Pocas procesiones de Semana Santa están organizadas por una Corporación municipal. Más raro aún es que el desfile cuente con una diablesa y un Caballero Cubierto. El Santo Entierro de Cristo, en el Sábado Santo oriolano, y la institución del Caballero Cubierto -la figura más emblemática de la Pasión de Orihuela-, por su singularidad, buscan ser declarados Bien de Interés Cultural Inmaterial, poniendo el acento en su valor histórico y representando además una tradición viva heredada dejando un legado cultural como distintivo de la ciudad.
A petición de la Hermandad del Caballero Cubierto, que decidió por unanimidad en una asamblea extraordinaria celebrada en mayo, elevar al Ayuntamiento la solicitud de inicio del expediente para esta declaración, el pleno ha aprobado una moción conjunta de PP, PSOE, Vox y Ciudadanos -sin el apoyo de Cambiemos ni del edil socialista Juan Miguel López- para comenzar los trámites ante la Conselleria de Cultura.
La iniciativa, explica Francisco Sáez, presidente de la hermandad, ha logrado un amplio consenso y ha despertado un gran interés hasta el punto de que en solo dos semanas ha recabado 1.800 firmas de apoyo, sumándose también 69 instituciones, entre las que destacan la Universidad de Alicante, la Universidad Miguel Hernández, la Cátedra Arzobispo Loazes, la Escuela Politécnica Superior de Orihuela, el Patronato Histórico-Artístico de la Ciudad de Orihuela, la Asamblea de Síndicos del Oriol, el Juzgado Privativo de Aguas, la Junta Mayor de la Semana Santa, el Colegio de Técnicos Industriales, el Colegio de Abogados, la Asociación de Comerciantes del Municipio de Orihuela, la Asociación de Fiestas de Moros y Cristianos, la Fundación Cultural Miguel Hernández o la Cámara de Comercio.
Sáez también pone en valor que en la procesión del Santo Entierro participan -con una gran solemnidad-, además del pueblo oriolano, comerciantes, agricultores, cofradías, los costaleros del Cristo Yacente, los Caballeros Cubiertos, los Pilares de la Soledad, los Síndicos Portadores de la Gloriosa Enseña del Oriol, la Asociación de Fiestas de Moros y Cristianos, así como representantes del Juzgado Privativo de Aguas, del poder judicial y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado junto con la Corporación más sus alcaldes pedáneos y de barrio.
Con todo, quedan por delante meses de trabajo. Ahora el Ayuntamiento tiene que preparar el expediente y enviarlo a conselleria, que deberá resolver la solicitud en el plazo de tres meses, según la normativa.
Todo ello, añade Sáez, para «engrandecer la Semana Santa de Orihuela y preservar las costumbres e instituciones».
La procesión
Las primeras noticias que se tienen de la procesión del Santo Entierro datan del siglo XVII, y siempre ha estado vinculada al Ayuntamiento, quedando reflejado en los libros capitulares las evoluciones e incidencias que ha sufrido a través de su larga historia.
En sus tiempos originales, la procesión tenía como figura central la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, cuya conmemoración organizaba el gobierno municipal, designando a los que llamaban pilares o convidados que llevaban antorchas para que a la Virgen no le faltara luz en la noche. Estos pilares, ya en esos años, eran nombrados entre abogados, médicos, militares y otros títulos universitarios. Por tradición, aún llevan sus sencillas andas ataviados con chaqué o uniforme de gala, y en 1999 constituyeron la Hermandad de los Pilares de la Soledad.
Caballeros Cubiertos
Este año parece estar llamado a ser especial. Antonio Martínez-Canales, presidente de los Pilares de la Soledad, ha sido también Caballero Cubierto, justo cuando se pretende declarar BIC tanto al cortejo fúnebre como a quien lo encabeza acompañado por quienes lo precedieron en años anteriores, todos vestidos de frac o uniforme de gala si son militares. Su nombramiento también corresponde al Ayuntamiento, que designa cada año a la persona que por su nobleza, relevantes méritos o amor a la ciudad se ha hecho merecedora de tal honor. Uno de sus privilegios es el de no quitarse el sombrero cuando la procesión pasa por el interior de la Catedral. Tan antigua es la institución que ya un libro capitular de 1750 habla de ella como de «tiempo inmemorial».
El primero del que se tiene constancia fue Miguel Ángel Azor, en 1750. Pese a la creencia popular de que solo se es una vez, hay quien ha ostentado el cargo más de una vez. Incluso, apunta Sáez como curiosidad, hasta en seis ocasiones. Fue el caso de un coronel de la Guardia Civil -Victoriano Álvarez Suárez- en 1861, 1863, 1868, 1869, 1872 y 1875.
Más recientemente, Sáez lo fue en 2004, repitiendo en 2005 porque la lluvia suspendió la procesión el año anterior, para más inri siendo entonces el presidente de las aguas -gerente de Hidraqua en Orihuela-. Lluvia y pandemia hicieron que Miguel Ángel Morcillo fuera Caballero Cubierto en 2022 por tercer año consecutivo.
El Caballero Cubierto, en suma, simboliza todas las virtudes de las que Orihuela se siente orgullosa, siendo portador del Estandarte-Guion, con una forma que se asemeja a la que tiene la bandera de la ciudad, cuyas borlas llevan, generalmente, niños vinculados a él por razones de parentesco o amistad.
Los pasos
Además del paso de Nuestra Señora de la Soledad, desfilan San Juan Evangelista y el Cristo Yacente -de tamaño natural y dentro de una urna de madera-, que es acompañado por innumerables fieles y de la Centuria Romana con las armas a la funerala.
Pero uno de los más místicos y llenos de simbología es el conocido por «La Diablesa», del siglo XVII y declarado BIC en 2017. Costeado por labradores oriolanos, salió por primera vez en las procesiones de 1695, y siempre ha estado acompañado por agricultores. A un lado y otro de una esfera, de casi un metro de diámetro, aparecen un demonio con forma de mujer y un esqueleto, coronando el conjunto la Cruz del Redentor, como homenaje al triunfo de la Cruz sobre el pecado y la muerte.
Este singular grupo escultórico tiene prohibida la entrada a las iglesias por las que discurre el cortejo escoltado por las bandas de música que interpretan, entre otras marchas, «La Dolorosa», pieza de ejecución obligada por ser una de las composiciones más vinculadas al espíritu pasionario de los oriolanos.