Las historias de supervivencia de la tarde del 29 de octubre son innumerables, podría relatar la de mi propio padre, pero finalmente he optado por la de Breinner Rodríguez, un joven venezolano de 24 años, de quien también estuve en vilo esa noche por un audio que ponía los pelos de punta cuando Mazón todavía no se atrevía a confirmar la existencia de víctimas mortales. Junto a él, un cabo de la Guardia Civil, ambos salvaron la vida tras ser dados por muertos y permanecer aferrados a un árbol en Paiporta durante cinco interminables horas mientras veían pasar vehículos, que impactaban contra ellos, a punto de resquebrajar el tronco, y los primeros cadáveres de esta catástrofe.
Este vecino de Torrent, pintor de vehículos en una empresa de carrocería de Paiporta, salió de trabajar a las 18.50 horas y se dirigía a la parada del metro cuando le pilló la riada.
Breinner reconoce que esa tarde le llamó su pareja y su madre advirtiéndole de que había riesgo de inundación, «pero yo no las creía porque donde nosotros estábamos nada más que hacia viento, un viento normal, por eso seguimos trabajando». No fue hasta que se fue la luz cuando finalmente pararon y su jefe le dijo que recogiera los bártulos y que se marcharan. «Como vi que mis compañeros se estaban demorando mucho en vestirse, yo agarre y me fui delante caminando hacia el metro».
A unos cien metros de la parada vio que venía el agua pero nadie le dijo nada y siguió caminando a paso rápido. A escasos diez pasos del metro se encontró con un guardia civil que no estaba de servicio esa tarde pero que, al igual que otros compañeros, se puso el uniforme y salió a la calle para alertar a la población –sin saber todavía la magnitud de lo que se avecinaba– «nos decía que subiéramos a los tejados o a cualquier vivienda que pudiéramos con varios pisos», recuerda Breinner sobre su salvador.
«Me dijo sígueme y en cuestión de uno o dos minutos el agua ya nos llegaba a las rodillas», relata este superviviente con sentimientos encontrados, por un lado la satisfacción natural de haber salvado la vida y por otro la desazón al recordar aquellas personas que vieron pasar y a los que no pudieron agarrar, sin saber hoy si figuran en la larga lista de más de 210 fallecidos por el momento, o si al igual que ellos dos consiguieron sujetarse a la vida en algún árbol, muro u otro elemento en alto.
Una furgoneta de 700 kilos impactó contra el tronco y pensaron que se había partido
«En todo momento mantuvimos la calma», asegura Breinner, quien confiesa que en esos momentos lo que trataban era precisamente de ayudar a alguien si veían que podían llegar a él. «Yo cogí una rama bastante larga por si estaban siendo arrastrados por la corriente para que se agarraran», relata esos primeros instantes, donde todavía primaba más el salvar la vida de otros que ponerse uno mismo a salvo.
Pero la crecida del nivel del agua les hizo replantearse la situación y buscar inmediatamente un lugar más elevado. «De repente escuchamos un ruido muy fuerte y se fue la luz de toda la calle», recuerda el superviviente. Ahí ya no dudaron y se subieron al árbol que tenían más próximo.
Allí permanecieron aferrados, con el agua hasta las rodillas, durante más de cinco horas, «aguantando golpes de carros y de todo lo que pasaba. Gracias a Dios que el árbol aguantó, si no ahora no estaría aquí contándolo», confiesa el joven.
«Estábamos solos, a oscuras, empapados y solo veíamos pasar muertos»
El cabo de la Guardia Civil por la emisora dio su posición a sus compañeros, pero debido a la corriente ni siquiera podían aproximarse a ellos en zodiac para rescatarlos. «Estábamos solos, a oscuras, empapados y solo veíamos pasar muertos, no vimos a más nadie». Pese a estas condiciones asegura que no perdió la esperanza de que les rescataran, en buena parte porque la emisora del guardia que estaba con él seguía funcionando y eso lo tranquilizaba.
Pero las noticias que llegaban por la emisora no eran ni mucho menos esperanzadoras. Cuando les dijeron que no podían llegar a ellos y que el nivel del agua iba a aumentar, ahí ambos comenzaron a flaquear. «Nos dieron por muertos», confiesa Breinner. Además «el viento estaba catastrófico».
Si algo podía empeorar, de repente una furgoneta blanca, «de unos 700 kilos, pegó contra el árbol y parecía que se iba a romper. Jorge me decía, si se rompe el árbol agárrate fuerte, no lo sueltes». «Ahí sí pensé que nos íbamos a morir, porque si caíamos la presión del agua era demasiado bárbara», confiesa.
Breinner estaba por encima del guardia, por lo que la situación del cabo de Paiporta era más complicada. «Él estuvo a punto de morir porque la corriente era muy fuerte y no se había cogido bien, yo lo jalé, se logró subir pero una de las botas no le calzó bien y se resbaló y se fue al agua otra vez», relata Breinner. Los dos ya con principios de hipotermia -el guardia en contacto con el agua durante horas- la situación era límite.
Después de mandarle mensajes a sus padres, su hermano y su pareja, tratando de que no sonara a despedida porque al mismo tiempo no quería preocuparlos, Breinner asegura que se mantuvo sereno, «sin llegar a perder la fe en ningún momento».
Indignación
Pasada la una y media de la madrugada el nivel del agua comenzó a bajar muy rápidamente. De hecho, cuando se dieron cuenta de lo alto que estaban tuvieron que saltar varios metros. Ya a salvo Breinner se dirigió hacia la nave de su trabajo para saber cómo estaban sus compañeros, mientras que el guardia civil nada más bajar comenzó a buscar y rescatar supervivientes.
Breinner jamás olvidará el árbol que les salvó la vida. Cuando llevaban diez minutos arriba de él, les llegó el aviso de inundaciones. «A buenas horas», pensó indignado.