El presidente saliente de EEUU, Joe Biden, tiene apenas 70 días para dejar lo que se ha dado en llamar un legado «blindado a prueba de Donald Trump», que ya es el presidente electo y tomará posesión el 20 de enero. Enviar toda la ayuda que ha sido aprobada para Ucrania, dejar atadas políticas para proteger el medio ambiente y tratar de garantizar que no se reviertan tan facilmente políticas públicas con inversiones en infraestructuras son apenas tres patas de una mesa coja, ya que los republicanos refuerzan su control del poder legislativo (con la mayoría en el Senado y el probable mantenimiento de la de la Cámara de Representantes), y nunca perdieron el judicial. Y es que el legado de Biden dio un giro de 180 grados con estas elecciones: el que se presentó como el presidente que pondría fin a «la era oscura» de Trump ha pasado a ser el que le devplverá la Casa Blanca tras cuatro años de interludio.
A prueba de Putin
EEUU transferirá cerca de 6.000 millones de dólares a Ucrania destinados a ayuda militar que aprobó el Congreso estadounidense, antes del traspaso de competencias en enero, según confirmó la Casa Blanca este domingo. Cumple así Biden la promesa que hizo a su homólogo ucraniano, Volodímir Zelenski, durante su última reunión en Washington en septiembre. Este es el importe restante del paquete de ayuda de 61.000 millones que la Cámara Baja logró aprobar en abril tras varios meses de bloqueo republicano ordenado explícitamente por el propio Trump.
Aunque Kiev ha tratado de mantenerse neutral y Zelenski se reunió con ambos candidatos antes de los comicios, la inquietud es evidente. Atrás quedó el consenso bipartidista inicial al estallido de la guerra, los republicanos han tomado posiciones muy críticas con la continuidad del apoyo a una guerra que se cronifica. El equipo de Trump ha dicho que buscará la paz pero no la recuperación de territorios ucranianos ocupados por tropas rusas. Además, el expresidente ha alardeado de sus estrechos lazos con el mandatario ruso, Vladímir Putin, a pesar de que el Kremlin niega que hayan hablado por teléfono tras las elecciones en EEUU.
El clima y la industria
En la guerra de Trump contra el medio ambiente se da por descontada la salida de EEUU del Acuerdo de París por el clima, por segunda vez. Lo que la Administración Biden trata de blindar como paliativo son los avances domésticos que ha hecho a través de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés), un ente que Trump ha amenazado con desmantelar. El director de la EPA, Michael Regan, ha encomendado a sus empleados a centrar los esfuerzos de los siguientes dos meses en asegurar que el trabajo de los últimos años «prevalezca en el tiempo«.
En la semana que ha pasada desde la victoria de Trump, el Gobierno demócrata ha acelerado su trabajo para ultimar regulaciones que limitan las prospecciones petrolíferas en el Ártico, así como restringir la minería y la ganadería en un área que abarca 26 millones de hectáreas en 10 estados del oeste del país, según el diario ‘The Washington Post’. También se están redactando a destajo estudios científicos que respaldan el freno a las exportaciones de gas natural licuado, algo que Trump ha prometido retomar en su primer día en la Casa Blanca, y se espera que se aprueben una docena de leyes nuevas para controlar el uso de productos químicos tóxicos.
Por su parte, California, bastión progresista, planea pedir a la EPA permiso para aplicar una versión más estricta que los estándares (presentes y, probablemente, futuros) federales en la transición a vehículos eléctricos que le permita prohibir la ventas de coches y camiones nuevos de gasolina en el estado para 2035. Sin embargo, aliados de Trump desestiman el impacto de este empuje demócrata para salvar los muebles. «Solo serán pequeñas piedras en el camino hacia el logro de sus objetivos», dijo Tom Pyle, exjefe del equipo de transición del Departamento de Energía de Trump.
Funcionariado no partidista
Al final de su primer mandato, Trump emitió una orden ejecutiva que le permitía contratar y despedir a empleados públicos no en función de su experiencia, sino de su lealtad política. En su turno, Biden no solo rescindió tal medida sino que después de tres años en el poder consiguió que se aprobara una ley (mucho más difícil de cambiar para un presidente) que blindara la permanencia y la neutralidad del funcionariado y burócratas, haciendo casi imposible una nueva regresión antes de que termine el nuevo mandato de Trump.
Menos controvertidos pero uno de los más importantes pilares del legado de Biden son el paquete de leyes para la reconstrucción de las infraestructuras (carreteras, puentes, que se encuentran en mal estado por todo el país) y para reforzar la industria nacional, especialmente la producción de microchips, durante décadas centralizada en Taiwán, y en la que tanto EEUU como Europa trataron de invertir por primera vez tras la pandemia. A pesar de que este es un plan presentado para remodelar la economía estadounidense a lo largo de la próxima década, la Administración Biden trató de repartir lo antes posible los 4 billones de dólares que lleva asociados. Sin embargo, hay alrededor de 312.000 millones de dólares que no se pueden conceder hasta 2025 y que podrían encontrar bloqueos de una Casa Blanca de Trump. Aunque solo sea por llevar la contraria, porque el objetivo de esta iniciativa era justamente proteger la industria doméstica y librarse de exportaciones, bien podría decirse que cumple con el objetivo trumpista de «hacer EEUU grande otra vez».