En plena campaña contra los transgénicos, cuando ecologistas, consumidores y hasta los mismos agricultores se manifestaban para erradicar el uso de productos genéticamente modificados, la prensa del momento desveló el contenido de uno de los mensajes que la Embajada de Estados Unidos en Madrid había enviado a sus superiores en Washington. El secretario de Estado español de Medio Rural, Josep Puxeu, solicitaba al gobierno estadounidense que presionase para que esas semillas, que producían multinacionales como Monsanto, siguieran comercializándose en Europa. «España nos pide que presionemos a Bruselas a favor de los transgénicos», decía el cable del embajador a sus jefes. Corría el año 2010. «Fue un caso que clamó al cielo», recuerda ahora Miguel Ángel Soto, responsable de Campañas en Greenpeace España.

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