Carlos Mazón, presidente de la Comunidad Valenciana. / EFE

La sutileza dialéctica que debía resolver Carlos Mazón en su comparecencia kilométrica ante las Cortes valencianas operaba en un margen muy estrecho. Tenía que forzar el evidente «no hice nada» en un exculpatorio «no podía hacer nada». Sin embargo, el personaje de triste trayectoria hundido en la riada exploró una tercera vía, «no tenía que hacer nada». La insistencia en demostrar que Dios jamás se había mostrado tan injusto con los seres humanos como al derramar la DANA del 29 de octubre tenía por objeto disimular la pasividad presidencial. En su repaso segado del diluvio, el líder de la comunidad no fue incompetente, fue impotente.

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