Entre las placas tectónicas que se han movido en las elecciones presidenciales de Estados Unidos para producir la sísmica victoria de Donald Trump hay una que lo ha hecho con tremenda fuerza: la del voto de los hombres jóvenes. Es un movimiento que ya se ha dejado sentir en otros países occidentales y que llevaba un tiempo intuyéndose en EEUU: jóvenes, sobre todo blancos, que abrazan el ideario de la derecha o la extrema derecha en un momento de desencanto con la situación económica, de pesimismo sobre sus perspectivas de futuro y, también, con señales de resentimiento ante avances de movimientos que luchan por igualdad en cuestiones de género o raza. 

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