La tragedia de Valencia es la suma de la crisis climática y de una gobernanza que ha priorizado el lucro de unos pocos y el crecimiento descontrolado por encima de la seguridad de las personas. Una financiación autonómica injusta y una insuficiente comprensión de los riesgos climáticos que la ciencia anuncia completan una catástrofe anunciada.
La “gran Valencia” se enfrenta a un cataclismo que ha dejado más de 220 muertos, afectado directamente a 370.000 trabajadores y sumido a la tercera área metropolitana del país en un abismo económico y en un trauma político sin precedentes.
Esta catástrofe tiene su causa más inmediata en la pavorosa incapacidad de los responsables autonómicos valencianos para organizar la alerta roja de inundaciones y acelerar la evacuación de emergencia, y causas profundas que residen en décadas de especulación inmobiliaria, mala gestión urbanística, todas ellas en ausencia de una gestión de riesgo climático adecuada.
Los datos son contundentes: tres de cada diez viviendas afectadas se construyeron durante los años de la burbuja inmobiliaria, entre 2000 y 2008, que se sumaron a las de la época del desarrollismo, en zonas reconocidas como inundables.
Clima y gobernanza
La tragedia de Valencia del 29 de octubre es, por tanto, la suma de la crisis climática y de una gobernanza que ha venido priorizando el lucro de unos pocos y el crecimiento descontrolado por encima de la seguridad de todos sus habitantes, más una financiación autonómica injusta, más una insuficiente comprensión de los riesgos climáticos que la ciencia anuncia.
No se puede acusar a un solo partido de todos estos males. De hecho, constatamos que alcaldes valencianos del PP, como Amparo Folgado en Torrent, salvaron vidas actuando adecuadamente en cuanto supieron de la alerta roja de la AEMET. ¿Pero, qué partido puede y quiere ahora gobernar de otra manera, integrando las recomendaciones de la ciencia y con la participación de las comunidades afectadas? ¿Qué partido se atrevería a actuar junto con la fuerza ciudadana de Valencia para reconstruir?
Un proyecto para continuar con los desastres
Hace pocos días, la Generalitat ha presentado un plan de 136 medidas y un proyecto de reconstrucción estimado inicialmente por el presidente Carlos Mazón en 31.402 millones de euros. Esta propuesta del PP continúa desconectada de las necesidades reales de la población, porque no integra a los habitantes en la toma de decisiones, y además programa la reconducción de un modelo de desarrollo que les aboca a la repetición de los desastres.
De hecho, el grupo de expertos científicos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) recomienda a los responsables políticos actuar al revés y siempre integrar la participación ciudadana en los procesos de transformación profunda que necesitamos ante un aumento de la temperatura global de +3,1 grados para 2100 previsto por la ONU.
El PSOE tampoco parece estar a la altura de esta exigencia democrática de “nada sobre nosotros se hace sin nosotros”, pese a la experiencia de Asamblea Ciudadana por el Clima de 2022, porque la semana pasada, en su último Congreso federal, su hoja de ruta participativa era casi inexistente y se limitaba a proponer un “escaño ciudadano” dentro del Congreso y sin voto. Todo un ejemplo de incapacidad política para articular la democracia participativa y la democracia representativa a gran escala.
Nueva gobernanza
Valencia, al igual que toda España, necesita una manera nueva de gobernar frente a una amenaza climática sin precedentes y eso es, en realidad, lo que reclamaba la multitudinaria manifestación de la población contra la gestión de la DANA.
Exigir la dimisión del presidente de la Comunidad Carlos Mazón y de todo el gobierno de la Generalitat, significa poner fin a un sistema de negacionismo de la realidad y de irresponsabilidad política, para que no se reproduzcan los mismos errores durante la reconstrucción de las zonas devastadas.
Esta protesta masiva y pacífica confía en todo lo que puede cambiar. Todo lo que ni los bulos, ni el odio, ni la brutalización de la extrema derecha podrán acallar.
Un caso de éxito: la asamblea ciudadana para la reconstrucción de Gdansk
Las soluciones existen: recordemos el caso de las gigantescas inundaciones en Polonia en 2016, que pusieron en evidencia la mala gestión de las autoridades locales y, justamente por eso, propiciaron que las decisiones sobre la reconstrucción se tomasen con la participación directa de la ciudadanía, como garantía de integridad democrática y de cohesión social más allá de las lógicas de partidos políticos.
Después del desastre, en la ciudad de Gdansk, que es el centro de la zona metropolitana más grande del norte de Polonia, se organizó una asamblea ciudadana mediante sorteo, y de este modo la ciudadanía lideró las políticas de recuperación y prevención tras la gran inundación. Gdansk adoptó este enfoque innovador y democrático no solo para superar una catástrofe natural, sino también para superar una gestión política sistémicamente deficiente que escandalizó a la población.
Gobernar con la ciudadanía
Adaptar y mejorar esta experiencia ahora mismo en Valencia, apostar por la democracia participativa, permitiría la reconstrucción y la regeneración de la confianza en la política y las instituciones democráticas fuera de los grandes discursos, sencillamente gobernando con la ciudadanía.
Así, se daría una voz política al compromiso social y a todas las formas de solidaridad ciudadana que hemos visto a diario en medio de los escombros y de los agotadores trabajos de limpieza.
Los ciudadanos de la Valencia metropolitana han dado grandes lecciones de civismo a toda la clase política y se han ganado a pulso que se los escuche. Es más: es lo que recomienda actualmente la Comisión Europa a todos los gobiernos y lo que está planeando con la creación de órganos de participación ciudadana permanente.
Valencia resiliente
La sociedad valenciana está demostrando la fuerza de su resiliencia cívica. Es hora de reconstruir una Valencia que también sea física, política y económicamente resiliente, como un ejemplo temprano de la democracia climática que necesitamos en todo el mundo, donde la voz de los ciudadanos sea vinculante y la ciencia se integre en cada paso del proceso.
Así se curan los males de la antipolítica y del negacionismo climático. No se podrá nunca aliviar el trauma de los cientos de muertes evitables, pero sí se puede construir un “nunca más” democrático. Escuchemos la fuerza de Valencia y actuemos para que cambie todo lo que tiene que cambiar.
(*) Fernando Valladares, CSIC. Agnès Delage Amat, Universidad Aix Marsella. Rafael Jiménez Aybar, experto en democracia ambiental.
La ciencia ha hablado.