Los efectos de la crisis climática son más que visibles en las costas mediterráneas. Esta misma semana se ha sabido que el nivel del mar Mediterráneo está subiendo tres veces más rápido de lo previsto, lo que «a finales de siglo pondrá en peligro las actividades humanas y las infraestructuras». Greenpeace también alerta de que la previsión es que la temperatura aumente de media entre +1,8 °C y +3,5 °C para 2100. Las consecuencias del calor en el agua ya se están notando: hay peces típicos del mar tropical que están emigrando hacia nuestros mares y los efectos atmosféricos, como la fuerte DANA vivida el pasado 29 de octubre, son cada vez más dañinos.
Pero la crisis climática no solo afecta al mar. El crecimiento demográfico y los patrones de producción y consumo también han provocado una degradación general medio en el Mediterráneo, según se expone en el Informe de 2020 sobre el estado del medio ambiente y el desarrollo en el Mediterráneo (SoED 2020).
El trabajo deja algunos datos que visibilizan bien esto lo que significa esto. La proyección para 2040 es que la temperatura del aire aumente más de 2,2 ºC, por encima del 1,5 ºC que lo hará a nivel global. A eso se le suma que para 2080 se esperan un 30% menos de precipitaciones en primavera y verano, y entre un 10 y un 20% más de eventos de fuertes lluvias fuera de la época estival.
Además, el calentamiento en esta parte del planeta es un 20% superior que a nivel mundial. El resultado es que hay más olas de calor, más erosión costera, más incendios y más especies invasoras (con riesgo para las especies autóctonas), al tiempo que disminuye la calidad de la agricultura y la pesca y se reduce la producción.
238 proyectos internacionales
En este contexto de cambio climático, de escasez de recursos, crecimiento demográfico, contaminación, desertificación, degradación de las tierras cultivables y pérdida de biodiversidad, «existe una necesidad urgente de invertir en la mejora de la productividad, la eficiencia y la sostenibilidad de los sistemas agrícolas». En todo esto trabaja «un ejército de científicos» en PRIMA (Partnership for Research and Innovation in the Mediterranean Area), un programa de colaboración que está enfocado en la región Mediterránea. En él participan un total de 20 países de las costas del norte y sur del Mediterráneo que fomentan enfoques de investigación e innovación entre los países mediterráneos.
Su objetivo es mejorar la disponibilidad de agua, la agricultura sostenible y la producción de alimentos en una región fuertemente afectada por el cambio climático. Con un presupuesto de 700 millones de euros, han financiado hasta ahora 238 proyectos internacionales que muestran impactos tangibles en el desarrollo socioeconómico, la igualdad de género y acciones transversales en la región. La idea es preparar las respuestas del futuro ante el cambio climático gracias a una amplia comunidad científica que trabaja en colaboración.
«El cambio climático tiene un impacto muy severo en toda la región. Se calcula que el aumento de temperatura es un 20% superior al del resto del mundo, lo que agrava la escasez de agua dulce, que se destina principalmente (80%) a usos agrícolas. El aumento de la temperatura marina y el vertido de contaminantes están diezmando las poblaciones piscícolas y vegetales del mar. Asimismo, avanza la desertificación y la pérdida de biodiversidad», explican.
Su director, Octivi Quintana, tiene claro que para que la ciencia tiene que estar detrás de las acciones que se tomen para mitigar y adaptar la vida al cambio climático. «En el Mediterráneo tenemos muchos problemas comunes a todos los países que ningún estado, por sí solo, va a ser capaz de resolverlos. Po lo tanto, y por muy diferentes que podamos ser, debemos estar preparados», asegura.
«Y para que se sepa lo que dice la ciencia, nosotros, que nos dedicamos a la innovación y a la investigación, debemos expresarnos en términos que sean entendibles», añade.
Las tres patas de PRIMA
A día del hoy, el área Euro-Mediterránea es una de las zonas del mundo con un mayor estrés hídrico, por lo que PRIMA defiende que se haga una gestión eficiente y sostenible del agua disponible, y la potenciación de la innovación en el estratégico sector agroalimentario.
En la actualidad, más de 180 millones de personas sufren escasez de agua en los países de la cuenca mediterránea, especialmente en los del Sur y del Este, y disponen de menos de 1.000 metros cúbicos de agua per cápita al año. Consideran que para lograr una gestión sostenible del agua se necesita mejorar la comprensión de los procesos que afectan a su ciclo. También creen que hay que aportar soluciones técnicas y de gobernanza para mejorar la resiliencia a las condiciones de escasez, y definir nuevas posibilidades para aumentar la disponibilidad de agua y la gestión sostenible de las aguas residuales, de forma que se refuerce circularidad del agua y se exploten recursos hídricos no convencionales.
Otra cuestión que resaltan es que las prácticas agrícolas y ganaderas insostenibles han reducido significativamente la biodiversidad en la región. Los pequeños y medianos productores, mayoría en el Mediterráneo, son los más afectados por el cambio climático. En este contexto, esperan que la agricultura mediterránea proporcione productos con un alto valor añadido (económicamente y nutricionalmente) y una mayor vida útil de los productos para hacer frente a necesidades sociales y limitaciones ambientales cada vez más acuciantes, proteger los recursos naturales y adaptarse al cambio climático.
Un ejemplo de esto SUPROMED, el proyecto PRIMA coordinado por Afonso Domínguez Padilla, de la Universidad de Castilla-La Mancha, que fue galardonado con el WEFE Nexus Award por sus contribuciones a la sostenibilidad y eficiencia de los agroecosistemas mediterráneos.
Cadenas alimentarias
La tercera ‘pata’ son las cadenas de valor agroalimentarias mediterráneas, Según dicen, adolecen de infraestructuras logísticas inadecuadas, así como de falta de normas de seguridad, calidad y trazabilidad: «La irregularidad de la oferta, los bajos índices de innovación y gestión y las escasas capacidades de marketing y comunicación dificultan a las empresas, especialmente a las pymes, satisfacer las necesidades de los consumidores. Esto hace que los productos locales no sean competitivos con respecto a los productos importados, lo que crea dependencia de los mercados internacionales».
Su objetivo es conseguir la elaboración sostenible de alimentos, incluida la adhesión a una dieta mediterránea saludable, que podría lograr que los productos locales sean más competitivos y se creen nuevas oportunidades comerciales..