Juanma Lillo, un sabio del fútbol, trataba de explicar a Pep Guardiola por qué el Brighton, imponente en su remontada (2-1), había arrastrado también al Manchester City hasta el cadalso. Guardiola escuchaba, con la mirada perdida, sin encontrar las respuestas adecuadas. Ya sea por las ausencias –ninguna tan importante como la de Rodri, Balón de Oro y clave de bóveda–, ya sea por la dificultad de exprimir ciclos –el técnico de Santpedor concluye su contrato el próximo 30 de junio de 2025, sin haber desvelado aún su futuro–, no hay manera de descifrar a un City que se desploma.
Ha entrado Guardiola en un territorio prácticamente desconocido en su carrera en los banquillos. Por primera vez con el equipo skyblue enhebró su cuarta derrota consecutiva (a su eliminación de la Carabao Cup a manos del Tottenham le siguieron la caída ante el Bournemouth, el duro revolcón en Lisboa ante el Sporting y el último derrumbe frente al encomiable Brighton).
Sólo en una ocasión desde que comenzara su periplo en los banquillos había encadenado el técnico de Santpedor cuatro derrotas, aunque una de ellas llegó en la tanda de penaltis. Fue en la temporada 2014-15 con el Bayern de Múnich, cuando perdió contra el Borussia Dortmund (1-1, 0-2 en la tanda de penaltis de las semifinales de la Copa de Alemania), el Bayer Leverkusen (2-0), el Barça en la ida de las semifinales de Champions (3-0) y el Augsburgo (0-1).
El Manchester City no amontonaba cuatro caídas seguidas desde 2006, lo que ha encendido las alarmas en una entidad acostumbrada al éxito desde que Guardiola tomara el gobierno del equipo en 2016. El vigente campeón de la Premier, que ya venía de mostrar una pésima imagen en la Champions en el festival goleador del sueco Viktor Gyökeres, no pudo resistir ante el Brighton a su propia desfiguración.
Lesionados Stones, Rúben Dias, Aké o Grealish, además del citado Rodri, y con Bernardo Silva y Kevin de Bruyne entre algodones, Guardiola se vio obligado a reformular su once, con la novedosa inclusión en el eje defensivo del joven de 19 años Simpson-Pusey. Aquello no funcionó.
Pese a que Haaland amaneció metiéndose casi él mismo en la portería, de poco sirvió que Kovacic y Savinho percutieran durante todo el primer acto. Porque el segundo lo monopolizó el Brighton, que se hartó a escarbar con el japonés Mitoma la orilla derecha de Walker. En cinco minutos, entre el 78 y el 83, João Pedro y O’Riley ejecutaron el gran levantamiento del Brighton del técnico de 31 años Fabian Hürzeler.
Guardiola bebía del botellín de agua. Y escuchaba a Lillo. En silencio.
Después, habló: «Siempre hay una primera vez para todo en esta vida».