Atrás han quedado aquellas ediciones de galas televisadas con las más populares bandas pop nacionales, estrellas globales como Kevin Spacey y el contador para seguir la evolución de las ventas hasta el inevitable récord saludado con fuegos artificiales. Ha acabado la fanfarria pero sigue saludable el Día de los Solteros, el mayor festival consumista del mundo, ajeno a la demanda interna flácida y a amenazas como el regreso de las guerras comerciales.

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