El mismo año en que Amazon Prime ha pegado el pelotazo con Fallout, la plataforma de Jeff Bezos nos ha sorprendido con una comedia sobre un tema un tanto delicado para las risas como es el apocalipsis, aderezado con toques patrios. «En fin» es la historia del gatillazo de un fin del mundo que no llegó. En esta ocasión, el origen del armagedón no es un misil nuclear o un virus mortal. Al igual que en Melancolía, la película de Lars von Trier, un planeta se dirige en rumbo de colisión hacia la Tierra amenazando con acabar con toda la vida que hay sobre ella. Sin embargo, en el último momento algo ha desviado su trayectoria. Pero que nadie se piense que esto es un spoiler. La salvación del mundo no es el desenlace de la serie o de la temporada, sino que es precisamente el momento de su arranque. Una humanidad conmocionada se tiene que enfrentar al hecho de que deben seguir adelante con sus vidas.

Aunque el mundo ha sobrevivido, los meses que han pasado mientras la población esperaba el fin han tenido efectos devastadores, tras los que el mundo se ha ido literalmente a la mierda. Todo fue un sálvese quien pueda, donde unos se entregaban al hedonismo salvaje a leaving la vida loca y otros optaban por continuar con sus rutinas y su vida habitual como si nada pasara. Como decíamos, la serie arranca el día después. Cuando el mundo descubre que se ha salvado y unos y otros deben hacer frente a las consecuencias de lo que hicieron durante los momentos de crisis.

Tomás (José Manuel Poga) se despierta en algún lugar de Andalucía después de su última gran orgía, unas de esas en las que prima la ley de «Lo que pasa en el apocalipsis, se queda en el apocalipsis». El despertar es como una mala resaca en la que vienen a la mente los flashes de lo que hizo durante el desmadre y en el que lo principal es que, en lugar de hacer frente al final, optó por marcharse para vivir la última gran fiesta, dejando abandonadas a su mujer y a su hija adolescente. Su actitud ha sido como la del protagonista del filme sueco Fuerza Mayor (2014) de Ruben Östlund, donde las vacaciones de una familia en la nieve acababan en crisis matrimonial después de que el marido huyera despavorido dejando solos a su esposa y a sus hijos cuando pensaba que una avalancha de nieve iba a sepultarles. La película hablaba de la crisis de la masculinidad y la decadencia del macho alfa.

A José Manuel Poga lo conocimos en papeles de villano y muchos aprendimos a odiarle cuando era Gandía en La Casa de Papel. Sin embargo, el actor ya nos mostró su faceta más cómica en la hilarante Poquita fe y aquí lo tenemos al frente del reparto de esta comedia apocalíptica. Tomás optó por el «carpe diem» como si fuera uno de los miembros de «El club de los poetas muertos» y ahora se encuentra con que la fiesta que vivió tiene un precio. De alguna manera, el apocalipsis es una metáfora de la crisis de la mediana edad, donde uno se acaba preguntando qué es lo que ha hecho con su vida, si la ha malgastado o si ha hecho algo que ha valido la pena. En su entrega al placer, lo cierto es que ha acabado descubriendo que abandonó lo que verdaderamente importaba.

La otra pata del reparto es el personaje interpretado por Malena Alterio. Julia tuvo que asumir la tarea de sacar adelante a su familia, manteniendo la cabeza fría en una situación límite para la que creía no estar preparada. De todas esas cosas se encargaba su marido. El apocalipsis fallido también ha sido para ella una revelación. Como dice ella misma en uno de los diálogos de la serie, pensaba que era una persona realizada por haberse casado con el más guapo del instituto y haber tenido una hija. Todo eso se le ha venido abajo cuando ha descubierto que se casó con un «gilipollas». Ahora que el mundo sigue y ha rehecho su vida, piensa que quien tiene derecho a divertirse es ella.

La serie ha sido creada por David Sainz (que se dio a conocer con la webserie Malviviendo) y Enrique Lojo (Una vida menos en Canarias). Ambos aprovechan para hacer una sátira social que en muchas ocasiones nos recuerdan a situaciones vividas durante la pandemia. Terraplanistas, antivacunas, conspiranoicos del 5G, sectas y hasta veganos que salen del armario practicando el canibalismo. La serie va más allá del miedo al fin del mundo y se ríe de todos en un mundo muy polarizado y donde proliferan ideas extremistas que tratan de imponer sus agendas aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid. Los medios de comunicación no salen tampoco muy bien parados, con un sensacionalismo que a busca más espantar a la población que informar de lo que pasa; mientras que sus audiencias parece que se quedan más con el meme y el chascarrillo. La serie tiene un pequeño problema de ritmo, quizá derivado de tocar temas demasiado serios más propios de Leftovers que de una comedia. Y esos baches narrativos los tiene ya en el primer episodio, a pesar de haber contado con un hilarante cameo de Chenoa. Los momentos más espesos, se van alternando con otros desternillantes, lo que le impide ser una serie más redonda. El desenlace deja la puerta abierta a una posible continuación, decisión que le corresponderá tomar a Amazon. Esa hipotética segunda temporada sería un buen momento para corregir errores.

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