«Es un buen día para caminar sobre el agua, es un buen día para tragarte el orgullo, es un buen día para llamar a tu madre, es un buen día para estar vivo». Con vida, tras haber superado un linfoma, y con ganas, está Chuck Prophet., cantautor y guitarrista californiano, miembro que fue de Green Day antes de desarrollar carrera en solitario. Wake The Dead (Yep Roc Records / Popstock!). Su nuevo álbum es una preciosidad y está realizado al alimón con el combo ¿Qiensave? (ojo no es un error, se escribe así), grupo de cumbia residente en Salinas, California, en activo desde 2009. Mas no se me achicopalen los más puntillosos, pues no estamos ante un trabajo de cumbia pura y dura. Sí, suena aquí el vaivén latino, pero ahí están las guitarras para abarcar desde el rock tejano a blues-soul en la onda Van Morrison, pasando por el colorido de Nueva Orleans y una balada (One lie for me, one for you) arrebatadora que bien podría firmar Elvis Costelo. Gozosa instrumentación y voces vibrantes para la celebración de la vida, que es a lo que Chuck Prophet nos invita en It’s a good day to be alive, la pieza que cierra este atractivo disco . Ya sabes, un buen día para llamar a tu madre. Do it!
Los textos de las canciones de Ness (Domino / Music As Usual), el disco del inglés Hayden Thorpe, proceden del libro homónimo escrito por Robert Macfarlane y Stanley Donwood, que trata sobre la fragilidad del mundo que habitamos y está ambientado en la costa de Suffolk, en un lugar que albergó un centro secreto de investigación militar, luego fue un espacio para probar armamento, y durante la Guerra Fría, una fábrica de componentes para bombas nucleares. Musicalmente, Ness es un trabajo espléndido de difícil taxonomía, pues enlaza la canción con la narración, el pop más o menos de vanguardia con el folk de atmósfera medieval, la electrónica con el sacabuche (trombón del siglo XV), el clasicismo con la búsqueda. Clarinetes, armonías vocales y la singular garganta de Thorpe se suman a un universo arrebatadoramente excitante. Para paladear.
Portada del disco de Chuck Prophet. / Servicio Especial
En 1998, el trompetista Roy Hargrove , fallecido 20 años más tarde sin haber cumplido los 50, y su grupo Crisol registraron en la isla de Guadalupe el disco Grande-Terre (Verve / Universal) que ha permanecido inédito hasta ahora. Once músicos, entre los que se encontraban los pianistas Larry Willis y Gabriel Hernández, el trombonista Frank Lacy y el añorado percusionista Miguel Angá Díaz, pusieron en pie un puñado de canciones escritas por Roy o por sus acompañantes, más la pieza Afreaka, de Cedar Walton, conformando un arrollador puzzle musical de arreglos brillantes y colorido multitonal. Sin perder cada uno su acento propio, los músicos lograron un vigoroso lenguaje común, arropando a Hargrove, quien combinó su cadencia jazz con la síncopa caribeña. B And B y Priorities destacan por su arrolladora latinidad.
Cante a lo gitano (Sony Music), lo más reciente de Niño de Elche, es una mirada al repertorio del gran cantaor Manuel Torre. Pero ya se sabe que Niño de Elche mira de reojo, y, desde luego, no al pasado sino al futuro. La portada del disco, con ese traje bañado en oro que pierde esquirlas es toda una metáfora del cante que contiene. Perrate, Rocío Márquez, Yerai Cortés (guitarras), Eric Jiménez (Los Planetas y más), Andrés Rodríguez (gaita) e Ylia (electrónica), entre otros, le echan un cable (o un galgo) a este flamenco / no flamenco, que ha hecho de la heterodoxia un canon irresistible, agitador y envolvente. Hay que ser Ñiño de Elche para elaborar una propuesta en la que parece que no rompe nada, pero lo trastoca todo. Eso sí, cantando con esa voz que entra y sale, sube y baja, grita y susurra, insulta y acaricia. Hay que rendirse a la evidencia de la brillantez de este tributo payo al gitano Manuel Torre. Bulerías, faruca, cantiñas, guajirillas, fandangos, segurillas, malagueña, saeta, tarantos y otras manifestaciones del cante son abordadas con el talante de un talento sin fronteras, y con el respeto de un creador poco dado a la complacencia. Para que luego vengan con la vaina esa del apropiacionismo.
«Mi alma se ha empleado / y todo mi caudal en su servicio / ya no guardo ganado / ni ya tengo otro oficio / que ya solo en amar es mi ejercicio». Viene al pelo este fragmento del Cántico espiritual, de Juan de la Cruz, para acercarnos a Del alma (autoeditado), el álbum que firman Chicuelo, guitarrista rotundo e imaginativo, y Marco Mezquida, pianista de las mil danzas. Es la tercera colaboración del dúo, tras Conexión (2017) y No hay dos sin tres (2019), y muestra el mismo ímpetu y emoción que sus predecesoras. Hay flamenco, sí; y jazz, también; y música mediterránea, desde luego. Pero, por encima de cualquier categorización que se nos ocurra está el big bang, la expansión sonora; toda Cuba metida en una guajira, por ejemplo; y los maestros del clasicismo español, en una balada-funk, también por ejemplo. Chicuelo y Mezquida son la llave que abre todas las puertas del ritmo. Virtuosos ellos, su magia sonora no viene de la técnica sino del alma.
Séptimo disco tras siete años sin grabar. Rinôçerôse, el dúo francés de electro-pop o electro-rock o lo que quieran, está de vuelta con Psychôanalysis (YEEESS). Rock, house, electro industrial, funk… Todas las especialidades de la casa en un trabajo de sabor retro, pero de pulsaciones actuales. Cuenta con las voces de Jessie Chaton, Bnann Watt, Izzy Lindqwister y Benjamin Diamond. Hay trallazos de guitarras y bajos, atmósferas que arropan el baile y un cierre (Rinobrain), que es un peculiar cruce entre la banda sonora de Blade Runner y Pink Floyd. Al lío!