Unas reflexiones visto el entusiasmo de la prensa atrincherada por echar a Carlos Mazón para cargarse de una tacada a Sánchez y a Feijóo. La izquierda salió del poder en València de mala manera. Los votantes de centro no querían echar a Ximo Puig, con buen cartel entre el electorado y entre el empresariado emprendedor. Pero el Botànic fue siempre una olla de grillos y los líos de Mònica Oltra, absuelta pasados los comicios, emponzoñaron la buena gestión de los socialistas que padecieron también su distanciamiento de Sánchez y… de Ábalos. Para rematar este cuadro hay que recordar algo que estos días tiene mucha importancia: en julio del 2023, Carlos Mazón anunció su pacto con Vox antes de tiempo porque el plan de Feijóo era posponer los acuerdos con la ultraderecha hasta las elecciones generales que Sánchez avanzó. Al dirigente gallego siempre le quedará la incógnita de saber si ahora sería presidente en el caso de que Mazón hubiera sido obediente, pero el valenciano tenía que firmar con los de Abascal para que el candidato local fuera candidato al Congreso. Aunque al resto de los mortales nos parezca que es una barbaridad pensar en estas cosas mientras 845.000 personas tratan de recuperarse de la DANA, los políticos, y especialmente sus asesores, no tienen otra cosa en la cabeza. Pasar cuentas del pasado y situarse en el futuro que ahora empieza.
El sábado se manifestaron en València 130.000 personas. Lo hicieron contra Mazón y desde la indignación. Incluso la prensa adicta al gobierno valenciano aceptó que la ola superaba los límites de los convocantes, más próximos a Compromís que al PSOE. El PP local tuvo suficiente con calificarlos de «catalanistas» para no tener que ponerse rojo. Pero ellos saben que tenían enfrente también a varios miles de sus votantes. Manifestarse para pedir la dimisión de un político es una inutilidad. Manifestarse en solidaridad con las víctimas es casi una obligación. Pero Zapatero no dimitió pese a que se manifestaron hasta los obispos. Rajoy aún menos. Y Sánchez acumula el récord de manifestaciones en contra, desde el trío de Colon hasta los rezos en Ferraz después de la amnistía. No sé por qué Mazón iba a ser una excepción. Lo que es seguro es que él y Feijóo no serán de nuevo candidatos al mismo tiempo. O lo será solo uno de los dos, o no lo será ninguno. Pero visto lo visto, no es descartable que quien se lleve el gato al agua no sea un candidato de esa izquierda descalabrada sino un torero de Vox o alguien del PP a la derecha de Mazón.