El siluro (Silirus glanis) está colonizando los ríos de España. Este gigantesco pez de agua dulce que fue introducido desde Europa central en 1974 y 1995 para “fomentar el equilibrio ecológico” del río Ebro, ya ha empezado a expandirse por el Tajo, el Júcar y el Guadalquivir. Con su enorme tamaño (algunos llegan a pesar 140 kilos y medir 2,5 metros) se ha convertido en el verdadero terror de los ríos y ha conseguido en tan solo medio siglo arrasar la biodiversidad de algunos de ellos. Ahora, su cercanía a espacios naturales protegidos preocupa a las autoridades, que buscan la forma de frenar su expansión antes de que haga acto de presencia en estos lugares.
El Ministerio para la Transición Ecológica (Miteco) está llevando a cabo un proyecto para, en la medida de lo posible, “prevenir su expansión aguas abajo hasta zonas ambientalmente sensibles”, tal y como revela el propio ministerio. El objetivo es evitar, por ejemplo, que llegue a lugares tan vulnerables como el Parque Nacional de Doñana.
Aunque el Ministerio no tiene competencias en la gestión de las especies exóticas invasoras en el medio natural, sí brinda a las administraciones autonómicas y ayuntamientos información sobre cómo pueden llevar a cabo dicha gestión. Para ello, hasta finales de 2024 la cartera de Teresa Ribera está trabajando en un estudio para determinar la extensión de la presencia del siluro en el Bajo Guadalquivir, diseñar un plan de medidas de sensibilización y elaborar un protocolo de trabajo para el control de la especie a medio y largo plazo.
No es nada sencillo saber cuántos ejemplares de este animal hay en toda España. “Al no existir censos ni estimaciones, no es nada fácil”, resume el Ministerio, que añade que “en el medio acuático, y tratándose de peces con elevada capacidad de reproducción, este dato es muy difícil de obtener”, señala el Ministerio.
Ya está en 9 comunidades autónomas
Lo que sí está claro es que se ha expandido “paulatinamente”. Con datos hasta 2021, el siluro ya se había propagado por “varias cuencas hidrográficas”, incluyendo el Ebro, el Tajo, Júcar y el Guadalquivir. Esto supone que la gestión de las poblaciones de este enorme pez depende de varias comunidades autónomas, incluyendo Aragón, Castilla-La Mancha, Cataluña, la Comunidad Valenciana, Extremadura, La Rioja, Navarra, País Vasco y, más recientemente, Andalucía.
El siluro fue detectado por primera vez en 2011 en el río Guadalquivir. Según la plataforma ‘Stop Siluro’, su origen en España radica en “una introducción intencionada en el embalse de Iznájar (Córdoba), el mayor de Andalucía”. Desde entonces, la población no ha hecho más que crecer. Además, en 2015 también se detectan ejemplares en el Rivera de Huelva, por debajo del embalse de El Gergal, que pertenecen a una segunda suelta sin relación a los del embalse de Iznájar. En 2021, el siluro aparece en la zona de la presa de Alcalá del Río (Sevilla), fruto de la expansión natural de la población de El Gergal.
Por esta razón, además de conocer la extensión del problema, especialmente en el Bajo Guadalquivir -el más cercano a Doñana- se requiere la colaboración ciudadana para frenar su expansión. Para ello, Miteco está diseñando distintas medidas de concienciación, entre las que se encuentran campañas de información específicas para los sectores de pesca deportiva, cursos de educación ambiental enfocados a una pesca más sostenible de las especies autóctonas y los recursos endógenos, campañas de información para el público general (charlas de divulgación en centros educativos), utilización de apps y campañas mediáticas y de comunicación.
Un depredador voraz que ataca las especies autóctonas
El siluro es un depredador muy voraz, capaz de consumir hasta el 4% de su peso (que puede superar los 140 kilos) cada día. Su dieta es muy variada, pues le encantan no solo los peces, sino también las aves y algunos pequeños mamíferos.
Por eso, su llegada al Bajo Guadalquivir podría llegar a originar un desastre ecológico. Las especies migradoras, casi todas amenazadas, como la anguila, que se encuentra en Peligro Crítico de Extinción, son especialmente sensibles ante esta predación.
Su voracidad hace que pueda transformar por completo la biodiversidad de un río. De hecho, la introducción del siluro en el Ebro ya ha provocado la desaparición del barbo, que era una especie abundante hasta 2005. Esta alteración ha producido un cambio en la ecología del río en forma de un crecimiento exorbitado de vegetación acuática, sargazos y algas.
En Iznájar (Córdoba), por otro lado, escasean cada vez más el barbo o la boga, especies autóctonas, y otras introducidas como la carpa o el black bass.
Debido a su potencial colonizador y constituir una amenaza grave para las especies autóctonas, los hábitats o los ecosistemas, en España está incluida en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras, en el que se encuentran 282 especies de distintos tipos.
A finales de este año se recibirá nueva información procedente de las comunidades autónomas y de la Sociedad Ibérica de Ictiología (SIBIC), que está realizando un estudio para actualizar el conocimiento de la ictiofauna española. Esta información será remitida a la Comisión Europea en 2025, y servirá, además para actualizar el Atlas y Libro Rojo de especies amenazadas correspondiente.
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