Telmo consigue entrar en los calabozos para hacerle una petición a Lucía: que haga todo lo posible por librarse de la acusación de la Santa Inquisición. Además, la emoción de la conversación los ha llevado a fundirse en un apasionado beso.
La pequeña de los Avellaneda empieza a mostrar signos de delirio en los calabozos, asustando a las otras reclusas. Lucía se sienta frente al comisario para decirle cuál es el mal que padece en su cabeza. “A veces sufro pulsiones que no puedo controlar, pulsiones que no son decentes para una mujer de mi condición”, ha asegurado la joven.
El comisario culpa al maligno de esas pulsiones, pero Lucía le para. “No, proviene de mi sangre, la sombra de la locura de mi madre me persigue a todas partes”, le confiesa la noble a la vez que le pide disculpas por haberle ocultado su verdad.