semen de fuerza” al que se referiría Ortega Cano en su programa años más tarde. Aquel plató se le quedó pequeño pronto y la pusieron sola por las tardes con Sabor a ti. Por allí pasaron algunos colaboradores que terminaron volando solos años más tarde: Antonio Hidalgo, Jaime Cantizano…

Por los 2000 se probó con la escritura y, como parece que no se le daba muy bien, sacó un libro que se dijo que le escribió su cuñado lleno de plagios. La editorial lo retiró tras estallar la polémica, haciéndole un favor a millones de potenciales lectores. Presentadoras de la tele y literatura es una combinación que no siempre se traduce en calidad. Hay pruebas de ello.

En los últimos meses, la presentadora madrileña ha sido muy criticada por un comentario que hizo hace más de veinte años, cuando en Sabor a ti trataron el tema de la agresión sexual del alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez, a Nevenka Fernández. «Una chica que es licenciada, que tiene un máster, que es concejala de Hacienda, que tiene solvencia cultural… Primero, ¿cómo se deja ser acosada? Y después, ¿cómo tarda tanto tiempo en denunciar?». Este comentario, impensable ahora, pasó desapercibido, pero la directora Icíar Bollaín lo ha rescatado para su última película. El cine también puede ser memoria histórica.

El gran bombazo de la época surgió en 2004, cuando cuando la fichó Telecinco para ocupar el espacio que, hasta ese momento, pertenecía a María Teresa Campos. La malagueña, a su vez, se pasaba a Antena 3. Esa batalla la ganó Ana Rosa y su nuevo formato para las mañanas, El programa de Ana Rosa. Da un poco de ‘cringe’, pero eso no es nada comparado con lo que vino inmediatamente después, cuando la tipa sacó también la revista AR en la que ella siempre aparecía en la portada. No se descarta que tenga el salón de alguna de sus casas forrado con su cara.

Coronada como ‘Reina de las Mañanas’, se mantuvo años invencible. Rara vez su vida personal saltaba a las revistas, aunque fue la comidilla de todo el mundo cuando se supo que esperaba gemelos con su segundo marido… a sus 48 años. Créanme que fue controvertido entonces. Nadie podría imaginar que veinte años más tarde Ana García Obregón ‘daría a luz’ a su nieta.

Las mañanas le dieron su espacio para la tertulia política, tal y como tenía la Campos. En principio, el papel de Quintana era el de moderadora de la mesa, pero algo hizo clic en su productora cuando Pedro Sánchez le presentó una moción de censura a Mariano Rajoy y España dio un volantazo ideológico. No sabemos si cambió ella o, simplemente, decidió dejar de callarse lo que pensaba, pero pasó a convertirse en la peor pesadilla del Gobierno de coalición PSOE-Podemos.

AR supo ganarse así a la mitad de los españoles, pero lo malo de tomar partido en un país tan polarizado es que la otra mitad ya no te puede ni ver. Su productora se vio obligada a desmentir algún que otro bulo durante la pandemia y salió a la luz que, en plena crisis de vivienda en España, la presentadora gestiona más de una cuarentena de pisos turísticos en Madrid y Barcelona. Era la ‘Reina de las Mañanas’, no la ‘Princesa del Pueblo’, amigos.

Al final, empezaron a aparecerle enemistades hasta en Telecinco, donde Jorge Javier Vázquez, que se dio a conocer con ella, dejó de cortarse cuando hablaba de una mujer de Usera, un barrio que ella describió como «obrero y trabajador, antes de que fuera Chinatown».

Durante unos meses estuvo missing por un cáncer, pero volvió con la misma fuerza y el mismo odio acumulado por el todavía presidente del Gobierno. Este año dijo ‘hasta aquí’ —o se lo dijeron—, se quitó la corona de las mañanas y se pasó a las tardes con TardeAR, donde sigue reservándose unos minutos de editorial ‘antisanchista’.

Ya no es ni la reina ni de las tardes, pero sigue siendo nuestra Oprah Winfrey… aunque ‘trumpista’.

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