Juanma Lillo, un sabio del fútbol, trataba de explicar a Pep Guardiola por qué el Brighton, imponente en su remontada (2-1), había arrastrado también al Manchester City hasta el cadalso. Guardiola escuchaba, con la mirada perdida, sin encontrar las respuestas adecuadas. Ya sea por las ausencias –ninguna tan importante como la de Rodri, Balón de Oro y clave de bóveda–, ya sea por la dificultad de exprimir ciclos –el técnico de Santpedor concluye su contrato el próximo 30 de junio de 2025, sin haber desvelado aún su futuro–, no hay manera de descifrar a un City que se desploma.

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