José Antonio Mateo Berenguer, de 65 años, es natural de Santa María del Águila, una localidad de 12.000 habitantes que pertenece a El Ejido (Almería). Desapareció hace tres meses, el pasado 18 de agosto.
Ese domingo, cogió su coche a primera hora de la mañana y lo aparcó en uno de los accesos a la Rambla del Águila, en un paraje del mismo nombre ubicado al pie de la Sierra de Gádor, próxima al pueblo donde vivía.
«Un cúmulo de mala suerte»
Desde entonces nada se sabe. Ni una pista. Ni un solo testigo que aporte algún indicio de su paradero. Sus hermanos pequeños, Serafín y Alfonso, viven en la misma localidad.
Ambos, en declaraciones al canal de investigación y sucesos de Prensa Ibérica, achacan la desaparición de su hermano a «un cúmulo de mala suerte» que empezó desde el momento en que José Antonio se dejó el móvil en casa aquella mañana.
«Casi nunca se iba sin el móvil», asegura Alfonso, el pequeño de los tres hermanos. «Vivía solo pero no estaba desconectado del mundo. Se le tuvo que olvidar o igual tenía pensado volver pronto», apunta.
Los dos hermanos señalan el infortunio de no haber podido geolocalizarle mediante ningún dispositivo. «Se fue con lo puesto», lamentan.
Desaparecido en el monte
Su familia intenta recrear los días que pasaron desde la última vez que hablaron con él, el viernes anterior, día 16. «El martes ya dimos la voz de alarma porque no contestaba nuestros mensajes y fuimos a su casa».
Allí encontraron las pistas que acreditan que José Antonio no pudo irse sin un motivo. «Había dejado comida preparada en la vitro para cuando volviera. Su móvil y ordenador muestran las últimas conexiones ese mismo fin de semana», revela Alfonso.
Sus hermanos comenzaron entonces a buscarle. Preguntaron a su gente más cercana. Los últimos que lo vieron fueron sus amigos en un velatorio de la madre de uno de ellos, dos días antes de perderle la pista. Aseguran que estaba igual que siempre.
No es hasta el viernes, 23, después de rastrear los lugares más frencuentados por el hombre, cuando denunciaron su desaparición en la Comisaría de Policía Nacional de El Ejido, según ha podido constatar este medio.
Fue entonces cuando Serafín pensó que su hermano podría haber salido a hacer senderismo por una de las rutas que más repetía en su tiempo libre. La búsqueda los llevó hasta la sierra más cercana, lugar donde solía acudir habitualmente.
Era usual que lo hiciese solo, pero ese día no volvió. «José Antonio estaba en varios clubes de senderismo. De hecho, estaba apuntado a una ruta en septiembre con uno de estos grupos. Nada hacía indicar que se hubiera ido sin previo aviso», recalca el mediano de los hermanos.
«El pueblo se volcó»
Encontraron el coche de José Antonio aparcado a los pies de la sierra. Comprobaron que no estaba su documentación, pero tampoco había nada extraño. «La policía registró las cámaras del camino más cercano y comprobaron que el vehículo pasó en esa dirección el día 18 a las 6:20 horas de la mañana», informa a este medio Alfonso.
Es entonces cuando comienza un operativo de búsqueda por la zona montañosa donde se cree que puede haber desaparecido. Una hipótesis que siempre se ha mantenido como única posible y que, hasta ahora, no ha dado ningún fruto.
«Al principio, el pueblo se volcó», señala Serafín. «Organizamos varias batidas por el terreno donde contamos con la colaboración de amigos y vecinos en coordinación con Protección Civil, Guardia Civil y Policía Local. Vinieron hasta los perros de búsqueda», cuenta el hermano.
Una sierra abrupta y de difícil acceso
«Es una sierra muy abrupta», coinciden los hermanos. «Son alrededor de 64.000 hectáreas, con el trabajo de localización que ello supone», relata Alfonso, resignado. «Es todo campo con sendas hechas por animales».
Los antiguos caminos de esta sierra han ido desapareciendo con el tiempo. «Así lo cuenta la gente más mayor», dice Serafín. «Mi hermano era experimentado en caminar por estos parajes, por eso pensamos que tuvo que pasarle algo«.
«Era diabético, tomaba pastillas y desde hace unas semanas los médicos le habían recomendado pincharse insulina», cuenta el hombre. «Quién sabe si le ha podido dar un bajón de azúcar», aventura.
Una última batida
«Puede ser que él mismo se haya refugiado, era agosto y en esos días hacía mucho calor«, recuerda el menor de los hermanos. «En alguna de las batidas de búsqueda nosotros nos tuvimos que resguardar para protegernos del sol. Ahí fue cuando fui consciente de lo difícil que podría ser encontrarle».
«Nosotros hemos seguido haciendo batidas, hemos registrado cuevas, el fondo de los barrancos y nada…», cuenta Serafín. «Cualquier roca o vegetación puede ocultar un cuerpo a simple vista«.
El 19 de octubre, un dispositivo de la Guardia Civil rastreó desde el aire el terreno en una última batida. «Estuvieron toda la mañana dando vueltas con el helicóptero. Hicieron un buen trabajo», reconoce Alfonso.
«Mantenemos la esperanza de encontrarle»
José Antonio llevaba cuatro años viviendo en el pueblo. Se vino de Madrid para cuidar a su padre, que murió el pasado mes de mayo. Desde entonces vivía solo. «No somos una familia despegada. Teníamos mucho contacto, mi padre estaba viviendo con él e íbamos mucho a visitarlo hasta el último momento. Estábamos todos al pie del cañón», asegura Serafín.
El hermano pequeño es abogado, José Antonio colaboraba con él, aunque en las últimas fechas no tenía un trabajo fijo. «Tampoco tenía problemas económicos«, cuenta Alfonso. «Además, iba a heredar algún dinero por la muerte de mi padre».
«Que nosotros sepamos, no tenía ningún problema con nadie«. «Llegamos a preguntar incluso a su expareja. Nadie sospechaba nada», cuenta Serafín.
«Nos fiamos a la suerte«, se resigna Alfonso. «Personalmente, he pateado mucho el terreno sin resultado. Todavía queremos descartar ciertos puntos y queremos hablar con espeleólogos que nos puedan orientar», revela.
Sus dos hermanos no piensan dejar de buscarle. «Siento que ya no está con nosotros, pero mantenemos la esperanza de encontrarle», confiesa Serafín. «Es muy duro pasar por una situación así porque nunca descansas».