Los vecinos de Bueño viven bajo el riesgo de que el Nalón se lleve el pueblo por delante si se produce una riada importante, una situación nada descabellada si se tienen en cuenta las estadísticas y los estudios realizados en base a estimaciones que permiten extraer datos sobre los niveles del caudal en los últimos 500 años. Esos informes reflejan que las grandes crecidas son cíclicas y se repiten cada cierto tiempo. Así lo sostienen los expertos consultados por este diario y también muchos de los vecinos de esta localidad de Ribera de Arriba, que han visto cómo se avivan sus miedos a raíz de la terrible catástrofe de Valencia.
«Estoy de acuerdo con los que dicen que el pueblo podría verse muy afectado si viene una riada gorda porque existe un riesgo importante. Bueño ya se libró de milagro en las últimas crecidas importantes», asegura Ignacio García-Arango, que es ingeniero de caminos y conoce a fondo el Nalón por su pasado como jefe de esta demarcación en la dirección general de Carreteras del Principado. La última de estas riadas, que llegó a meter el agua en las casas y a provocar serios daños en el concejo, se produjo en 2010. «Ahora estamos en una situación muchísimo más grave. El cauce del río está totalmente abandonado, lleno de maleza y arbolado. Hay material sedimentado en el fondo porque al abrir las compuertas de la central térmica el agua cae en forma de cascada y erosiona, así que el lecho ha subido y se reduce el caudal. La Confederación Hidrográfica sabe todo esto, pero no hace nada, ni deja hacer. Corremos un riesgo gravísimo», afirma Belarmino Fernández, presidente de la Asociación Cultural de Bueño.
Las políticas medioambientales actuales, que se centran en mantener intacta la naturaleza de los ríos para que la flora y la fauna recuperen su ámbito biológico tras eliminar la huella humana –es decir, evitar canalizaciones, trasvases, diques o cualquier otra intervención de esta índole–, son uno de los problemas principales para quienes advierten de los riesgos a los que se expone la zona de Bueño. «Está bien que se cuide el medio ambiente, pero siempre que no se ponga en riesgo a las personas. El ejemplo es el mismo que el del lobo, hay que protegerlo, pero no se puede dejar que se acerque tanto como para comerse a un niño», explica García-Arango. «A lo que algunos llaman vegetación los aldeanos siempre lo hemos llamado maleza, y esa maleza que hay en las orillas, como es evidente, provoca que el riesgo de inundaciones sea mucho mayor. Si la decisión dependiese de mí haría las obras necesarias para proteger a la gente y cuidaría menos a las ranas», añade.
Para Ignacio García-Arango en la zona de Bueño hay al menos dos puntos débiles. «Uno de ellos son los sedimentos y todo los que está acumulado en el fondo entre Palomar y Bueño. Hace años hubo un proyecto para dragar el río porque era necesario y acabó sin hacerse, así que la Confederación lo sabe», señala. «El otro está en una zona cercana a Bueño. También hubo otro proyecto para elevar una carretera y que el muro resultante hiciese de contención para que el río no se escapase por ahí, pero tampoco se hizo», añade García-Arango. «Para que todo el mundo lo entienda, pasa lo mismo que con los desagües de las casas. Para que pase el agua y no haya problemas el agujero tiene que ser lo suficientemente grande como para que no se desborde, tiene que estar limpio y no puede haber fugas», recalca.
Los vecinos exigen que se cuiden los arroyos y los barrancos o que se creen embalses que frenen la embestida del Nalón si hay una fuerte riada. La preocupación no sólo existe en Bueño, también la tienen en localidades como Palomar o Ferreros. «El mayor peligro es que rompa la escollera del río. Si pasa eso y no nos avisan para evacuar a tiempo podríamos estar hablando de la pérdida de vidas humanas. En 2010, cuando nos llegó el aviso, el agua ya subía a una velocidad enorme. La situación la salvó el Ayuntamiento con camiones y con palas mecánicas, metiendo tierra de las canteras en la escollera cuando estaba empezando saltar», señala Belarmino Fernández.
José Tuñón, exletrado de la Junta, nació en Bueño y sigue viviendo en el pueblo, así que conoce de sobra cómo puede llegar a comportarse el río. «Hasta los años sesenta del siglo pasado las riadas provocaban que el agua entrase en las casas. En la mía llegamos a tener que salir por la ventana», explica. «Después hicieron la escollera del río y la cosa mejoró, pero ahora mismo yo creo que esa escollera tampoco es suficiente si llega una gran crecida. Por el momento estamos salvando el tipo, espero que no tengamos que ver una desgracia», subraya.