El Teatro Real lleva a escena desde hoy hasta el 23 de noviembre Theodora de Georg Friedrich Händel (1685-1759) una coproducción con la Royal Opera House, donde Händel estrenó la partitura en 1750. Se trata de un oratorio dramático que según el director artístico del Real, Joan Matabosch, es «seguramente una de las mejores obras» del compositor.
El director musical del Teatro Real, Ivor Bolton, especialista del repertorio barroco, dirige su cuarto título de Händel al frente de la Orquesta y Coro Titulares del Teatro Real después del éxito de Rodelinda (2017), Parténope (2021) y Orlando (2023). El maestro coincide con Matabosch: «La calidad musical de la música de este oratorio es sublime» y puede considerarse «el mejor de los oratorios de Händel», afirma.
Händel escribió la partitura de Theodora en poco tiempo y a los 65 años, cansado y enfermo el compositor tenía claro que no iba a triunfar con su estreno en el Covent Garden de Londres. Una historia de pasión cristiana de una mártir que se niega a renunciar a su fe no encajaba en la sociedad protestante inglesa, que no acogió bien la obra. Además Londres acababa de sufrir un terremoto días antes del estreno y la alta sociedad había abandonado la ciudad. Händel se basó en el libro El amor y la religión demostrados en el martirio de Teodora y de Dídimo (1703) del químico Robert Boyle (1627-1691).
Pese a ser un oratorio la obra está dotada de estructura dramática, la justa y necesaria para que la directora de escena Katie Mitchell la explote al máximo gracias al diseño de escena de Chloe Lamford. Theodora, cristiana condenada a ejercer la prostitución por negarse a participar en los sacrificios en honor a Júpiter, es condenada a la prostitución por déspota romano Septimus. Un escenario móvil por el que se desplazan los intérpretes recoge una ambientación contemporánea en la que los cristianos esclavos son los siervos de un gran palacio en el que no falta un prostíbulo con barras americanas.
«La dirección escénica de Katie Mitchell rehúye de la visión de las mujeres cristianas como mártires sumisas y las convierte en intrépidas guerrilleras que luchan contra el sistema, representado por sus jefes, tiranos que someten a las mujeres y a las minorías religiosas», explica Dan Ayling, asistente de Mitchell en el Covent Garden, que es el responsable de la reposición de la producción en el Teatro Real.
«Fue muy interesante ver precisamente este legado de la Teodora a través de la historia en las diversas narraciones sobre su figura», afirma Julia Bullock, quien interpreta a Theodora. La soprano incide en la importancia del feminismo en esta versión contemporánea del oratorio. “Creo que el centro de este montaje es la libertad y la vida. Es lo que está en el centro de este oratorio, lo dice Teodora muchas veces y también lo dicen otros personajes. Katy [Mitchell] nos pidió que centrásemos nuestra actuación en este oratorio, en torno a estas, estos dos temas, la libertad y la vida”, añade.
Además de Julia Bullock, completan el reparto la mezzosoprano Joyce DiDonato (Irene), el contratenor Iestyn Davies (Didymus), el tenor Ed Lyon (Septimus) y el tenor Thando Mjandana (Mensajero).
Coordinadora de intimidad
En la puesta en escena se producen escenas se sexo que han requerido la intervención, por primera vez en el Real, de una coordinadora de intimidad. Una figura muy extendida en el cine que facilita el trabajo actoral en este tipo de escenas.
«El trabajo con la coordinadora de intimidad me permitió concentrarme plenamente tanto en las actuaciones como en los ensayos, relacionarme del mejor modo posible con todos los colegas durante esa semana que duró nuestro trabajo, y salir totalmente intacta, sin rasguños, sin los problemas que a veces están ahí y afectan a nuestro sistema nervioso cuando ocurren cosas delicadas», ha explicado la soprano.
Ita O’Brien es la coordinadora de intimidad ha trabajado con los actores y actrices para estos momentos actorales delicados que contienen hasta escenas de sexo no consentido. Su figura es «una salvaguarda en situaciones de intimidad entre dos extraños», como lo define el asistente de dirección Dan Ayling. Una garantía para que el trabajo actoral se pueda producir de manera satisfactoria sin mermar ni censurar el argumento.