La cumbre de la Comunidad Política Europea tuvo, como extravagancia, la sede elegida en Budapest: el estadio de fútbol más grande del país, el Puskás, al que siempre admiró el primer ministro Viktor Orbán. A quien la oveja negra —como lo llama Edi Rama, el primer ministro albanés— admira menos, o critica más, es al presidente de una nación vecina, el ucraniano Volodímir Zelenski, a quien apremia a rendirse más pronto que tarde para acabar la guerra. Sus esfuerzos para conseguirlo son conocidos, y van más allá de sus reiterados bloqueos de las sanciones contra Rusia y de ayudas para Ucrania.

Orbán inició, meses atrás, una campaña internacional que incluyó una parada en la residencia del candidato Donald Trump. Le animó a cerrar un acuerdo con Putin que sacrifique la causa del pueblo ucraniano, con al menos una quinta parte de su territorio ocupado. Trump, de acuerdo con sus declaraciones de campaña, parece —como poco— abierto a aceptarlo. Y Orbán, ahora, canta victoria. “Con las elecciones de Estados Unidos”, dijo a los periodistas europeos desplazados, “se ha cerrado un capítulo”.

Hay escenas recientes que instalan a los ucranianos en el pesimismo. Cuando Zelenski viajó por última vez a Nueva York, en septiembre, se reunió con Trump en uno de sus rascacielos. “Tengo una relación muy buena con él, igual que con el presidente Putin”, dijo el republicano, con el líder de la resistencia a su derecha. “Espero que la nuestra sea mejor”, replicó Zelenski, y Trump remató: “Oh, bueno, hacen falta dos para bailar un tango”. Tampoco inspira confianza que el magnate identifique al líder europeo como “el mejor comercial del mundo”, en alusión a los paquetes milmillonarios con los que Estados Unidos contribuye al esfuerzo militar de Ucrania.

El presidente ucraniano, como sea, procura revertir su destino. “Algunos han abogado por que Ucrania haga concesiones a Putin”, dijo, con un claro destinatario. “Es inaceptable y suicida para toda Europa”. Zelenski está adoptando un ánimo constructivo tras la victoria del martes de Donald Trump, que tendrá las manos libres de contrapesos en su último mandato. Fue uno de los primeros en felicitarlo por teléfono. “Ha sido una conversación positiva, productiva”, explicó. “Esperamos que Estados Unidos se haga más fuerte, porque es el Estados Unidos que Europa necesita. Y una Europa fuerte es lo que Estados Unidos necesita. Esta es la conexión entre aliados que debe valorarse y no puede perderse”.

Zelenski tiene apoyos sólidos en este empeño. Más allá de las grandes capitales europeas, el nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, trata de convencer al próximo presidente de Estados Unidos de que va en su interés mantener la lucha contra el imperialismo ruso, recordando el significado del despliegue de tropas de Kim Jong-un en Europa.

“Este papel de Corea del Norte ilustra, básicamente, cómo China, Corea del Norte, Rusia e Irán trabajan juntos”, enfatizó el ex primer ministro de Países Bajos, que hizo migas con Trump cuando coincidieron en el poder. “Si Rusia tuviera éxito en Ucrania, tendríamos una Rusia envalentonada en nuestra frontera, que habría ganado masa territorial, que habría ganado la enorme Fuerza de Defensa de Ucrania, pero también la habilidad del pueblo ucraniano. Así que eso sería una amenaza no sólo para Europa, para la parte europea de la OTAN, sino también para Estados Unidos”.

Zelenski mantiene la esperanza de que su plan para la victoria, más sólido y analizado en las capitales europeas de lo que trascendió en los medios de comunicación, como pudo saber este periódico, reciba una nueva lectura en Washington. “Debemos presionar a Rusia hacia una paz justa”, afirmó el jueves. “Una paz justa será una victoria compartida”. La buena fortuna de su agenda dependerá, en parte, de los asesores y los colaboradores que rodeen a Trump en adelante, en posiciones de poder como las de secretario de Estado, secretario de Defensa o asesor de Seguridad Nacional. Hay más división de opiniones de la que se presume.

Algunos republicanos están inclinados hacia una resolución rápida que congelaría el conflicto, frustraría a los ucranianos y celebrarían en el Kremlin. Otros están convencidos de que el camino hacia la paz pasa por ir más lejos en la defensa de Ucrania que el todavía presidente Joe Biden. Muchos críticos del actual inquilino de la Casa Blanca lamentan que sus contribuciones lleguen por goteo y sean excesivamente limitadas y conservadoras, como en el caso del uso de los misiles de largo alcance. “Estados Unidos da lo suficiente a Ucrania para no perder la guerra”, dicen a menudo, “pero no para ganarla”.

Los ucranianos, entre tanto, esperan los próximos movimientos en la Casa Blanca para sacar conclusiones. El ánimo generalizado, como entre los europeístas, es de inquietud y escepticismo.



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